lunes, 30 de noviembre de 2009

¿Qué no arreglará la paella de mi madre?



Después de esta conferencia, Itziar Ruiz-Giménez y yo acordamos exigir dignidad con una de esas paellas que prepara mi santa madre este fin de semana. Macaco y Amelia tuvieron grandes ideas y, en general, a la gente de Amnistía le gustó lo de “pedir a los Estados que protejan los derechos de los habitantes de asentamientos precarios, que pongan fin a las muertes innecesarias de mujeres por complicaciones en el embarazo y que garanticen que las empresas respetan los derechos de quienes viven en la pobreza” a ritmo de paella.

Era la primera vez que preparábamos una paella con tanta gente y, aunque coordinarse no ha sido nada fácil, me llena de orgullo y satisfacción contarles que ha sido un verdadero placer organizar un arrocito con los de Amnistía. La idea era cocinar una gigantesca paella enfrente de la casa de Moratinos (aprovecharíamos la ocasión para tratar el tema de los recortes en Justicia Internacional, por ejemplo) y repartir raciones por toda la geografía española desde El Caparazón del Caracol, ya saben.

A las nueve de la mañana del domingo ensayamos por última vez la coreografía de “Crece la voz” y acto seguido unos 235 miembros de Amnistía, Macaco, mi madre y yo nos pusimos rumbo al aeropuerto de Socuéllamos. Cuando ya todos abrochamos nuestros cinturones, introduje la llave de contactol, pero el avión no arrancó. Repetí la maniobra. Siguió sin arrancar. Insistí. Volví a insistir.

De repente, noto cómo algo o alguien me da unos golpecitos en el brazo. No se lo van a creer, caracoles: era el ala izquierda del Caparazón del Caracol. Mi cara de poema y yo emitimos un pequeño gritito y, antes de que pudiésemos decir nada, los altavoces se encendieron como por arte de magia y se escuchó esto:

“Vaya por delante que a mí me parece fenomenal todo esto que hacéis con las paellas y demás y no es que no me guste trabajar pero, jo, es que esta tarde... bueno, supongo que ya lo sabréis... ¡es que esta tarde hay Barça-Madrid! Es todo un clásico, oigan , y yo no soy de hierro (principalmente, soy de fibra de vidrio).

Son las 10:30 de la mañana y aún no se sabe qué va a pasar con Cristiano Ronaldo, Messi y Raúl. Como comprenderéis, estoy nerviosísimo y no puedo garantizaros ni una mijita de seguridad. No estoy dispuesto a responder ante las posibles negligencias que, en este estado, pudieran cometer la hélice o el estabilizador horizontal del avión y, por tanto, me veo en la obligación de no despegar. No busquéis intereses personales en mi decisión, lo hago única y exclusivamente por vosotros. Venga, lo dejamos para la semana que viene. No se me enfaden.”

Y eso es todo, amigos. Ni Moratinos ni paella ni baile ni nada de nada. No pudimos exigir la dignidad que merecemos y que merecen todos los que ven vulnerados sus derechos más fundamentales y, por tanto, viven en la más absoluta pobreza:

"Un planteamiento para erradicar la pobreza centrado sólo en el crecimiento económico es insostenible e inútil.

El crecimiento económico es uno de los componentes de toda estrategia contra la pobreza, pero no puede ser el único. Las personas que viven en la pobreza deben poder reclamar sus derechos humanos y ser dueñas de su destino.

Los abusos contra los derechos humanos causan y perpetúan la pobreza. La relación entre las vulneraciones de derechos y la pobreza es evidente. Las violaciones de derechos humanos pueden generar o agravar la pobreza, y a su vez, vivir en la pobreza significa tener más posibilidades de sufrir violaciones de derechos humanos."


Fragmento del Manifiesto de la Campaña "Exige Dingnidad" de Amnistía Internacional.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Un cuarto propio y algo más




Seamos culturetas por un rato, caracoles. La mujer habitada está llegando a su fin: socorro pido, cuéntenme qué andan leyendo ahora. Denle trabajo a mi Spotify y un placer a mis oídos, por favor, díganme qué música escuchan. A cambio, yo les advierto que si van a "Un cuarto propio" y se dejan tocar por el lugar, es más que probable que no salgan de ahí hasta que no le hayan dicho a la gran Cristina Serrano cuáles son sus cinco libros favoritos.

