lunes, 31 de marzo de 2008

fantasma, a tu puta casa

Mi madre me ha dicho que cuando oyó pasar al afilador esta mañana inmediatamente pensó en el protagonista de “La vida es bella” montado en su bicicleta, así que no me hace falta acudir a la prensa de hoy para confirmar que nuestra huelga no ha pasado inadvertida. Mirar la realidad desde otra perspectiva, y con otras gafas, es un buen comienzo.

Queridos amigos, aquí y ahora me despido. Este blog fue concebido inicialmente como un reto personal. Tenía una deuda con Comparte tu texto (me sentía en la casi obligación de decir que yo también le doy al teclado y dar botones como muestra) y también tenía la necesidad de cambiar el contenido de las cosejas que escribía antes. Misión cumplida. En cuanto a construir un mundo mejor para los caracoles, sepan que la lucha sigue pero por otros derroteros. Por aquí ya no se vale.

Saldadas esas dos deudas que les digo ya no me entrego a esta página con la misma intensidad que antes y, a día de hoy, mi objetivo es vivir intensamente lo que sea. Intensidad es la palabra clave. No quiero asumir el riesgo de que la idea, lo que de bonito tiene este blog, se contamine. Además, una retirada a tiempo… ya se sabe

Infinitas gracias por todo, caracoles. Ha sido una gozada compartirme con ustedes mientras experimentaba con las técnicas narrativas que más me interesan (yeah). Me duele pensar en lo que irremediablemente siempre queda en el tintero ─podríamos haber construido algo bien bonito por aquí…─ y no me perdono no haberles hablado de Jorjo. En fin, al menos diré que a Jorjo le interesan dos cosas en la vida: lo infinito y lo efímero y creo que a mí también… ¿Estarán conmigo en que un blog no puede ser infinito?

No puedo evitar que esto suene al típico “te quiero pero te dejo” o sucedáneos pero, creedme, esa no es la idea (o quizá sí, algo de verdad tendrán esas malditas frases). El caso es que ahora mis ojos están puestos en otra meta, en otro reto, y la constancia de momento no se me antoja tan urgente.

Caracoles, les animo a que se animen a enfrentarse a sus fantasmas. La idea acojona pero la satisfacción de la victoria no tiene precio.

Nos vemos en los bares o en el Messenger. Ahora, a otra cosa, mariposa.

Que sean felices, amigos.

viernes, 28 de marzo de 2008

huelga, ¿por qué no?



Otra cosa que tienen las crisis y que las asemeja a las pulgas es que saltan a su antojo. Si ayer mi conciencia y yo luchábamos cuerpo a cuerpo, hoy nos unimos para enfrentarnos a una nueva causa, a una nueva crisis:

-El mundo está mu mal, Nata. Esta vez no dudo de tus buenas intenciones pero este blog no es suficiente para construirle un mundo mejor a los caracoles.

-Cierto, tienes toda la razón, ¿qué hacemos?

- Tenemos que hacernos oír… No, mejor, que no nos oigan. Aprovecharemos que nuestra página es una de las más visitadas de la red para hacer una huelga de silencio.

-¿Tú crees que será la solución?

-Pues claro que sí, ¿se te ocurre algo mejor?

Está bien, mi conciencia y yo hemos decidido que durante este fin de semana no vamos a actualizar.
Políticos sin escrúpulos ni corazón, jefes del mundo, asesinos, ladrones, ejércitos, vecinos gruñones que pasean al perro y no limpian la caca, madres que oprimen a sus hijos, paparazzis, cotillas, y demás bazofia sabed que en
http://www.unmundomejorparaloscaracoles.com/ estamos en huelga. Vosotros solitos os lo habéis buscado, espero que pese en vuestras conciencias.


El mundo ya no necesita otra canción de amor pero Lichis (el cantante de La cabra mecánica) y yo, sí. ¿Alguien se apunta? Y si Lichis se escribe su propia canción, yo no voy a ser menos:

Imagina que no existe el Cielo
es fácil si lo intentas
sin el Infierno debajo nuestro
encima nuestro, solo el cielo

Bueno, mejor la escribo en inglés pa que sea más universal:

Imagine there's no heaven
It's easy if you try
No hell below us
Above us only sky
Imagine all the people Living for today...
Imagine there's no countries
It isn't hard to do Nothing to kill or die for
And no religion too
Imagine all the people
Living life in peace...
You may say I'm a dreamer But I'm not the only one


Un poco corta, ¿no? Luego la alargo.


