lunes, 28 de diciembre de 2009

Mentiras leales

Si pudiesen elegir una inocentada, ¿con cuál se quedarían, caracoles? Sería bonito leer que, por ejemplo, se ha hecho justicia y, por tanto, dignidad en el Sáhara y en los demás territorios ocupados de la tierra; que Obama desdijese su discurso sobre la necesidad de una guerra para así alcanzar la paz o que todos los mafiosos del país (desde Francisco Camps hasta Domingo Díaz de Mera) firmasen un comunicado en el que reivindicasen los atentados “corruptistas” perpetrados a lo largo de todos estos años y cediesen sus huchas a un Estado no corrupto que de verdad se ocupase del bienestar ciudadano.

Y podría seguir enumerando las más de cien noticias que me encantaría leer alguna vez, caracoles, pero soy consciente del topicazo que ello supone y, además, no voy muy bien de tiempo hoy.

Coincidirán conmigo en que lo malo no es que nos la cuelen hoy, Dia de los Inocentes, lo peor de todo es la mentira que vamos tragando durante el día a día. La de los telediarios y la del Messenger. La mentira que no nos esforzamos por desmontar porque desmentir, ya lo sabrán ustedes, requiere tiempo, coraje y, sobre todo, ganas.

Porque es por falta de tiempo, de coraje y, sobre todo, de ganas que nos creemos el mensaje político o el contra mensaje de los que van en contra de los políticos sin tomarnos la molestia de fabricar nuestro propio discurso. De la mima manera que, a regañadientes, encajamos los desengaños de nuestra vida privada sin llegar nunca a desengañarnos del todo. Quiero decir que, a regañadientes, aprendemos a vivir con el desengaño, pero sin desengañarnos del todo. Y es que desengañarse, además de tiempo, coraje y ganas requiere desencanto, ay.

Pero, ¿no va a haber ni un tantito de caracolidad en esta entrada, Nata? Preguntaban ellos con lágrimas en los ojos.

Pues claro que sí, caracoles. Prepárense, ahí les va la revelación de las revelaciones: La mentira es un mal necesario, amigos. Si bien es cierto que cualquier niño podría crecer digna y felizmente sin tener que creer en unos reyes que traen más o menos regalos en función de su comportamiento, no podemos negar que mantener esa inofensiva pero conductista ilusión es poco menos que enternecedor.

Lo mismo pasa a veces (A VECES) con los secretos, las verdades a medias o las mentiras del Estado, que, sin llegar a tocar nuestros corazoncitos, se antojan necesarias por diferentes motivos: Caso Alakrana, un, dos, tres, responda otra vez. Con todo, yo apoyo a Coalición Pro Acceso, que conste.

Y, bueno, qué les voy a contar que no sepan sobre las mentiras privadas que todos urdimos o tragamos para sobrevivir sobremuriendo, como decía Benedetti. Tan necesarias como inevitables, quizá más lo segundo que lo primero.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

La Navidad, esa palabra..

A Marta se le ha caído un diente de leche hace un ratín, caracoles. Saben qué significa eso, ¿verdad? Significa que esta noche, una noche antes de la visita de Papa Noel, el Ratoncito Pérez también le dejará un regalo en casa. A sus cinco años, Marta puede decir bien alto que es una tía con suerte, ¿no les parece?

Y mientras Marta se pavonea delante de sus primas gritando a pleno pulmón que en 48 horas el Ratoncito Pérez y Papa Noel van a premiar su inmejorable papel como niña, otros maldecimos la insolencia de estas fechas.

-¿De qué vas, Nata? Si a nosotras nos encanta la Navidad...

-Será a ti, porque a mí me parecen unas fiestas de lo más superficiales y absurdas que, además, ponen de manifiesto la farsa que también sostiene las relaciones sociales. Y qué decir del consumismo que tanto...

-Vale, vale, no sigas por ahí... Ese discursito también nos lo conocemos todos. Cuéntales qué hiciste ayer.