¿Que aún no conocen la librería “Un cuarto propio”? Pues sepan que si ustedes son de merodear, olisquear y (h)ojear sin ser molestados, seguramente no salgan de ahí en un buen rato y si les va el rollo alternativillo con contenido, tres cuartos de lo mismo: Un cuarto propio es el lugar que todo caracol culipardo estaba esperando. Ahí se lo dejo.

¿Que por qué les hablo de una librería? Porque Un cuarto propio es una librería y algo más. Es un negocio y algo más. Y ya saben, ¡compartir es vivir! Pasen y vean, caracoles, dense el gustazo y ya me cuentan.

Dinero y un cuarto propio, eso es lo que dijo Virginia Woolf que necesitaba una mujer para poder escribir novelas -eran otros tiempos, ya saben-. Viriginia Woolf, la de La Señora Dalloway, la de Las horas, la maestra del estilo indirecto libre, la que quiso ser libre, la que no pudo serlo. La que me ayudó a sobrellevar mi último año de carrera.

Libros ilustrados, pequeña selección de literatura infantil, clásicos recuperados, novelas exquisitas, música, paredes para artistas (no se pierdan “Niños Malgaches”) y talleres (miren, miren). ¿Qué más pruebas quieren? ¿Quieren más? Un cuarto propio es una de esas cosas que pueden hacer que, de noche y de día, Ciudad Real llegue a enamorarte o, al menos, a despertarte la libido.

Y poco más, caracoles. Yo ya he cumplido con mi parte del trato, ahora les toca a ustedes decirme qué andan leyendo y darle trabajo a mi Spotify.

Y para terminar con el post "culturetarrealeño", ¿nos vemos en la presentación de "Autopsia. La revista de la ciudad muert(ecit)a"?

miércoles, 25 de noviembre de 2009

El principio de relevancia

Estarán de acuerdo conmigo en que, de no haber sido por la Semántica y la Pragmática, la Lingüística del texto seguiría dándole al estudio de la concatenación de oraciones sin más, esto es, seguiría merodeando en la estructura superficial de las cosas sin llegar nunca al meollo de la cuestión. Por eso y por muchas aventuras más: ¡infinitas gracias, semánticos y pragmáticos del mundo!

Ahora que el texto y el discurso son sinónimos, a los dos se les define como la mínima unidad comunicativa y punto. A partir de ahí, Castilla es ancha y, en función de la intención comunicativa del hablante, texto es todo aquello que el individuo considera “texto”. Cuánta libertad y nosotros sin saberlo, caracoles.

Como el béisbol o el amor, que diría Woody Allen, el texto también tiene sus reglas. La diferencia es que las de la lingüística son un tantito más misericordiosas con el individuo (qué clase de desalmado estipularía que un corredor está obligado a correr si ocupa una base que otro compañero necesita): De esta manera, el principio de cualidad advierte que el hablante ha de dar la cantidad de información precisa, ni más ni menos y el de modalidad, por ejemplo, nos exhorta a ser breves y ordenados y a huir de la ambigüedad.

A mí el que más me gusta es el principio de relevancia. Muy parecido a los anteriores, pero mucho más preciso que todos ellos. Lean lo que dicen D. Sperber y D. Wilson: “todo enunciado comunica a su destinatario la presunción de su pertinencia óptima”, esto es, todo receptor espera que su emisor tenga la intención de ser relevante, de decir algo que contribuya a su conocimiento del mundo sin exigirle un esfuerzo desmedido de interpretación. Cuanto más efecto produzca un enunciado y menos esfuerzo de interpretación por parte del receptor requiera, más relevante será.

¿No les parece fantástico y maravilloso nuestro sistema comunicativo, caracoles? Yo no quepo en mí de tanta satisfacción, ay.

Sería demasiado vil por mi parte irme al discurso de cualquier político, personalidad o personaje para extraer algún que otro ejemplo que muestre cómo el hablante atenta contra el principio de relevancia a cada paso. El que no lleve a un enemigo de la comunicación efectiva dentro, que tire la primera piedra.

-No me lo puedo creer, Nata, ¿vas a salir de este post sin contar que tu sobrina Edurne ha dicho su primera palabra?

-Sí, a partir de ahora voy a ser un caracol pertinente.