¡Nos vemos el lunes!

jueves, 27 de marzo de 2008


Tener un blog es una gran responsabilidad y no sé si podré soportarlo. Yo, como el que tiene migrañas o faringitis, tengo crisis. Crisis, sí, crisis. Sin más. Y no sólo es que las tenga, es que las necesito. La autodestrucción está ahí, tan a mano, que me da no sé qué llevar un ritmo de vida equilibrado durante demasiado tiempo. Así que ayer me llegó la crisis: Nata, no tienes absolutamente nada que decir en el blog. Puedes contar lo que te dé la gana pero has de saber que no estás diciendo gran cosa. Yo, tu conciencia, sugiero suprimas http://www.unmundomejorparaloscaracoles.blogspot.com/

-¿En serio? Hombre, algo diré.
-Que no, que no. No te engañes. Chorradas, estupideces y miserias, no cuentas otra cosa.
-Bueno, pero no soy la única. Además, no pretendo nada. A quien no le guste, que no lo lea.
-Oh, valiente pretexto. ¿Y si los demás se bajasen pornografía infantil tú también lo harías?
- Mira, entre mi madre y tú me estáis dando una semana…jo, yo sólo quería saber qué se siente desde este lado de internet y, bueno, también era todo un reto atreverme a enseñar las cosejas que escribo.
- ¿Te crees Sánchez Dragó o José Antonio Marina? Y encima con esa mierda de título… caracoles…vamos, no me jodas.
- Mira, que te den. Te estás pasando.

Esto es una crisis, para quien no lo sepa. Hay quien le da otros nombres mucho más feos: hepatitis, hernia, hipoglucemia… Yo creo que con éste es más que suficiente: una crisis y punto. Lo mejor que tienen estas movidas es que se superan (véase la foto) pero, eso sí, dejan cierta resaca. Así que, una vez medio superada la crisis mantengo que tener un blog es una responsabilidad que genera .gran cantidad de dudas, conflictos e inseguridades. Nunca lo vi desde esta perspectiva pero ahora lo creo firmemente.

De entrada, en una web 2.0 (yeah) tienes que posicionarte –no necesariamente etiquetarte, con posicionarse un poco es suficiente-: qué blog eres o, al menos, qué blog no eres. Luego está lo de mantenerse, no degenerar; y, bueno, pobre del que se pregunte ¿qué coño hago yo aquí, en la blogosfera ésta? y pille a su conciencia con un mal día, como me ha pasado a mí.

Pienso en el típico inventario de clases de blogs que todos hemos leído alguna vez (freaky, romanticón, cultureta, graciosillo…) y no me cabe la menor duda: el mío va de caracoles pero, ¿acaso esto es suficiente? No sé, chicos, no sé. Además, me inquieta pensar que, tal y como está el mundo, cualquier día puedo encontrarme con que familiares y amigos me han demandado por no respetar su intimidad.

Ay, una vez más, estoy consternada. No me malinterpreten, nada más lejos de mi intención buscar palabras de aliento para esta bitácora; se trata de un conflicto estrictamente personal y, además, ya he superado la crisis. El caso es que no sé si lo que estoy haciendo está bien o puede traer graves consecuencias o, lo que es peor, puede no traer ninguna. En fin, de esto sabe mucho más dios.

-¿De verdad vas a subir esto al blog?
- Pues mira, sí. Principalmente para que tú, maldita conciencia, no te quedes con la última palabra. ¡Chincha revincha!

¡Disfruten de este caluroso día, caracoles!

martes, 25 de marzo de 2008

Hay poesía en movimiento

“Mal asunto si recurrimos a las palabras para explicar las cosas” decía Pinker, un lingüista que en tercero de carrera me sacaba canas verdes y al que ahora, con el tiempo y la distancia, tengo en gran consideración. En Filología Hispánica o eres de lengua o eres de literatura y si haces las dos cosas eres el puto amo, como Pinker ( o no eres nada, evidentemente. La sociedad sigue sin ver con buenos ojos eso de la dispersión).

Un científico de pies a cabeza introduciría su estudio señalando la dificultad que entraña explicar el proceso de adquisición del lenguaje pero jamás comenzaría con “mal asunto si recurrimos a las palabras para explicar las cosas”. Y es que, el que sea de pies a cabeza, que tire la primera piedra.

Pinker es un científico y por ende tiene la mirada analítica de su realidad muy arraigada pero eso no excluye el hecho de que este hombre pueda ponerse sensiblón y decir que “mal asunto si recurrimos a las palabras para explicar las cosas”. Además qué mayor satisfacción puede sentir un lingüista al comprobar las infinitas riquezas del lenguaje. Comunica mucho más de lo que su estudio sobre el lenguaje exige. No sólo dice que es harto complicado explicar una cosa: el proceso de adquisición del lenguaje, dice –insisto- “mal asunto si recurrimos a las palabras para explicar las cosas”.
Yo leo esto y dudo entre acudir a mi cuaderno de Grandes tragedias de la vida o al de Grandes consejos para vivir mejor y también pienso en la canción “¡Ay! Poetas” de La cabra mecánica. Hay poesía en movimiento laralalá.
He de confesar que yo no soy una buena lectora de poesía como tal. Eso sí, me fascina la mirada poética imprimible en cualquier otra cosa que no sea sólo poesía, como hace Pinker y como hizo Alfonso, un caracol col col, esta mañana.

