sábado, 4 de julio de 2009

De calcetines de colores

Qué cierto es eso de que en la vida uno nunca deja de aprender cosas nuevas, ¿verdad, caracoles? Durante este par de meses, mi cabeza ha trabajado a su antojo para insertar la estancia en Alemania dentro del continuum de mi biografía: las cosas buenas, las malas, las regulares, las bonitas, las sorprendentes, las feas, las finitas e infinitas. También he hecho lo propio con los recuerdos y los conocimientos adquiridos y en cuanto al día a día, me ha quedado el contacto con Aga, Funda y Manon y, bueno, sigo dándole vueltas a lo de Janet muy de vez en cuando.

Yo pensaba que, de mi paso por Alemania, había quedado eso, unas cuantas buenas amistades y un mar de recuerdos sobre los que trabajarme. Ahora resulta que la cosa no acaba ahí y es que Alemania, Barntrup y Deutsche Bank han aparecido de nuevo en mi vida para darme una gran lección: si no vas a utilizar una cuenta corriente nunca más, cancélala.

¿Qué opinión les merecen las casualidades, caracoles? ¿Creen en el destino o en la suerte, sea ésta mala o buena? ¿Alguna vez les ha pasado que han pensado en alguien a quien no ven desde hace tiempo y al rato se lo han encontrado por ahí? Estas cosas pasan, no solemos darles demasiada importancia (o sí), pero suceden con cierta frecuencia.

A juzgar por lo sucedido esta semana, todo parece indicar que Casualidad, Destino o Suerte han ido corriendo la voz y todo el mundo se ha enterado de que tengo un empleo que me compromete a prostituir mi esfuerzo a cambio de dinero y es por eso que esta semana me han aparecido deudas hasta debajo de la cama. Esta semana, la banca en general ha decidido darme una serie de clases magistrales que estoy segura no olvidaré en la vida y, como a mí me gusta aprender, intento encajar el golpe de la mejor manera posible.

El origen de mis números rojos ha sido la ignorancia, así que podría decirse que, de alguna manera, no me está mal empleado por listilla y confiada. Ahora sé cuál es la diferencia entre una entre una tarjeta de débito y una de crédito, ahora entiendo por qué es bueno hacer uso de la opción “consultar saldo” y cerciorarse del rumbo de tus números y, sobre todo, saber si esos fondos de los que vas tirando son reales o ficticios, con la aplicación de elevados intereses que ello supone. Sumo y sigo: nunca más volveré a dejar una cuenta corriente abierta si no entra en mis planes volver a utilizarla y me cercioraré del modo de pago cuando haga una compra por internet. Palabrita del niño Jesús.

Cuánto he aprendido esta semana, caracoles.

Hay situaciones en las que los tinos o desatinos de Casualidad, Destino o Suerte tienen mucho más jugo, para bien o para mal. Sin embargo, cuando de dinero se trata, el asunto tiene poca chicha que cortar, ¿no les parece? Un día te regalan mil euros por escribir más de cien palabras y otro, te comunican que has cometido el error de ponerte un calcetín de cada color y ello supone una sanción económica de entre 200 y 600 euros (a determinar en función del tamaño del pie). El efecto dominó sigue su curso y entonces se te hace saber que ese desajuste en tus pies (¡Un calcetín de cada color!) ha aumentado la actividad de tus glándulas sudoríparas y has superado el límite de transpiración permitido por la ley. Entonces blasfemas, pero ni tan siquiera consigues desahogarte del todo porque en ese preciso momento en el que recorres los árboles genealógicos de dios y de todos las personas con corbata (incluyendo a sus mascotas), un policía pasa por ahí y te multa por contaminación acústica y lingüística.

Y tú que te tenías por una persona cultivada, con ciertas dotes intelectuales y espirituales, por obra y gracia de Casualidad, Destino o Suerte te encuentras alienada por el síndrome de Peter Pan. Tú que tan poco estimas a los quedan anclados en los años del chupa chups y los dibujos animados, te descubres implorando volver a medir medio metro para refugiarte en las piernas de tu madre.

Entonces tu madre, por obra y gracia de Casualidad, Destino o Suerte, te llama para decirte que Edurne ha nacido: madre e hija se encuentran perfectamente y al abuelo se le saltan las lágrimas a cada rato porque está emocionado. Nos quiere a todos, pero su Ana es especial; es un secreto a voces por todos los Alarcón Mosquera sabido.

Y sin saber muy bien por qué, te pones tonta y la única conclusión a la que llegas es a prometerte que nunca más volverás a poner en peligro tu condición de caracol y mucho menos si el tino o desatino de Casualidad, Destino o Suerte en cuestión tiene nombre de moneda. Porque la pela es la pela y ahí caben muchas cosas.

Caracoleas y te quedas más ancha que larga. A falta de soluciones felices, decides tomártelo con humor y empiezas a relajarte. Entonces salta la alarma de todas aquellas cosas que has ido descuidando por tanto sumar y restar números de un tiempo a esta parte y también por poner en peligro tu condición de caracol. Sin dejar pasar otro segundo más, te pones manos a la obra para desfacer el entuerto y dices “soy un pecador y voy a hacer un desmadre y a quien no le guste que chingue a su madre”.

3 comentarios:

ottoreuss dijo...

A mí la casualidad me parece un concepto tan vacío como insulso.

P.D.: ejem ejem, Autopsia, ejem, Autopsia, ejem.

¿Quién? dijo...

¿La casualidad? Hombre, quizá la suerte o el destino puedan ser un poco más gratuitos pero la casualidad tiene su "fundamento", no? Es como un cajón de sastre en el que meter todas esas cosas que suceden de manera fortuita y provocan sorpresa (por decirlo de alguna manera) en los individuos implicados o afectados colateralmente.

Sucesos que para unos individuos pueden no ser tan foruitos y para otros sí, dependiendo del ojo. Creo yo.

Autopsieando, ando.

Anónimo dijo...

¿Casualidad o causalidad? He ahí la cuestión.

Rod