-¿Ayer? Ayer hice un examen a mis alumnos de la Universidad Popular.

-Y después, ¿qué hiciste después?

-Me fui con mi madre.

-Nata...

-¿Qué?

-...

-Está bien, está bien, antes de volver a casa pasé por “La abuela Benita” y compré una caja de mantecados para mis padres, ¿qué pasa?

-Nada. Continúa, por favor

-Vale. También encargué un Mr Potato para Edurne

-Te escuchamos, te escuchamos.

-Ya no hice nada más, listilla, me fui a casa.

-¿Seguro?

-¡Eso era una broma! ¿De verdad creías que le iba a enviar esa carta a los Reyes Magos? Era un ejercicio literario, mujer.

-Se te llena la boca con la palabra “literatura”. ¿A quién pretendes engañar?

-Te estás pasando. Yo detesto la hipocresía de diciembre como la que más.

-Sí, sí...

Sin ánimo de parecerme lo más mínimo a don Juan Carlos con su mensaje navideño, abrí este post con la intención de desearles unas felices fiestas porque, querámoslo o no, es época de fiestas, caracoles. No obstante, parece ser que mi postura ante la Navidad no está tan definida como yo pensaba y mi postal se reduce a lo siguiente:

Confío plenamente en que sabrán estar a la altura de las circunstancias, caracoles. Ya saben, no repitan plato si no quieren repetir, no respondan esa clase de preguntas que se formulan desde la mala fe del preguntador y, sobre todo, no olviden que a grandes y forzados reencuentros, grandes excusas.

Y, bueno, espero que busquen y encuentren algo positivo a lo que aferrarse en esta pausa que nos brindan la religión y el capitalismo. Yo, ya se lo dije, hago balances y me uno a la retahíla de batallitas de los Alarcón Mosquera durante las largas sobremesas.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Explota, explota, explótame, expló

Boom:

No sé, es como que he dejado de ser un caracol para convertirme en otra cosa que no sé si me gusta porque no alcanzo a saber qué clase de agentes han intervenido en la transformación. Porque soy una piedra. ¿Una piedra soy? Y luego está lo de que no quiero pensar qué pasará si realmente su muerte me pilla bailando, pero lo cierto es que no puedo dejar de pensarlo. Y no puedo dormir porque ando metida en un conflicto de los gordos: ¿arraigada o desarraigada? ¿Por qué haces lo que haces si eres como eres? Ustedes me entienden, ¿verdad? Y cuando consigo dormir me dan las tres de la tarde porque, sin quererlo, he ido renunciando al equilibrio una vez más. Porque, ciertamente, éstos son días inciertos y el final de ese relato me trae por la calle de la amargura. Y, aunque no doy la callada por respuesta, lo cierto es que muchas veces hablo para no tener que hablar. Un mundo mejor para los caracoles, blogspot. Oh, my God.

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Había olvidado lo supercalifragilísticoespialidoso que es para mí vomitar, caracoles. Eso de ahí arriba que a ustedes les dirá más bien poco y a mí me acaba de dar el empujón que necesitaba es uno de los resultados del balance de vida en el que ando metida estos días y, de esta manera, después de reajustar los valores de algunas de las cartas con las que he jugado este año, vuelvo a apostar por el vómito saludable y me regaño por haberlo devaluado tanto últimamente.

Si algunos de ustedes se mostraron, más que reticentes, reacios a lo de hacer un balance de vida, mucho me temo que tampoco serán partidarios de vomitarse el presente, con todo lo bueno y lo malo que ello supone. Allá ustedes, caracoles. Recuerden, eso sí, que sirve de muy poco esconder el reloj para dejar de perder el tiempo.

Si no queremos analizar nuestro pasado más inmediato o nuestro presente por disconformidad con lo vivido o con lo que nos ha tocado vivir es porque algo ha fallado y, si algo ha fallado, hay que arreglarlo, reutilizarlo con otros fines o depositarlo en un punto limpio para que el error desaparezca sanamente, sin trampas ni atajos. No lo digo yo, lo dicen todos los manuales relacionados con la optimización. Esos manuales que también dicen que no vale auto convencerse de que la solución no depende sólo de nosotros.