Antes de nada, démosle las gracias a Alfonso y a su paciencia por hacer posible que este texto llegue al blog. ¡Gracias, Alfonso!

Estos días he tenido problemas para conectarme a internet desde mi ordenador porque la dirección de mi IP estaba mal registrada y no cuajaba el asunto. El gran Alfonso, además de solucionar este percance, me ha explicado el tejemaneje de las conexiones de área local... Como de actriz tengo poco y Alfonso es un chico listo supongo se habrá percatado de que me he enterado del funcionamiento a medias. Sólo a medias.

El caso es que ha dicho una cosa que me ha encantao. Resulta que para acceder a internet no basta con tener el router o el módem (ignoro si hay algún cacharro de éstos más), también es necesario tener registrada la dirección correcta del servidor. De lo contrario, si no es la dirección correcta, tienes internet pero no sabes dónde ir y, claro, no vas a ningún sitio porque no tienes mapa. Ni destino. Es como si no tuvieses internet.

lunes, 24 de marzo de 2008

De cómo enderezar un lunes

Hoy es lunes 24 de marzo de 2008 y el reloj de mi ordenador marca las 10.35 a.m. Cuando Amelia, mi madre, entró en mi habitación sin importarle lo más mínimo que yo anduviese en mi ritual de primera hora de la mañana de café, cigarro y libro, el reloj marcaba las 9.15 a.m.

Sin tan siquiera darme los buenos días Amelia me comunicó que debía ir a comprar tocino para las habichuelas a la mayor brevedad y me hizo entrega de 10 euros para llevar a cabo la empresa. La situación me irritó un poco pero mientras me disponía a abrir el armario pensé “qué demonios, es mi madre. Quita esa cara de estreñida, Nata”.

El hecho de tener que dirigirme al armario para coger mis vaqueros me inquietó un poco, me extrañaba que en vez de haberlos guardado en su sitio habitual (la silla en la que ahora estoy sentada) los hubiese dejado en ese mueble grande e inútil. Busqué, busqué y busqué hasta que musité en un tono medio alto: mama, ¿has visto mis pantalones? Sí, hija, están secando. Anoche los cogí de la silla para lavarlos porque los bajos daban pena.

Sin mediar palabra, a las 9.19 a.m. abro la puerta de la calle y encamino mis pasos hacia la carnicería con la cazadora, los pantalones del pijama y las zapatillas de andar por casa. Regreso al domicilio familiar alrededor de las 9.35 a.m. y entrego la mercancía a mi madre sin dirigirle una sola palabra. Entretanto, pienso que Amelia no puede salir ilesa de este asunto y decido quedarme con la vuelta de los 10 euros (7.75 euros).

Me dispongo a retomar mi ritual -ahora con un café frío y un cigarro consumido- cuando Amelia repara en mi indumentaria.

- ¿Has ido así vestida a comprar?
- Mis pantalones están mojados, respondí sin vacilar ni un segundo.
- ¿Es que no tienes más ropa? ¡La madre del cordero! Esta niña está loca. Pero bueno, Nata, ¿cómo se te ocurre?
- ¿Cómo se me ocurre a mí? Perdona, ¿cómo se te ocurre a ti? Ayer te dije que los pantalones estaban limpios, ¿por qué coño los cogiste? Y, por cierto, ¿cuándo lo hiciste?
- Hija, habrá que lavarlos. Llevas cinco días con los mismos pantalones. Los cogí cuando pasé a bajarte la persiana antes de acostarme, dijo aplaudiendo su hazaña abriendo los ojos como platos.
- Libre, libre quiero ser. Quiero ser, quiero ser libre, le dije de manera aparentemente neutral mirándola fijamente a los ojos sin entonar la melodía de esta gran canción española.
- Mira, niña, ya me estás cansando. La libertad empieza de puertas para fuera, aquí está instaurada la dictadura de Amelia Mosquera y si no te gusta, ya sabes. Y ponte a estudiar de una vez, leñe.
- Bueno, ya está bien, ¿no? Tengo 23 años, ya no puedes mandarme a comprar, ni decirme lo que tengo que hacer o cómo tengo que vestir, ¿no lo entiendes?
- Chica, relájate. Venga, vamos a tomarnos una tila.
- No, mama, esta vez tus infusiones no te van a servir de nada. ¡Joder! para empezar es la segunda vez que haces habichuelas en menos de siete días, luego lo de entrar en mi habitación ¡y encima sabes que me da miedo dormir a oscuras!… intrusa, allanas mi territorio vilmente y te quedas tan ancha. No puedo creer que esto me esté sucediendo a mí.