-Pues menudo rollo.

-Ea.

-No puedes ir así por la vida, chica. Esto es un blog personal, ¿es que no te das cuenta?

-Maldita sea, tienes razón.

-Claro que tengo razón.

-Jo

Cómo me jode darle la razón, caracoles... En fin: Mi sobrina Edurne ha dicho algo así como “papa”, ya come potitos de verduras y duerme toda la noche de un tirón. La familia Alarcón Mosquera está encantada con tan rápidos y satisfactorios avances. Seguiremos informando.

lunes, 23 de noviembre de 2009

¿Qué no arreglará la paella de mi madre?




Recién llegada de Lanzarote les cuento que paella, lo que se dice “paella”, no ha habido este fin de semana, caracoles. Aminetu Haidar lleva en huelga de hambre una semana para exigir libertad y justicia y ni a mi madre ni a mí nos pareció de recibo preparar un arrocito gigantesco en todas sus narices. Durante el viaje, Amelia y yo buscamos desesperadamente un sustituto a la altura de la paella con el que manifestar nuestro firme apoyo a Aminetu Haidar y a su causa (que también es la nuestra) mientras pasábamos un buen rato. Descartados los malabares y la danza de los cinco ritmos, aterrizamos en el aeropuerto de Lanzarote sin ninguna idea consistente en la cabeza y, por consiguiente, con cierta ansiedad.


-¿Qué vamos a hacer, hija?

-No sé, mama. Maldita sea, debimos haber prestado más atención a Saudade cuando intentaba enseñarnos a tocar “Imagine”.

-Sí, hija, sí. Pero no tenemos tiempo para compadecernos: Cayo Lara está a punto de terminar su entrevista con Aminetu, ¿qué hacemos?

-¿La abrazamos?

-¿y ya está? Mujer, hagamos algo más.

-Uy, ¿quién es ese mozalbete? ¡Macaco! ¿Ése es Macaco, mama?

-Eso parece.

-Ay mama, me encanta Macaco. Creo que me voy a desmayar.

-Nata, tampoco creo que sea el momento más indicado para dejar salir a la grupi que llevas dentro.

-Jo, es que me encanta Macaco.

-Pues creo que viene a dar un concierto para apoyar a Aminetu y denunciar su secuestro.

-¿Sí? ¿Estás pensando lo mismo que yo, mama?

-Sí, yo también creo que con el pelo corto estaría mucho más guapo.

-No, mama, no es eso.

Percusión, coros, flauta travesera, viola... Amelia y yo nos subimos al escenario y acompañamos a la banda durante todo el concierto. Dicen que sonó realmente bien y hasta la Haidar se echó unos bailes. Tendrían que haberla visto en “Seguiremos”, “Mundo roto” o “Todos”.

Les cuento que después del concierto, cuando la gente empezó a gritar “Sáhara y Aminetu Haidar libres” y la populista Rosa Díez se anotaba un tanto en el Congreso Nacional de UpyD, Macaco, Amelia y yo empezamos a trabajar los primeros cimientos de lo que estoy segura será una gran amistad.

Hablamos de nuestras paellas y de Saudade. Le confesamos que, sin su música, nuestros viajes ya no eran lo mismo y él no quiso contarnos si sigue o no con Kira Miró, pero sí nos dijo que le encantaría formar parte de las paellas de mi madre y nosotras, encantadas.

Va a hacer un año de la muerte de Saudade en Palestina, caracoles. Difícilmente “Crece la voz” podrá sustituir la magia de las infinitas versiones de “Imagine” de nuestro gitano, no obstante, tanto mi madre como yo estamos convencidas de que Macaco va a aportar un puñado de cositas buenas a nuestras paellas y nosotras, encantadas.

Y ahora me dispongo a firmar esta carta, ¿se animan? ¡Anímense!

viernes, 20 de noviembre de 2009

¿Dejamos de comer?

Mi sobrina a Marta le ha aconsejado mi hermano Alberto, su padre, que deje de comer. No es que Alberto adolezca de obesidad mórbida ni nada por el estilo, se trata de que Marta ha interiorizado hasta límites insospechados las advertencias de sus padres, que siempre le recuerdan que ha de comer para poder crecer y ser tan mayor como sus primas:

- Papá, no deberías comer nunca más. Si no comes, no creces y, si no creces, no serás viejo nunca y, por lo tanto, nunca morirás. Deja de comer, papá.

