Y al final tuvo que correr cuando la vida dijo “ven”. Tomó el sendero sin saber que se alejaba para no volver. Dulce pero cruel. Le puede pasar a cualquiera, le va a pasar a cualquiera y ahora le ha pasado a él, sin más. Luchó contra gigantes, vivió en una desordenada habitación y pasó tres mil noches (quizá más) con Marga.
Caminos infinitos, Antonio, no lo olvides. Infinitos a tus pies. De la cima al socavón, hay caminos infinitos para encontrar otra luz de cruce, otra señal de bus y recuperar cada uno su razón. Tu desordenada habitación.
Vive la inmortalidad. ¿Sigues amando al tiempo y a su elasticidad? Mágico entender. Sólo el silencio dará las palabras. Palabras. No temas, Antonio. Nunca debiste temer a la inmensidad, somos muchos los que oímos tu voz y los que la seguiremos oyendo. El día más inesperado verás redimidos tus pecados, si es que no te los redimiste ya. Qué bueno que aprendieses en vida a hacer tu hogar en cualquier sitio, ¿no? Hasta en el de tu recreo, que ya es mucho decir.
Ay, si tu supieses cuánta presencia han tenido tus canciones en mi vida, Antonio. Y te mueres sin probar la paella de mi madre, hay que joderse. Me dejaba llevar por ti, ¿sabes? En fin, al menos ya nunca volverá a pasar el otoño por Madrid.
Caja B
Hace 2 días
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