Qué pasa, quieres que me vaya de casa, ¿verdad? Ya no soportas el humo de mi tabaco, ni que ensucie el microondas cada vez que lo utilizo… No te hacen gracia mis bromas, mis salidas vespertinas y mucho menos las nocturnas. Tú quieres echarme de casa y has decidido atacarme sutilimente, ¿no es así? En Estados Unidos a esto lo llaman “maltrato psicológico”, ¿sabes? Dictaduras, dices… no tienes corazón, madre.
-Anda, no digas más estupideces. Vete a tu habitación y tranquilízate.
- ¿Ves? Lo has vuelto a hacer. Uf. Me voy a mi habitación pero me voy porque yo quiero ¿está claro?

A las 9.52 a.m. pincho en Rosendo, abro la carpeta del directo “Siempre hay una historia” y pongo la canción “Flojos de pantalón” a todo trapo. Enciendo un cigarro. A las 9.56 a.m. enciendo otro cigarro con la mano derecha y con la izquierda me sujeto la cabeza mientras apoyo el codo en el escritorio. Estoy cabizbaja, la discusión con mi madre me ha dejado un poco conmocionada.

A las 10.02 a.m. me escondo detrás de la puerta de la cocina vestida con el disfraz de sol que mi madre cosió para mí en quinto de primaria y sin que pueda verme le digo casi susurrando: ¿Hacemos las paces, mama? Sabes que en el fondo soy un... acto seguido abro la puerta, doy un salto y me planto en medio de la cocina gritando: ¡sol!

Amelia se ríe, me abraza y, mientras nos tomamos una tila, me cuenta que las habichuelas son para mi padre, que le gustan mucho, y que a mi hermana y a mí nos va a hacer una berenjena rellena (una para cada una). A las 10.32 a.m. nos damos por reconciliadas y mi madre vuelve a mandarme a estudiar a mi habitación con una sonrisa juguetona en la boca que no me hace ni pizca de gracia. Con todo, vuelvo a mi habitación. A las 10.35 a.m., como ya dije, empiezo a escribir esta estupidez. Y ahora, a las 11.24 a.m., se me ocurre este título: De cómo enderezar un lunes.

¡Que tengan un buen día, caracoles!

sábado, 22 de marzo de 2008

Querido P.

El comentario que ha dejado nuestro amigo P en Con tacones y a lo loco me ha alarmado de tal manera que me he visto obligada a responderle en una entrada nueva para evitar que los P del mundo que visiten este blog y no lean los comentarios sigan viviendo en tamaño error. ¡Hay que acabar cuanto antes con esta gran confusión! Agárrense, por favor: la misión de la mujer en la tierra ya no es proporcionar felicidad al hombre.

Querido P, siento comunicarle que adolece usted de una enorme falta de sensibilidad del universo femenino de hoy en día. Las mujeres del siglo XXI pretenden dominar el mundo, con decirte que a mí me dan más miedo que ese mindundi de Bush… Sus antecesoras, entre las que supongo también habría alguna que otra inepta, comenzaron una lucha por la no discriminación entre sexos y ahora ellas han degenerado la causa hasta límites insospechados.

Hay que hilar muy fino para unir la discriminación positiva que todo lo inunda actualmente con el plano sexual pero, al final, encaja. Vayamos poco a poco:

Como nadie haga algo pronto, la mujer del siglo XXI acabará incluso con la tradicional postura del misionero. ¡Menuda desfachatez! qué manera tan vil de someternos a ellos, habrá(n) dicho alguna(s) de ella(s).
La mujer de ahora no sólo tiene que imponer sus reglas en la cama abriendo y cerrando fronteras a su antojo, además, la mujer de ahora no debe intentar complacer a su acompañante bajo ningún concepto o será tachada de esquirol por las demás. Es aquí, querido P, donde podríamos entender que la señorita Cerruto hace su gran aportación a la causa: las mujeres disfrutan más del sexo que los hombres.

A partir de ahora, llegado el momento del “¿te ha gustado?” La mujer del siglo XXI aprovechará para clavar su estoque final diciendo “por suerte, hoy llevé mis tacones de aguja durante todo el día y, a pesar de tus ridículos esfuerzos por satisfacerme, pude llegar al orgasmo”.

Me juego el brazo derecho a que finalmente este colectivo, el de la mujer del siglo XXI, acaba vendiéndonos el onanismo y la fecundación in vitro como la solución perfecta para ganar la tan mal entendida lucha por la igualdad de género. Y que me corten el izquierdo si alguna vez dejo de ser un caracol y me convierto en una mujer del siglo XXI.

Con tacones y a lo loco


La uróloga Maria Cerruto asegura en su estudio que usar tacones de aguja mejora la salud en general y la vida sexual en particular, ¿qué les parece? Mis zapatillas, los elevados conocimientos sobre urología adquiridos en el día a día y yo leemos este artículo y pensamos que se trata de una soberana estupidez. Hasta la fecha, nosotros tres (mis zapatillas, mis conocimientos sobre urología y yo) estamos más que satisfechos con lo vivido, con lo gozado, y no queremos creer que unos incómodos fetiches como esos puedan incrementar lo más mínimo nuestra felicidad.