A ver quién es el guapo que le explica a Marta que la muerte por inanición es una de las más tristes y dolorosas...

Sirva esta anécdota para demostrar que, en contra de lo que pueda pensarse, no sólo los adultos invierten gran parte de su tiempo en buscar remedios a cosas irremediables: los niños también lo hacen.

Que pasen un buen fin de semana, caracoles.

martes, 17 de noviembre de 2009

A mí que me registren

Confieso que a veces me hago la mujer para conseguir mi objetivo, caracoles. Yo, que tanto me quejo de la discriminación positiva, alguna que otra vez me he librado de cambiar barriles de cerveza o de volver a casa andando echando mano de la supuesta debilidad e ingenuidad que se lo supone al supuesto sexo débil.

Y no les voy a contar la parrafada que le solté el otro día al taquillero de RENFE cuando me presenté en la estación sin carné joven y con el dinero justo para pagar el billete con descuento incluido –ni un céntimo más ni un céntimo menos- porque, además de números rojos, tengo una reputación como caracol que mantener.

También sufro de cambios de humor durante la ovulación y la posterior menstruación. Ésta es quizá una de las cosas ante la que más me ha costado ceder. Pues, ser un caradura es apto tanto para mujeres como para hombres, aunque las estrategias a seguir sean a veces distintas. Quiero decir que el resto de elementos de mi persona que se asocian más directamente al universo femenino son siempre variables y discutibles. Ahora bien, el revuelo hormonal que desencadena el ovulito no fecundado es incuestionable: lo dicen los biólogos, ya saben.

Sin oponer mucha resistencia, acepto mis cosicas de mujer de la misma manera que asumo mis limitaciones para con la cocina, por ejemplo, e intento que ninguna de esas etiquetas se manifieste por encima de las otras: no quiero destacar por ser la peor cocinera de Un mundo mejor para los caracoles y tampoco por ser mujer. A decir verdad, no quiero destacar.

No quiero entorpecer mi discurso con miembras y miembros, con arrobas o con barritas, pero llego a montar en cólera cuando me descubro dando por sentado realidades a día de hoy tan irreales como “el médico y la enfermera”. Porque durante muchos años así ha sido, caracoles: los médicos eran médicos y las enfermeras, enfermeras. Afortunadamente y gracias al esfuerzo de muchas personas, ahora también hay médicas y enfermeros. Y el otro día vi a un señor de la limpieza.

Queda mucho por hacer, claro. Aún hay muchos individuos con ovarios a la sombra de la sociedad que labran el campo a diario dentro del más absoluto vacío legal. Hay muchos sujetos a los que no se les permite ver el abanico de posibilidades que ofrece el hecho de estar vivo y quedan relegados a las paredes de un hogar, también hay otros individuos con vagina que no quieren ver ese abanico y se siguen haciendo las mujeres para conseguir sus objetivos. Porque las dos palabras favoritas del género humano, como todo el mundo saben son "gratis" y "fácil".

Soy consciente de que a veces el movimiento no sólo se demuestra andando, sencillamente, porque hay quien no puede echarse a la calle y ponerse a andar; en ese caso, es necesario detenerse y darle un pequeño empujoncito al asunto, pero, ay, es que a mí me cuesta tanto comulgar con la mayoría de las estrategias seguidas por el movimiento feminista actual que yo no sé. Eso sí, me esfuerzo por defender y practicar el sano feminismo a diario.

Así que no, no soy ninguna enemiga del feminismo y mucho menos de la mujer.

lunes, 16 de noviembre de 2009

¿Qué no arreglará la paella de mi madre?




Aunque podría decirse que el caso Gürtel ya está totalmente interiorizado en la ciudadanía (que ya ha dejado de escandalizarse por este asunto, si es que alguna vez llegó a escandalizarse de verdad), Amelia y yo queríamos compartir una paella con Francisco Camps.

En líneas generales, mi madre estaba deseosa de enfrentarse al reto de preparar un arroz para un valenciano y yo no quería más que mirar a ese hombre a los ojos. Pero no ha habido manera, caracoles. El presidente valenciano estaba muy ocupado este fin de semana. ¿Estaba en la reunión de peperos que se celebraba hoy en Barcelona? No, el President tenía deberes mucho más importantes.

