martes, 24 de junio de 2008

Y no le cabe en el pecho, claro

El doctor Prieto le ha dicho a mi madre que tiene el corazón demasiado grande. De ahí la mayoría de sus problemas de salud, que no son pocos. ¿Cómo llevan ustedes eso de la muerte? Acojona, ¿verdad? A los Alarcón Mosquera no nos ha quedado otra que burlarnos de ella a regañadientes, con la certeza de que ganará la guerra a pesar de que, hasta la fecha, nosotros hayamos ganado todas las batallas. Frivolizamos con la negra dama (¡vive dios, qué metáfora más mala!) hasta límites insospechados y siempre hurgamos entre las estancias en hospitales y los diagnósticos hasta encontrar un detalle al que aferrarnos para echarnos unas risas entre bofetada y bofetada de realidad –lo sacamos o nos lo inventamos, tanto da-.
El otro día sin ir más lejos, mi padre, que es muchas cosas y también es un poco fascistoide, hizo su aportación a la causa –la de las risas- en la sala de espera de Urgencias:

Enfermera: ¿Beata korskeva?

Beata Korskeva: Yo (Beata se levanta y malamente se adentra en uno de los boxes de Urgencias. Le duele la barriga).

Enfermera: ¿Popalonousko Esferkat?

Goyo, mi padre: ¡Otro de Tomelloso! (se dirige a los Alarcón Mosquera que hacen las veces de acompañantes en el hospital pero habla lo suficientemente alto como para que todos los allí presentes le oigan).

Popalonousko Esferkat: Yo. (Popalonousko se levanta y malamente se adentra en otro de los boxes de Urgencias no sin antes dedicarle a mi padre una merecida mirada de desprecio. Se ha caído de la moto).

Dejando a un lado el hecho de que a mi padre le irrite sobremanera que los extranjeros vengan a quitarnos el trabajo, a casarse con nuestras mujeres y a beberse nuestro vino, puedo decir que se trata de un personaje entrañable y carismático y también puedo decir que, desde que mi madre estuvo ingresada por primera vez, él ha sido el maestro en eso de echarle humor al asunto cuando pintan malos naipes.

No se asusten, caracoles. Efectivamente, mis padres están enfermos; uno tiene bífidus y la otra, habichuelas, pero todo está bajo control (incómodas temporaditas entre sueros e inyecciones mediante).

Mis padres son mayores. Hasta aquí llega mi reflexión sobre la muerte.

La ilusión de equilibrio mental no me permite pensar más allá y no crean que yo opongo resistencia alguna, ni mucho menos. Espero no olvidar “que nos quiten lo bailao” cuando llegue el fatídico momento y, mientras tanto, espero poder seguir encontrando los brazos de mi hermana en una sala de espera y la mirada socarrona que los Alarcón Mosquera hemos aprendido a imprimir gracias a mi padre, que es muchas cosas buenas y también es un poco fascistoide.

Y eso, insisto, que nos quiten lo bailao.

1 comentario:

Anónimo dijo...

eso mismo -lo del corazón grande-se lo dijo el médico a mi abuela cuando por primera vez en casi 80años volvió a visitarle...
y el tío lo dijo como si hubiera descubierto un nuevo continente...ainss...y yo que lo sabía desde que me cogió después del parto y me acercó a su pecho para que mi madre descansase...ainss...qué gente!
Tenemos suerte de tener corazones XL a nuestro alrededor así que, como tú dices, que nos quiten lo bailaó...