Y me despido con esta exagerada y dramática canción prometiéndome que no voy a volver a escucharla en unos cuantos años (por lo menos) y poniéndome a mí como testigo de que mañana escucharé el despertador.


viernes, 18 de diciembre de 2009

¿Qué no arreglará la paella de mi madre?



- "Hillary, os damos 511 soldados para Afganistán a cambio de que hagáis entrar en razón a Marruecos con cualquier chantaje". Sucedería así, ¿caracoles?

Mientras mi madre aprende a escanciar el té como es debido y Macaco, muy a mi pesar, se telefonea con su amada Kira Miró, yo les cuento que hemos venido al Aaiún a comernos una paella con Aminetu Haidar.

Aunque aún tenemos demasiados huecos en blanco sobre lo sucedido en el día de ayer y el pueblo saharui sigue siendo un pueblo oprimido, hemos venido a celebrar el regreso y la recuperación del pasaporte retenido.

Amelia me reclama, caracoles. Vamos a empezar a preparar la paella y me ha tocado cortar los ajos, jo. Paella para la esperanza de que la acción de Aminetu marque un nuevo rumbo en la historia del Sáhara.



¡Cómo me gusta Calexico, caracoles!

martes, 15 de diciembre de 2009

Escritura creativa

Joaquín Sabina está tan feliz actualmente que ha tenido que echar mano de la galopante depresión de su amigo Benjamín Prado para escribir las letras de su nuevo disco. Con la excusa de distraerlo y la finalidad de lucrarse de la creatividad que implica su tristeza (Benjamín Prado tiene el corazón partío, caracoles), Sabina se llevó al desolado poeta a la triste ciudad de Praga. Prado prestó parte de su desazón al cantautor y juntos, en amor y compaña, escribieron Vinagre y Rosas, un disco que poco tiene que ver con la socarronería y la elegante amargura del Sabina de toda la vida. (Entrevista molona)

El artista nace y también se hace. Aunque la técnica y la disciplina juegan un papel importante en todo lo que concierne a la creatividad, lo cierto es que la inspiración y demás bobadas son también decisivas a la hora de crear algo que tenga por finalidad última hacer “chack” en el receptor de esa cosa que llaman arte. Y no es menos cierto que, dentro de la inspiración y demás bobadas, la inestabilidad emocional en alguna de sus variantes es un indiscutible punto a favor del “chack”.

Nada me gustaría más que poder rebatir el tópico que une a la tristeza y a la soledad (soledad de la mala, se entiende) con la creatividad, pero sería muy hipócrita por mi parte hacerlo, caracoles.

Eso sí, vaya por delante que, por mucho que la infelicidad tienda a despertar la sensibilidad que habita en el interior del individuo, cada cual canaliza esa pulsión a su manera. Por eso no todos los infelices son artistas ni necesariamente la infelicidad genera obras basadas en la propia infelicidad. Menudo coñazo si así fuera, ¿no creen?

Y después de esta disertación que seguro cambiará radicalmente sus vidas, les cuento en relación a la otra cara de la moneda, la de la técnica y la disciplina, que en la librería “Un cuarto propio” se ha abierto el plazo de inscripción para un taller sobre escritura creativa.

A pesar de que tanto el material del curso como los ejercicios a desarrollar han sido en su mayoría elaborados y/o propuestos por Cristina Serrano, el alma de Un cuarto propio, será una servidora la que se encargue humilde e ilusionadamente de transmitirle los contenidos a todo el que se apunte. (Info).