Ahora bien, es incuestionable que el ser humano siempre quiere ir a más y no puedo dejar de considerar las palabras de la uróloga italiana; aunque no consigo imaginarme calzando tacones de aguja en busca del orgasmo de los orgasmos, asumo que este artículo marcará un antes y un después en mi vida en general y en mi actividad sexual en particular.

Les puedo asegurar que el punto de inflexión no lo marcarán esos zapatones negros que no pienso comprar en la vida, se trata más bien de la certeza de que en más de una ocasión acabaré compadeciéndome de mí misma: lo he pasado bien, pero podría haberlo pasado mucho mejor.

Así que, sin más ni más, me voy a mi cuaderno de Grandes tragedias de la vida y después de “578. El pelo crece demasiado despacio” apunto “579. Negarse a usar tacones de aguja”.

Estoy realmente compungida. Sobre todas las cosas, me entristece pensar que mi gran amiga Sonia ya sabía de los estudios de la señorita Cerruto y nunca me dijo nada. Mi amiga colabora en el programa de radio Pandémica y Celeste, es la creadora y conductora de la sección Tacón de aguja ─título a todas luces premeditado─. Aparentemente ella se encarga de contar cuentos, subliminalmente, Sonia anima a todas las mujeres del mundo a que usen tacones.

Sonia me ha ocultado información que ella conocía y podría haberme abierto horizontes nuevos. En mi mano está usar o no usar tacones pero ella, como amiga, como persona que debe hacer lo que esté en su mano para proporcionarme satisfacción, plenitud y felicidad debería haberme hablado de la señorita Cerruto cuando tuvo noticia de ella. ¿Para qué si no están los amigos? Para proporcionar satisfacción, plenitud y felicidad en la medida de lo posible, no cabe duda.

Por si fuera poco, Sonia no sólo no se une a mi estoica causa, sino que, además, ella baila tango y ─hasta donde yo sé─ el tango no se baila con zapatillas, ¿me equivoco?

jueves, 20 de marzo de 2008

la procesión del silencio


Mi hermana me la ha vuelto a jugar y esta vez se ha pasado siete pueblos. El plan era ir a ver la procesión del silencio; bueno, concretamente íbamos a ver a Antonio, su futuro esposo y trompetista de “La sangre de Cristo” (lo de los nombres de estas movidas religiosas bien merece otra entrada en el blog).

Hagamos un flash back:

-Nata, ¿te vienes conmigo a ver la procesión?
-¿Qué te hace pensar que mi respuesta va a ser afirmativa?
-Venga, por fa.
-Gracias por la invitación pero prefiero santificar las fiestas a mi manera y esta noche me espera una arroba de calimocho en la casa de Isa. ¿y Marina?
-Marina ha perdido el tren, viene mañana.

Y entonces mi hermana pone esa cara que sólo ella sabe poner y nos vamos a la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.

Seguimos con la historia.

Ana sabía que yo nunca había visto el comienzo de una procesión, por eso no tardó en hacerme saber que la que íbamos a ver era muy hermosa: los costaleros sacan la imagen de Cristo de rodillas (¡de rodillas!) porque no cabe por la puerta de la iglesia. El caso es que nos hacemos con nuestro trocito de acera, desenfundamos nuestra bolsa de pipas aguasal y vemos pasar la procesión con saeta incluida. Saludos y sonrisas a mi cuñado que, la verdad sea dicha, era el que mejor tocaba y sin pena ni gloria nos volvemos al coche.

Yo iba frotándome la barriguita barajando los posibles lugares en los que mi hermana iría a invitarme a cenar. Cruzaba los dedos por una ensalada china en La casa de Lam, aunque de buena gana también me apretaba una ración de chipirones en Casa Sancho sin hacerle ascos a un revuelto de gambas en El Francisco. Empiezo a alarmarme cuando nuestro Wolswagen no se dirige hacia ninguno de estos tres lugares y pongo el grito en el cielo cuando intuyo un intento de aparcamiento por parte de mi hermana en la calle El Bonillo.

-¿Dónde vamos? -Pregunto tímidamente temiendo su respuesta-.
-Ea, a ver la procesión.
-Pero si ya la hemos visto.
-Nata, sabes de sobra que, cuando sale Antonio, siempre sigo la procesión.
-Jo, pero ya le hemos visto.
-¡Nata!
-Llévame a casa -me faltó decir que me dolía la cabeza para parecer una esposa cualquiera con la libido en los pies-.
-Ay, qué cosas tienes. Venga, vamos.

