No me pregunten cómo ni por qué, caracoles, pero “Más de cien palabras” se ha llevado el tercer premio en la modalidad de relato del Certamen “Jóvenes Artistas de Castilla-La Mancha” de este año y estoy haciendo un verdadero esfuerzo por sobrellevar este asunto con caracolidad, caracoles.
Quizá se pregunten por qué me sirvo de la sección “¿Qué no arreglará la paella de mi madre?” para contarles esto. ¡Si en “Más de cien palabras” hay ensaladas de fantasía, no paellas! Pues muy fácil, caracoles: porque sin ella, ni de coña. Porque también sin el aliento y las exageraciones de Amelia, sin sus arroces, es poco probable que yo hubiese empezado a caracolear algún día, con todo lo que ello supone.
Mi madre conserva en el segundo cajón de su mesita todos los panfletillos en los que yo escribía algo así como eslóganes cuando tenía ocho o nueve años: “yo no soy mejor que tú, lo sé”, recuerdo le decía un punto blanco a un punto negro en una de esas cuartillas. Amarillas y con tachones las más antiguas, en Courier New las más recientes, Amelia guarda todas y cada una de las cartas que le he escrito. Que son muchas, muchísimas.
Yo nunca le dije nada, por eso ignoro si ella supo alguna vez cuántas horas pasaba en el escritorio perpetrando cartas a destinatarios ficticios y cuántas estudiando realmente cuando vivíamos bajo el mismo techo. El caso es que Amelia siempre aprovechaba cualquier ocasión por mínima que fuese para decirme “qué bien escribes, hija”. Fue muy poco antes de que mi sobrina me pidiese ayuda para construirle un mundo mejor a los caracoles que yo le dije por primera vez “mama, no imaginas cuánto disfruto escribiendo”.
Y ahora, dentro de las preguntas de rigor de nuestras conversaciones telefónicas, antes o después del qué has comido o qué vas a comer, me pregunta qué ando escribiendo ahora y siempre acaba con la misma frase: hija, tú no dejes de escribir.
Es como si comiese su paella todos los días o, al menos, los días en que caracoleo o me enredo con cualquier otro texto. Aunque esta semana no les haga una crónica de nuestro viaje en sentido estricto, háganse a la idea de que mi madre cocina todas las mañanas una paella para mí y eso es lo que me da la vida. Sus ganas de verme vivir y animarme a empezar o a seguir cualquier locura o sinsentido, como podría ser Un mundo mejor para los caracoles, son mi punto de apoyo. No me cabe la menor duda de ello, de verdad que no me cabe.
La llamo inmediatamente para decirle eso, para decirle
- Mama, ¿te acuerdas del cuentecico de las dos hermanas?
-Claro que me acuerdo, hija.
-Pues me han dado el tercer premio.
Y su risa nerviosa no la deja hablar durante unos segundos. ¿Ves como no es amor de madre? Hija, tú no dejes de escribir.
Aquí les dejo el relato por si quieren echarle un vistacillo, caracoles: Más de cien palabras
Caja B
Hace 2 días
13 comentarios:
enhorabuena, CAMPEONA!! ;)
Eadem idem. Enhorabuena, escritora!!!
¡Enhorabuena, Nata! Y tú no dejes de escribir... (¡qué grande Amelia!).
Besos,
Bea.
Jo, muchas gracias. Vaya tela
Parece que el enlace a "Más de cien palabras" no turula... Estoy intentando solucionar el problema, ¿alguien sabe cómo subir un pdf a internet, así, a secas?
Prueba con Divshare
http://www.divshare.com
Sólo tienes que crear una cuenta gratuita (las hay de pago) y subir el archivo. Luego te darán un enlace para pegarlo por aquí y podamos leer el relato.
Un abrazo.
Gracias, agnóstico!!
Por lo que veo Divshare también es una buena opción pero Otto ha solucionado el problema hace un ratillo, aquí está el enlace directo al texto:
http://carlosotto.wordpress.com/files/2009/06/mas-de-cien-palabras.pdf
El enlace también funciona ya desde el post
GRacias, Otto! y lo dicho, gracias agnóstico!
me he quedado sin palabras..
que relato tan bonito...
creo que me pasa un poco como a ana, que a veces soy huracán y otras ventisca...
enhorabuena (otra vez) por el premio :-)
Laurita
Enhorabuena
Me ha encantado el relato, no tengo palabras.
Mi más sincera felicitación por el relato y por el premio.
Un beso
¡Gracias Laurita!
¡Gracias Esther!
Jo, gracias de verdad
Al fin pude leer tu relato y el de Manu. A él ya le he dicho, y a tí... pues que me ha encantado. La historia me suena familiar y me ha mantenido enganchado hasta el final, además de lo agradable que es leerla.
Enhorabuena.
¿La historia te resulta familiar! Pues no entiendo porqué :)
Efectivamente, cuando éramos niñas, mi hermana me dijo que si decía más de cien palabras me explotaría la cabeza.
Eso sí, que conste que eso es lo único 100% autobiográfico de todo el cuentecico. Bueno, vale, y una madre y una hermana... Ea.
Jo, muchas gracias, agnóstico.
El de Manu es brutal, me ha gustado mucho
Por cierto, agnóstico, sabías que no puedo comentar en tu blog... Escribo y acepto pero mi comentario nunca llega a propalarse en tu página por razones que, por supuesto, desconozco
La historia de los cambios repentinos de temperamento me resulta familiar... y no por mí, que procuro mantener cierta estabilidad o, al menos, transiciones más suaves. Pero me suena. Luego te cuento.
En cuanto a los comentarios en "La mancha..." no tengo ni idea. Como no sea algo con las letritas esas que hay que poner del "antispam"... Voy a mirarlo y si no lo llevaré al taller de blogs.
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