Pues ya estoy en la estepa manchega, caracoles. Les escribo desde Socuéllamos y de bueno les cuento que, antes de dejarme arrastrar por la agonía del "¿y ahora qué?", he decidido tomar ciertas medidas para empezar mi nueva vida con energía y entusiasmo: nada de agobios, me digo.
Para llevar a cabo la empresa voy a reforzar aún más mi faceta caracol y, en líneas generales, me voy a dejar llegar. Con lo primero quiero decir que me entrego al hecho de regresar al nido paterno con una mano delante y otra detrás con toda la ilusión que me cabe en el pecho y con unos objetivos, ya saben, claros pero imprecisos.
Mi madre y yo hemos establecido una especie de contrato verbal mediante el cual ella se compromete a facilitarme una cama (afortunadamente mi antigua habitación sigue libre), comida (ambas estamos convencidas de que un puñadito de arroz más no va a hundir la economía familiar) y el acceso ilimitado al cuarto de baño, con champú y gel incluidos.
Yo,a cambio, me comprometo a regalarle la mayoría de mis sonrisas cada mañana. le diré una y mil veces "qué guapa estás, mujer" porque, sencillamente, la miraré con buenos ojos. La animaré a irse a la huerta con mi santo padre o a quedarse en casa según las apetencias que detecte en sus ojos. La vida se me irá en escuchar todo lo que ella me diga y en que ella se sienta escuchada. Esto es, en la medida de lo posible, mi parte del contrato consistirá en intentar contribuir positivamente a la felicidad de Amelia, mi madre.
Y ustedes, ¿están interesados en tener un caracol en sus casas? Miren que puedo repartirme, eh. Bueno, considérenlo y ya me dicen.
Para dejarme llegar felizmente, decidí limitiarme a examinar el espacio y a las personas que lo ocupan. A escasas veinticuatro horas en La Mancha, mis sobrinas ya me han contado sus excursiones a la granja escuela de Daimiel (que, según puntualiza Marta, está más lejos que "luna de miel") y he establecido diferentes contratos similares al de Amelia con otros miembros del clan de los Alarcón Mosquera: ordenador con internet a cambio de clases de inglés para Reme, por ejemplo.
Les cuento también que en mis consanguíneos he encontrado el hombro en el que apoyar mi cabeza y he recibido las precisas palabras de apoyo y comprensión que, sin duda alguna, me ayudan a recobrar la fuerza cuando pienso en Janet y en todos esos motivos que también me sobraban para quedarme. Ellos me dicen: Normal, Nata, si es que los alemanes son unos resabidillos que nos miran por encima del hombro. Son unos hijos de su madre, Nata. Ésta es la traducción apta para menores de edad de los mensajes de aliento de mis hermanos, caracoles.
Y yo me debato entre dejarme llevar por la experiencia intercultural (la retroalimentación en lo referente a perspectivas de vida en general) o tirarme por lo sencillo y limitarlo todo a esa pequeña parte en la que tiene cabida la opinión generalizada sobre España en Alemania: un país atrasado donde uno puede pasar unas buenas y despendoladas vacaciones.
Pero como eso no es todo, amigos, me resisto a reducir mi experiencia entre alemanes a esa impresión que, ciertamente, tiene su parte de verdad. Y es que, ya lo sabrán ustedes, pero son cien mil las vueltas que nos dan en educación, infraestructuras y transportes. Son la leche, vaya. Se respira, además, una consciencia ciudadana que quita o pone el hipo, según la sensibilidad del individuo.
Del individuo. Éso es con lo que me quedo yo, con la experiencia de un individuo entre individuos. Confirmo, una vez más, el fatal error que contienen las generalizaciones y los prejuicios (así de mis consanguíneos como de los "resabidillos") y sobre todas las cosas, como les digo, me quedo con la experiencia de un individuo entre individuos.
Y sin embargo, ello no impide el hecho de que -aquí, ahora y con todo- se me escape una sonrisilla que me dice: Joder, cómo me gusta España.
Criminal
Hace 4 horas
3 comentarios:
leches...ya estás en españa...
pues yo sé de una que necesita un caracol...así que repártete un poco por Toledo también...
un besaco, nata...
mayte
Pues la semana que viene estaré por allí, maytuca. ¡Hablamos!
Ya está bien de experiencias culturetas, disfruta un poco tiempo de las cosas más sencillas, más baratas y más valiosas: Estar con la gente que quieres y querer a la gente con la que estás.
Un beso virtual, aunque ya te lo he dado en persona.
Montse
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