Así que nos quedamos compuestas y sin paella a la vista:

-¿Qué hacemos ahora, mama? Yo tengo ganas de paella, jo.
-Tendremos que tirar del comodín.

Cuando mi madre y yo no sabemos dónde hacer nuestra paella siempre acabamos metiéndonos en camisas católicas o monárquicas. Es algo así como lo que hacen en Telecinco con Belén Esteban para rellenar huecos. Son tres casos igualmente vastos y complejos y, claro, siempre hay algo nuevo que hacer o decir al respecto. ¿Ustedes también se han percatado de que Belén Esteban se está quedando sin nariz?

Como el placer siempre está en nuestros manos y el folletito de la Campaña de Educación Afectiva que organiza la Junta de Extremadura se nos antoja bastante completito en tanto que trata aspectos muy variados (habría que haber asistido a las jornadas para examinar la profundidad, claro), tuvimos a bien preparar una paella para compartirla con todos los que, como nosotras, celebran las mil y una bondades del onanismo y también con los que comparan la masturbación con “fabricar un cohete”. Ya saben, la idea era disfrutar del arroz de mi madre, bailar, cantar y pasar un buen rato a fin de promover el entendimiento o, al menos, la aceptación de ideologías contrarias.

Pero luego encendimos la tele y nos enteramos de lo de Aminatou Haidar, la activista saharaui que ha sido detenida en El Aaiún, la capital del Sáhara Occidental, gracias a un sucio acuerdo entre el Gobierno marroquí y el español que así lo ha permitido. La tienen retenida en Lanzarote y ha declarado que hará huelga de hambre hasta que le permitan volver a su tierra.

Así que nos fuimos a la Marcha por la independencia del Sáhara Occidental a gritar “Sáhara libre ya” con la boca llena de arroz.

Con la boca llena de esa paella que esperemos haga efecto más pronto que tarde: Sáhara libre, ya.

lunes, 9 de noviembre de 2009

De mareos y perdices

"Y tú, ¿cómo te cuidas?" ¿Qué contestarían si alguien les hiciese esa pregunta, caracoles? ¡Yo siempre desayuno un tazón de ilusión con mucho optimismo y unas cucharadas de cariño! ¿Responderían alguna cursilada similar si alguien les preguntase cómo se cuidan o dirían que hacen deporte a diario y que no comen alimentos transgénicos? Depende de quién se lo pregunte y con qué finalidad, ¿verdad?

Y si la pregunta procediese de la boca de un ginecólogo, ¿cómo la interpretarían? ¿Hábitos de higiene, actividad sexual o métodos anticonceptivos? Qué carajo me está preguntando este hombre, pensaba yo mientras me retorcía de dolor en la camilla.

Entregaré un punto a todos los que hayan elegido la opción "métodos anticonceptivos" a cambio de que me expliquen en qué se han basado para descartar “hábitos de higiene” y “actividad sexual”.

Me puede la mojigatería, caracoles, sobre todo si afecta al lenguaje. Y es que, no se lo van a creer, pero, desde que trabajo con la parte más funcional de las palabras, mi relación con los signos lingüísticos es mucho más madura. Ya quedan lejos las ganas de desfilologización y el rechazo a la comunicación verbal. Hace mucho que la Nata que no entendía que a veces quien dijo “digo” en realidad pensaba en “Diego” y ahora dice “daga” guardó estas incógnitas en la carpeta “a veces me gustaría ser una máquina” y cambió de nivel a fin de explorar otros aspectos del lenguaje mucho más accesibles y enriquecedores a nivel mental y espiritual.

Ahora me entretengo con el apasionante mundo de la subordinación sustantiva o el no menos trepidante universo de la selección modal y no sólo lo hago porque el trabajo así me lo exija -indicativo o subjuntivo, ¿tú de quién eres?- lo hago porque me sienta mucho mejor centrarme en el lado más herramienta de la palabra.

Aun cuando me da por escribir cosas ñoñas, sensiblonas y retorcidas, el lenguaje -la combinación de fonemas que forman sílabas y se juntan con monemas para dar lugar a las palabras que luego constituirán los sintagmas que sostendrán las oraciones-, eso, no es más que una herramienta en manos de nuestra boca o nuestro puño y no al revés. Una herramienta que nos delata, eso sí, porque todo lo que pasa por las manos de un individuo es un delator de dicho individuo, eso es cosa sabida.