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¿Que por qué el curso dura poco más de un mes y no tres como se dijo al principio? ¡Porque me voy a China, caracoles! Ala, ya lo he dicho.

lunes, 14 de diciembre de 2009

A dudar se aprende


JR Mora

El antiguo director del banco en el que los Alarcón Mosquera tienen depositadas todas sus deudas condenado ahora a trabajar en la ventanilla de la oficina. Si tuviese que elegir una imagen que resumiese todo lo acontecido con la crisis, me quedaría con la de ese banquero que ha dejado de firmar préstamos astronómicos para pasar a actualizar libretas y atender a jubilados maleducados. Tendrían que verlo. Tendrían que haberlo visto antes y verlo ahora, caracoles. El día menos pensado le vuelven a leer la cartilla (leerle la cartilla a un banquero, qué ironía) y lo ponen a doblar cartas.

Se nos acaba el año, caracoles. ¿Cómo se les queda el cuerpo tras este 2009? ¿Valió la pena? Y la alegría, ¿valió la alegría?

Aunque no es conditio sine qua non para ser un individuo de bien ir por ahí haciendo balances de vida (y, mucho menos, hacerlos en diciembre), a mí me gusta hacerlos . A mí me gusta hacerlos en diciembre, ea. Y la cosa no acaba ahí, caracoles, me gusta examinarme con calma y profundidad para poder felicitarme o regañarme y digerir las dichas o las miserias tras haber analizado concienzudamente lo hecho, lo sentido y lo pensado. Por eso empiezo a preparar mi examen dos semanas antes del 31, porque me encanta pensarme bien. Ya hablamos de esto hace un diciembre...

He empezado con la crisis para calentar motores y ejercitar la memoria un poco más y, lo que les digo, de todo lo relacionado con ese tema, me quedo con el banco en el que los Alarcón Mosquera tienen depositadas sus deudas y con el banquero venido a menos.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Con verbo se siente mejor

Los miércoles preparo las oposiciones de Secundaria, caracoles. Voy a escribirlo otra vez, a ver si así resulta más convincente: Los miércoles preparo las oposiciones. Ejem. Un último intento, por favor: Los miércoles... Está bien, desisto.

¿Les cuento lo que se dijo a propósito del afecto en la charla sobre modelos familiares y su repercusión social de la que hablábamos el otro día? Se dijo que una de las grandes diferencias entre los animales y las personas es, indudablemente, el uso del lenguaje. La antropóloga de turno sostuvo que, si bien es cierto que el verbo no es indispensable para manifestar el cariño o el desprecio hacia cualquier cosa, todo parece indicar que el hecho de que podamos hablar o escribir sobre un sentimiento (sea de la naturaleza que sea) da lugar a que sintamos ese afecto con mucha más intensidad.

No se hagan los despistados, recuerden aquella vez que le contaron a su mejor amigo de la niñez o la adolescencia “me gusta Fulanito o Fulanita” y reconozcan que, desde ese momento, su enamoramiento fue mucho más real. Quizá nunca llegaron a contárselo a Fulanito o Fulanita pero ustedes ya lo habían dicho en voz alta y, al decirlo, sus pulsaciones se aceleraron hasta límites insospechados. “Joder, es que me gusta de verdad” constatarían tras esa confesión, estoy segura. Es el poder de la palabra, qué le vamos a hacer.

Y, ¿eso es bueno o malo? A mí que me registren... Dependerá del sentimiento, supongo.

Yo, por si las moscas, voy a escribir de nuevo que “los miércoles preparo las oposiciones de Secundaria” con la esperanza de que algún día llegue a creérmelo y me atreva a acercarme a ese maldito temario.


-Y no te has planteado descartar la opción “oposiciones”.

-¿Qué haces tú aquí? Lo que menos necesito ahora es una crisis, que lo sepas.

-Já! Has picado, idiota. Ahora también has escrito “descartar la opción oposiciones”. A ver cómo sales de ésta, maja.

-Mierda. No se vale.

-Se siente.

viernes, 4 de diciembre de 2009

24 instantes



Déjenme desearles un feliz puente con esta joyita cinematográfica del ciudadrealeño Daniel Chamorro, caracoles.

24 instantes. No vale intentar detener el tiempo, lo dice La Muete

¡Viva la Inmaculada Concepción!

lunes, 30 de noviembre de 2009

¿Qué no arreglará la paella de mi madre?