¿Saben cuántas veces vi la procesión del silencio? Cinco. Cinco veces. Ni el vía crucis hace tantas paradas, vive dios.
Lo mejor vino cuando los costaleros-rodilleros terminaron su paseo y guardaron de nuevo a la virgencita en la iglesia. ¿Dónde te llevo, Nata? Nosotros vamos a cenar con la banda al Rincón de Perico. ¿Cómo? Ni casa de Lam, ni Casa Sancho, ni El Francisco. ¿No piensa invitarme a cenar? Y lo que es peor, ¿me va a dejar inflarme a vino teniendo el estómago vacío?

Efectivamente, me dejó inflarme a vino teniendo el estómago vacío y ahora ella está más fresca que una rosa contándole a mi madre cuánto se rió en la cena con “La sangre de Cristo” mientras yo estoy a punto de morir en mi habitación. Eso sí, que se joda, la comida en el Rincón de Perico es poco menos que vomitiva y del servicio, mejor no hablar.

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Seguramente mañana me toque chuparme otra comparsa de éstas así que me reservo las impresiones de sobre la procesión del silencio para juntarlas con la de mañana.


lunes, 17 de marzo de 2008

La vida en La Mancha





A puntito de claudicar en esto de la búsqueda de empleo y declarada "parásito oficial del reino", no cejo en mi empeño de encontrar “la gran beca” que me mantenga hasta que llegue la época estival.

Desafortunadamente, mis visitas a la página de la UCLM tienen los días contados, dentro de poco modificaré mi carné de la biblioteca para ser un usuario externo y, chau, se acabaron los vínculos. Mis búsquedas han de ir por otros derroteros: no soy becaria del M.E.C., no estoy matriculada en nada, tampoco formo parte del Personal Administrativo y de Servicios y, por lo tanto, no puedo optar a ninguna de las suculentas ayudas que se ofertan desde la universidad.

¿Y dónde me caigo muerta yo ahora, eh?

Ahora me trago orgullos y principios a cucharadas y pincho en el Instituto de la Mujer Trabajadora; se rumorea que hay convocados unos cursos de idiomas muy bien becados (económicamente hablando).


Miro mi monedero y él me mira a mí, parecemos dos amantes que nunca acaban de ofrecerse todo lo que podrían. Él sólo sabe guardar papelajos y azucarillos y yo llevo tanto tiempo sin abrir la cremallera de su bolsillo interior... Bueno, vamos a lo que vamos, que el hecho de que mi monedero y yo no atravesamos un buen momento no es ninguna novedad. El caso es que lo miro y vuelvo rápidamente mi cabeza al ordenador para que nada me detenga, para actuar sin pensar. Hay una oferta, yo la demando. Lo demás tiene que darme igual.

Espero que no haya que ser mujer maltratada, mutilada, divorciada o madre de siete hijos para poder optar al curso y espero ingenuamente que no sólo haya que ser mujer para que entonces la ira infundada que profeso contra estos estúpidos organismos se convierta en prejuicios de una ignorante y no pase a ser una ira con fundamento.

Como espero ustedes comprendan, haré cuanto pueda para conseguir una de estas becas porque a la fuerza ahorcan y yo no tengo ni pa tabaco. Y saben qué es lo que peor, lo peor es que soy consciente de que ésta es sólo la primera vez. ¿A cuántas estupideces tendré que someterme para mantener la inofensiva y hedonista vida que pretendo? Seguro que a tantas que llegaré a olvidar que pretendo una vida inofensiva y hedonista.

La vida mancha, perdón, la vida en La Mancha.

sábado, 15 de marzo de 2008

¿Cómo están ustedes?

La prima Marta está triste, tía. Esos son los buenos días que me ha dado mi sobrina Nerea esta mañana. Marta no está triste, tiene fiebre porque está constipada. Ya, tía, pero también está triste. Ea. Hay que ver cuánta sensibilidad gasta la niña.

Hace un par de años, Nerea, sobrina y vecina, entró en mi casa y sin mediar palabra apoyó la cabeza en las piernas de su abuela. Mi madre rompió lo que estaba siendo un largo silencio para preguntarle qué le pasaba y Nerea sólo contestó “estoy triste, ¿me haces suavitos en la cabeza?”. No había discutido con su hermana Reme y tampoco su madre, Milagros, la había regañado esta vez. Nadie hasta ese momento había apreciado que la pequeña Nerea estaba sumida en una profunda tristeza provocada por dios sepa qué.

Los que escuchamos las clases de Joaquín González Cuenca aprendimos demasiado pronto que el ser humano está solo en el mundo; lo aprendimos siquiera sin haberlo experimentado aún. No nos sublevamos lo suficiente cuando un “¿cómo estás?” no era una pregunta como tal sino la introducción a un diálogo cualquiera y la respuesta tenía más de cuestiones académicas y laborales (esto es, insignificantes) que de estados de ánimo. Debimos habernos sublevado más y hoy contestaríamos un “¿cómo estás?” como corresponde, sin un condón en la boca.