Por eso me horroriza pensar qué clase de persona se esconde detrás de un ginecólogo que pregunta “y tú, ¿cómo te cuidas?” para referirse a los métodos anticonceptivos que utiliza la paciente en cuestión. ¿Qué habrá pasado por la cabeza de este hombre para prescindir tan ridícula y mojigatamente de la comunicación efectiva? ¿Qué lastres culturales arrastra este bata blanca? ¿En qué fonemas se esconderá para preguntarme cuándo fue mi última relación sexual?

Marear la perdiz no es siempre bueno, ya lo sabrán ustedes. A veces los rodeos tienen su encanto, su punto de coquetería o emotividad; a veces sirven para decir mucho más con menos o incluso pueden amortizan el golpe o las náuseas, según convenga, y otras, producen interferencias gratuitas y ofensivas, como en el caso que nos ocupa. Y que cómo me cuido, dice... ¡Yo siempre desayuno un tazón de ilusión con mucho optimismo y unas cucharadas de cariño!

Quizá a ustedes esto les parezca un tanto exagerado,caracoles, pero sucede que a mí la gente escrupulosa me desconcierta y los mojigatos, ni les cuento.

¡Feliz lunes!

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Precaución, amigo cliente



¿Se ha fijado en que algunos zapatos tienen la talla muy poco tallada o casi desdibujada en la suela? Es por el uso, me dirá algún avispado caracol. Efectivamente, avispado caracol, las suelan se desgastan con el uso; pero, ¿y si les dijese que me refiero a zapatos nuevos, sin estrenar, o recién comprados?

Haga la prueba: camélese al dependiente de una zapatería fuera del lugar de trabajo y pregúntele qué hace cuando un cliente solicita un 38 del modelo que hay en el escaparate y no dispone de tal ejemplar ni en la tienda ni en el almacén. Puede que le diga “disculpe las molestias, no disponemos de ese número en estos momentos. Vuelva usted mañana” o puede que se arriesgue a venderle un 39 que pulula por ahí. Si el empleado elige esta última opción, entrará en alguna de las habitaciones de acceso restringido y despegará la pegatina o raspará ligeramente la talla tallada en la suela, según convenga.

Usted será su cenicienta particular y él fingirá ser un príncipe encantado. Por muy avispado que usted se crea, estimado caracol, debe tener en cuenta que está ante un verdadero profesional de las ventas que hará lo imposible para que usted no se percate del engaño. El dependiente será rápido:

-Le queda muy bien, caballero
-¿Sí, cree usted? Yo lo veo un poco grande...
-¿Grande? Bueno, es que esta marca trabaja así las tallas. En cualquier caso, déjeme advertirle que una talla menos no le vendrá nada bien a ese juanete que tiene usted en el pie derecho.

Si no han tenido suficiente con este ejemplo, déjenme contarles mi propia experiencia a fin de despejar cualquier duda acerca de la naturaleza y los objetivos del maravilloso mundo de los negocios. Porque el cliente siempre tiene la razón y la empresa nunca pierde.

Aquí donde me leen, yo he tenido que ofrecer servicios garantizados a clientes de una empresa de mensajería. Según la oferta, el paquete del cliente sería transportado y tratado con prioridad frente al resto de envíos y, además, un empleado se encargaría exclusivamente de seguir con minuciosidad el trayecto adelantándose a cualquier incidencia que pudiese suceder.

En realidad todo se reduce a que el cliente en cuestión pagará unos veinte euros más para que un teleoperador consulte una página web y le informe del recorrido de su paquete por teléfono o correo electrónico. La ventaja de este servicio es únicamente que usted no tendrá que molestarse en consultar esa misma página web abierta a todos los públicos. Si su urna de cristal está destinada a romperse, el teleoperador nada podrá hacer por evitarlo y si usted no ha contratado un seguro extra, no sólo perderá la urna de cristal, también tendrá que pagar el 80% de los gastos de envío con servicio garantizado incluido. Ahí lo llevan.