Después de esta conferencia, Itziar Ruiz-Giménez y yo acordamos exigir dignidad con una de esas paellas que prepara mi santa madre este fin de semana. Macaco y Amelia tuvieron grandes ideas y, en general, a la gente de Amnistía le gustó lo de “pedir a los Estados que protejan los derechos de los habitantes de asentamientos precarios, que pongan fin a las muertes innecesarias de mujeres por complicaciones en el embarazo y que garanticen que las empresas respetan los derechos de quienes viven en la pobreza” a ritmo de paella.

Era la primera vez que preparábamos una paella con tanta gente y, aunque coordinarse no ha sido nada fácil, me llena de orgullo y satisfacción contarles que ha sido un verdadero placer organizar un arrocito con los de Amnistía. La idea era cocinar una gigantesca paella enfrente de la casa de Moratinos (aprovecharíamos la ocasión para tratar el tema de los recortes en Justicia Internacional, por ejemplo) y repartir raciones por toda la geografía española desde El Caparazón del Caracol, ya saben.

A las nueve de la mañana del domingo ensayamos por última vez la coreografía de “Crece la voz” y acto seguido unos 235 miembros de Amnistía, Macaco, mi madre y yo nos pusimos rumbo al aeropuerto de Socuéllamos. Cuando ya todos abrochamos nuestros cinturones, introduje la llave de contactol, pero el avión no arrancó. Repetí la maniobra. Siguió sin arrancar. Insistí. Volví a insistir.

De repente, noto cómo algo o alguien me da unos golpecitos en el brazo. No se lo van a creer, caracoles: era el ala izquierda del Caparazón del Caracol. Mi cara de poema y yo emitimos un pequeño gritito y, antes de que pudiésemos decir nada, los altavoces se encendieron como por arte de magia y se escuchó esto:

“Vaya por delante que a mí me parece fenomenal todo esto que hacéis con las paellas y demás y no es que no me guste trabajar pero, jo, es que esta tarde... bueno, supongo que ya lo sabréis... ¡es que esta tarde hay Barça-Madrid! Es todo un clásico, oigan , y yo no soy de hierro (principalmente, soy de fibra de vidrio).

Son las 10:30 de la mañana y aún no se sabe qué va a pasar con Cristiano Ronaldo, Messi y Raúl. Como comprenderéis, estoy nerviosísimo y no puedo garantizaros ni una mijita de seguridad. No estoy dispuesto a responder ante las posibles negligencias que, en este estado, pudieran cometer la hélice o el estabilizador horizontal del avión y, por tanto, me veo en la obligación de no despegar. No busquéis intereses personales en mi decisión, lo hago única y exclusivamente por vosotros. Venga, lo dejamos para la semana que viene. No se me enfaden.”

Y eso es todo, amigos. Ni Moratinos ni paella ni baile ni nada de nada. No pudimos exigir la dignidad que merecemos y que merecen todos los que ven vulnerados sus derechos más fundamentales y, por tanto, viven en la más absoluta pobreza:

"Un planteamiento para erradicar la pobreza centrado sólo en el crecimiento económico es insostenible e inútil.

El crecimiento económico es uno de los componentes de toda estrategia contra la pobreza, pero no puede ser el único. Las personas que viven en la pobreza deben poder reclamar sus derechos humanos y ser dueñas de su destino.

Los abusos contra los derechos humanos causan y perpetúan la pobreza. La relación entre las vulneraciones de derechos y la pobreza es evidente. Las violaciones de derechos humanos pueden generar o agravar la pobreza, y a su vez, vivir en la pobreza significa tener más posibilidades de sufrir violaciones de derechos humanos."