Estoy segura de que si ustedes conociesen a Nerea la apreciarían de la misma manera que yo, que la compadezco y la admiro a partes iguales. A esta chica le queda mucho por sufrir pero saber salir de su coraza y decir “estoy triste” le evitará posibles úlceras. Ojalá nunca le falten unas piernas sobre las que apoyar su cabecita en los días de sol dormido.
Por mi parte, de un tiempo a esta parte creo en la autosuficiencia absoluta que hay dentro de cada cual pero no cabe duda de que sin unos buenos oídos que escuchen que “estoy triste” no valemos nada porque somos solos en el mundo pero estamos con más gente.

Así que, una vez más, ¿cómo están ustedes? Caracoles de mi corazón, hay que ser felices y si no es el caso pues habrá que arrastrarse, como caracoles que somos, hasta llegar a las babosas que mejor suavitos hagan.

viernes, 14 de marzo de 2008

Más de cien palabras

Hoy estoy sola en casa. Me he levantado, he hecho un café y me estoy fumando un cigarrito recordando la época en la que estar sola en el hogar paterno no era síntoma de dicha y satisfacción. Ni para mí ni para mis hermanos, que tenían que trazar verdaderos planes de estrategia para evitar hacer las veces de canguro conmigo hasta bien entrada la adolescencia.

El período más duro fue en sexto de primaria. Yo salía del cole a las 12.30; Ana, mi hermana, terminaba el instituto a las 14.20 y mi madre y mi hermano Raúl llegaban a casa a eso de las cuatro. En esa época sólo nosotros estábamos en casa durante la semana, fue la época en que a mi Raúl le entró la loca de vender ropa medio hippilla en los mercadillos de los pueblos de la Mancha.

¿Qué podía hacer una miedica como yo en esas dos horas de profunda soledad? Algunas veces me iba a casa de mi vecina, la Mari, a esperar religiosamente la llegada de mi hermana, otras retenía en el colegio a Silvana, compañera de pupitre, con cualquier juego como excusa o directamente me iba al parque de las señales a ver cómo mataban lagartijas el hijo de la Mari, Julianín, y sus amigos.

La culpa de todo la tienen mis cinco hermanos, sin excepción alguna que valga. Nunca estaban tan unidos como cuando se trataba de torturar la existencia de su indefensa hermana pequeña. El hombre del segundo piso, el del primero, el ratoncito Pérez que muerde, los debajo de la cama y detrás del armario y no sé cuántas cosas más hicieron que escenas tan sencillas y cotidianas como bajar la basura fueran un verdadero suplicio para mí.

Ahora bien, sin duda alguna, la que mejor se lo pasó modelando a esta pequeña criatura que ahora les escribe fue mi hermana. Ella nunca me asustó demasiado, ella sólo quería pasa un buen rato; entre otras motivos porque sabía que si me ponía a llorar era a ella, dos años mayor que yo, a la que le caería la regañiña de turno. Comprenderán que durante mi infancia fui la acusica número uno, ¿no?

El caso es que, como les digo, Ana me hacía creer cosas disparatadas que en más de una ocasión me hicieron ser el hazme reír de Julianín y sus amigos. Soy consciente de que tener por hermana a una niña cuyas dos actividades principales eran hablar o llorar no tuvo que ser muy llevadero y también soy consciente de que la imaginación de Ana no conoce límites.

La muy pendeja no tuvo otra que convencerme de que si decía más de 100 palabras al día me explotaría la cabeza. ¿se puede ser más mala? Por dios, apenas sabía contar en aquella época. Mi hermana me dijo que no se lo podía decir a nadie pero yo no supe guardar el secreto, no podía consentir que sólo ella y yo nos salvásemos, así que no tardé en ir a contárselo a mi madre. No sé si llegaron a castigar a mi hermana, Amelia en este tipo de asuntos siempre apostó por el diálogo, como Zapatero; pero sí recuerdo que yo estuve un tiempo con la mosca detrás de la oreja intentando decir todo lo que quería con las menos palabras posibles.

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Más de cien, más de mil. ¿Quién se va?

martes, 11 de marzo de 2008



Estoy leyendo La historia del silencio de Pedro Zarraluki. Es especatular cómo este hombre describe las miserias humanas más cotidianas; utiliza en sus textos una equilibrada mezcla de comicidad y sensibilad tal que no puede menos que acercarnos al patetismo de todo personaje (de todo personaje) con cierta ternura.


Recuerdo los jueves universitarios en los que, entre risas y calimochos, comentábamos que el lugar elegido para hacer el botellón no era nada casual, más bien era el preludio a nuestro futuro: el parking de la oficina del desempleo, con dos cojones. Pero la vida ríe la última y, claro, ríe mejor. Así que, efectivamente, ahí me las tuve que ver hace unas semanas.
Con el tiempo he aprendido que con buen rollito todo va mejor, por eso no tuve otra que plantarme en el centro de la sala de ofertas de empleo donde cuatro funcionarios
dispersos -espacialmente dispersos, no sé si mentalmente también- me miraban. "Quiero un trabajo", grité a la manera de Leonardo Dicaprio y su "Soy el rey del mundo". Ellos se rieron con la seguridad que imprime tener el culo en un asiento que sabes será tuyo durante muchos años y yo con cara de "a pesar de mi sonrisa, no estoy de broma. Quiero un jodido empleo de no muchas horas y con un sueldo digno".
Una señorita me invitó a su mesa para que, delante de una pantalla, viésemos si podíammos solucionar mi futuro laboral de alguna manera.