Aquí donde me leen, cuando las ofertas llegaban al supermercado en el que yo trabajaba como cajera, yo misma tuve que cambiar las etiquetas que indicaban el precio habitual de los productos de un supermercado por otras en las que se informaba del coste “rebajado”. Si la semana pasada, el champú para cabellos castigados te salía por 2,45 euros; ahora que el supermercado está que lo regala y ha decidido corresponder a la fidelidad de sus clientes con unas ofertas de escándalo, tu champú habitual sólo te costará 2,90 euros. Cincuenta céntimos más, ahí lo llevan.

No duden de mi condición de caracol, que yo en sendos casos quise oponerme a realizar semejantes prácticas, pero, lamentablemente me respondieron indicándome el lugar de la salida: Si no te gusta, te vas y punto, mientras sonreían como diciendo “¡Ay, los jóvenes!”

La pela es la pela, caracoles, y los negocios son los negocios. Al cliente siempre se le da la razón y, sobre todas las cosas, la empresa nunca pierde.

Carrefour sólo es uno más. Apúrense, caracoles. Vayan a y compren pizzas Palacios a tan sólo 2,45 euros, que después de la promoción de descuento del 70% en la segunda unidad, tendrá que pagar 1,99 euros

lunes, 2 de noviembre de 2009

La cuadratura del círculo o Yo también soy Carlos Otto (VII)

Todo pasa y todo queda. Carlos Otto, el periodista despedido impunemente por publicar un artículo de opinión en su blog personal, el tres veces demandado por injurias y calumnias, el vetado, el tocapelotas que incomoda tanto a peperos (por ejemplo)como a pseudo sociatas (por ejemplo), el destrapicheador que hace lo que puede y un poquito más para destrapichear (informar al ciudadano, se entiende) y, por lo tanto, buen destrapicheador es parece haberse librado de la posibilidad de tener que pagar 18.000 euracos.


Efectivamente, todo apunta a que la historia más triste jamás contada ha llegado a su fin. La historia de la libertad y el derecho a ejercer la ciudadanía (y la profesión, claro). Pero aún quedan muchos cabos sueltos: ¿cómo acabará ese chiste tan malo que ha resultado ser el Aeropuerto de Ciudad Real? ¿Qué nueva lección aprenderán los estudiantes de Empresariales de los ilustres Díaz de Mera y León Triviño? Ay, una de palomitas con mucha sal, por favor, que no pienso moverme del sofá...


Pese a la torpeza de esa improvisada carta de despido, hay que reconocer que esta gente se lo ha currado. Podrían haberlo hecho mejor y ellos lo saben, no obstante, no lo han hecho mal del todo: tres amenazas en forma de carta certificada del Juzgado pidiendo 6.000 euros por barba para reparar la dignidad por culpa del periodista menoscabada (ejem) y la escasa fe en la justicia tan generalizada como probada (sirva la "procedencia" del despido de Carlos Otto como muestra) han sido, en líneas generales, armas potentes que bien podrían haber hecho temblar el pulso del periodista.

Pero a Carlos Otto no le tembló el pulso. “Saber que no os puedo aniquilar no es suficiente para firmar la paz” y contrató a unos abogados más grandes que la copa de un pino e incluso aprendió de leyes. Vilmente silenciado por las circunstancias, aquí el amigo abrió el pico todo lo que pudo y tanto el injusto suceso como la sucia estrategia seguida por sus contrincantes se difundieron como la pólvora. Faltó (y ésa es otra de las espinas que quedan clavadas) la manifestación, quedada, butifarra o manifiesto con fotitos incluidas.

Faltó una muestra de apoyo mayor por parte de los ciudadanos. Debe ser frustrante jugarse el cuello para que, en líneas generales, todo siga igual, ¿no creen? No estoy proponiendo a Carlos Otto como candidato para el próximo premio Nobel ni nada por el estilo (para eso ya tenemos a Obama), sino que, sencilla y humanamente, considero que alguien debería haberle hecho justicia a este verdadero profesional de la información y, a falta de justicia en los juzgados, ¿quién mejor que nosotros los ciudadrealeños para agradecer el gesto?

Mal que nos pese, la historia sigue, aún hay muchos cabos y sargentos por encima del bien y del mal. Quedan muchos Modus Tolens por enunciar, denunciar y por tristemente aceptar. No podrías haberlo hecho mejor, Otto. Sigue así.