Fragmento del Manifiesto de la Campaña "Exige Dingnidad" de Amnistía Internacional.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Un cuarto propio y algo más




Seamos culturetas por un rato, caracoles. La mujer habitada está llegando a su fin: socorro pido, cuéntenme qué andan leyendo ahora. Denle trabajo a mi Spotify y un placer a mis oídos, por favor, díganme qué música escuchan. A cambio, yo les advierto que si van a "Un cuarto propio" y se dejan tocar por el lugar, es más que probable que no salgan de ahí hasta que no le hayan dicho a la gran Cristina Serrano cuáles son sus cinco libros favoritos.

¿Que aún no conocen la librería “Un cuarto propio”? Pues sepan que si ustedes son de merodear, olisquear y (h)ojear sin ser molestados, seguramente no salgan de ahí en un buen rato y si les va el rollo alternativillo con contenido, tres cuartos de lo mismo: Un cuarto propio es el lugar que todo caracol culipardo estaba esperando. Ahí se lo dejo.

¿Que por qué les hablo de una librería? Porque Un cuarto propio es una librería y algo más. Es un negocio y algo más. Y ya saben, ¡compartir es vivir! Pasen y vean, caracoles, dense el gustazo y ya me cuentan.

Dinero y un cuarto propio, eso es lo que dijo Virginia Woolf que necesitaba una mujer para poder escribir novelas -eran otros tiempos, ya saben-. Viriginia Woolf, la de La Señora Dalloway, la de Las horas, la maestra del estilo indirecto libre, la que quiso ser libre, la que no pudo serlo. La que me ayudó a sobrellevar mi último año de carrera.

Libros ilustrados, pequeña selección de literatura infantil, clásicos recuperados, novelas exquisitas, música, paredes para artistas (no se pierdan “Niños Malgaches”) y talleres (miren, miren). ¿Qué más pruebas quieren? ¿Quieren más? Un cuarto propio es una de esas cosas que pueden hacer que, de noche y de día, Ciudad Real llegue a enamorarte o, al menos, a despertarte la libido.

Y poco más, caracoles. Yo ya he cumplido con mi parte del trato, ahora les toca a ustedes decirme qué andan leyendo y darle trabajo a mi Spotify.

Y para terminar con el post "culturetarrealeño", ¿nos vemos en la presentación de "Autopsia. La revista de la ciudad muert(ecit)a"?

miércoles, 25 de noviembre de 2009

El principio de relevancia

Estarán de acuerdo conmigo en que, de no haber sido por la Semántica y la Pragmática, la Lingüística del texto seguiría dándole al estudio de la concatenación de oraciones sin más, esto es, seguiría merodeando en la estructura superficial de las cosas sin llegar nunca al meollo de la cuestión. Por eso y por muchas aventuras más: ¡infinitas gracias, semánticos y pragmáticos del mundo!

Ahora que el texto y el discurso son sinónimos, a los dos se les define como la mínima unidad comunicativa y punto. A partir de ahí, Castilla es ancha y, en función de la intención comunicativa del hablante, texto es todo aquello que el individuo considera “texto”. Cuánta libertad y nosotros sin saberlo, caracoles.

Como el béisbol o el amor, que diría Woody Allen, el texto también tiene sus reglas. La diferencia es que las de la lingüística son un tantito más misericordiosas con el individuo (qué clase de desalmado estipularía que un corredor está obligado a correr si ocupa una base que otro compañero necesita): De esta manera, el principio de cualidad advierte que el hablante ha de dar la cantidad de información precisa, ni más ni menos y el de modalidad, por ejemplo, nos exhorta a ser breves y ordenados y a huir de la ambigüedad.

A mí el que más me gusta es el principio de relevancia. Muy parecido a los anteriores, pero mucho más preciso que todos ellos. Lean lo que dicen D. Sperber y D. Wilson: “todo enunciado comunica a su destinatario la presunción de su pertinencia óptima”, esto es, todo receptor espera que su emisor tenga la intención de ser relevante, de decir algo que contribuya a su conocimiento del mundo sin exigirle un esfuerzo desmedido de interpretación. Cuanto más efecto produzca un enunciado y menos esfuerzo de interpretación por parte del receptor requiera, más relevante será.