-¿Qué tipo de trabajo buscas?
-¿Hay alguna vacante como rey, reina, príncipe o infanta?
-Me temo que no.
-Es una lástima, jo.
-¿Tienes estudios?
-Licenciada en Filología Hispánica.


Y se rió; pero yo me reí más. Ella sabrá de oídas qué salidas tiene la que ha sido mi carrera pero yo, que estoy dentro de ella, las conozco a ciencia cierta, por eso me reí mucho más que ella.
Inés, que así se llama la señorita en cuestión, me comentó que necesitaban camareras en Obelix y en un hotel que abrirán dentro de poco en Ciudad Real. ¡Si sabes idiomas quizá puedas entrar como recepcionista! Guau, muchas gracias, Ines. Vaya puta mierda me ofreces, niña.
Sigo sin trabajo y, en resumidas cuentas, mientras el Estado se da cuenta de que la educación pública me necesita quiero pensar que con mi título de licenciada en Filología Hispánica puedo serle útil a escritores como Pedro Zarraluki inspirándole alguno de los personajes de su próxima novela.






lunes, 10 de marzo de 2008

The paradox of choice


Why more is less? se pregunta el psicólogo Barry Schwartz. Pues porque somos unos insatisfechos, dice. El caso es que en esta conferencia de una horita y en inglés el tío viene a decir que el hombre no sabe cómo emplear su libertad de elección.

Yo sigo sin saber qué coño hacer con mi vida pero viene este hombre tan simpático, me dice que se trata de la paradoja de la elección, que el nivel de la parálisis asciende proporcionalmente al número de opciones, y el cuerpo va de otra manera.

Por eso este año votó más gente.

Con todo, gracias a los del voto útil (muy sensatos y prácticos todos ellos) porque entre lo malo y lo peor nos quedamos sólo con lo malo. Y eso, con todo, es un gran alivio.

domingo, 9 de marzo de 2008

el club de la serpiente

La imprecisión de mi entrada anterior y los escasos conocimientos sobre las necesidades de los caracoles que nos supongo a la gran mayoría de los aquí lectores me conducen a contarles el blog que había en mi cabecita antes de meterme en www.blogger.com. Y es que, antes de decantarme por "un mundo mejor para los caracoles", escogí "el club de la serpiente" porque antes de crear un espacio para cubrir alguna que otra querencia de estos moluscos quise crear un rincón para que ustedes y yo vertiésemos nuestras inquietudes culturales y nos recomendásemos cosejas. Pero no a la manera del verdadero Club de la Serpiente de Rayuela. Uf. Esos personajes se la pasaban hablando de jazz y de libros raros sólo conocidos por Cortázar y cuatro más. No, señor. Mis pretensiones son mucho más modestas.

Ah, vean por qué no pude escoger www.elclubdelaserpiente.blogspot.com. Grñññ qué rabia, oigan... Lül abandonó su blog en enero de 2006, jo.

En fin, mi madre dice que puedo hacer con el mundo lo que me dé la gana pero yo, que no soy mi madre, para no crear grandes expectativas que podrían verse truncadas (o no) les confieso que no tengo ni la más remota idea de lo que puede salir de aquí.

Y dicho esto, hágase www.unmundomejorparaloscaracoles.blogspot.com

sábado, 8 de marzo de 2008

Cuando mis sobrinas abren la boca, tiemblo. Dios sepa qué van a pedir por esa boquita que no conoce límites de ningún tipo. Miren si no lo que me dijo el otro día Andrea: a sus cinco primaveras la niña solicitaba amablemente mis servicios para construirle un mundo mejor a los caracoles.

La tía en cuestión detesta todo tipo de animales –aquí debería decir de mi animadversión para con el hombre en tanto que animal, dármelas de interesante y bla bla bla pero, ustedes perdonen, mi sentimiento hacia los bichos no tiene nada que ve con mi sentimiento hacia los bichos-. En fin, el caso es que, tratándose de caracoles y de Andrea, me puse a cavar pequeños agujeritos en la tierra para que los moluscos pudiesen dormir a placer.
Fin de la historia, según mi sobrina, nuestra misión empezaba y acababa ahí.


Sirva la anécdota para introducir, presentar y titular este nuevo espacio concebido para alojar todo aquello que, de alguna manera, pueda mejorar la vida de cualquier tipo de babosa.


Foto: Andrea