¿No les parece fantástico y maravilloso nuestro sistema comunicativo, caracoles? Yo no quepo en mí de tanta satisfacción, ay.

Sería demasiado vil por mi parte irme al discurso de cualquier político, personalidad o personaje para extraer algún que otro ejemplo que muestre cómo el hablante atenta contra el principio de relevancia a cada paso. El que no lleve a un enemigo de la comunicación efectiva dentro, que tire la primera piedra.

-No me lo puedo creer, Nata, ¿vas a salir de este post sin contar que tu sobrina Edurne ha dicho su primera palabra?

-Sí, a partir de ahora voy a ser un caracol pertinente.

-Pues menudo rollo.

-Ea.

-No puedes ir así por la vida, chica. Esto es un blog personal, ¿es que no te das cuenta?

-Maldita sea, tienes razón.

-Claro que tengo razón.

-Jo

Cómo me jode darle la razón, caracoles... En fin: Mi sobrina Edurne ha dicho algo así como “papa”, ya come potitos de verduras y duerme toda la noche de un tirón. La familia Alarcón Mosquera está encantada con tan rápidos y satisfactorios avances. Seguiremos informando.

lunes, 23 de noviembre de 2009

¿Qué no arreglará la paella de mi madre?




Recién llegada de Lanzarote les cuento que paella, lo que se dice “paella”, no ha habido este fin de semana, caracoles. Aminetu Haidar lleva en huelga de hambre una semana para exigir libertad y justicia y ni a mi madre ni a mí nos pareció de recibo preparar un arrocito gigantesco en todas sus narices. Durante el viaje, Amelia y yo buscamos desesperadamente un sustituto a la altura de la paella con el que manifestar nuestro firme apoyo a Aminetu Haidar y a su causa (que también es la nuestra) mientras pasábamos un buen rato. Descartados los malabares y la danza de los cinco ritmos, aterrizamos en el aeropuerto de Lanzarote sin ninguna idea consistente en la cabeza y, por consiguiente, con cierta ansiedad.


-¿Qué vamos a hacer, hija?

-No sé, mama. Maldita sea, debimos haber prestado más atención a Saudade cuando intentaba enseñarnos a tocar “Imagine”.

-Sí, hija, sí. Pero no tenemos tiempo para compadecernos: Cayo Lara está a punto de terminar su entrevista con Aminetu, ¿qué hacemos?

-¿La abrazamos?

-¿y ya está? Mujer, hagamos algo más.

-Uy, ¿quién es ese mozalbete? ¡Macaco! ¿Ése es Macaco, mama?

-Eso parece.

-Ay mama, me encanta Macaco. Creo que me voy a desmayar.

-Nata, tampoco creo que sea el momento más indicado para dejar salir a la grupi que llevas dentro.

-Jo, es que me encanta Macaco.

-Pues creo que viene a dar un concierto para apoyar a Aminetu y denunciar su secuestro.

-¿Sí? ¿Estás pensando lo mismo que yo, mama?

-Sí, yo también creo que con el pelo corto estaría mucho más guapo.

-No, mama, no es eso.

Percusión, coros, flauta travesera, viola... Amelia y yo nos subimos al escenario y acompañamos a la banda durante todo el concierto. Dicen que sonó realmente bien y hasta la Haidar se echó unos bailes. Tendrían que haberla visto en “Seguiremos”, “Mundo roto” o “Todos”.

Les cuento que después del concierto, cuando la gente empezó a gritar “Sáhara y Aminetu Haidar libres” y la populista Rosa Díez se anotaba un tanto en el Congreso Nacional de UpyD, Macaco, Amelia y yo empezamos a trabajar los primeros cimientos de lo que estoy segura será una gran amistad.

Hablamos de nuestras paellas y de Saudade. Le confesamos que, sin su música, nuestros viajes ya no eran lo mismo y él no quiso contarnos si sigue o no con Kira Miró, pero sí nos dijo que le encantaría formar parte de las paellas de mi madre y nosotras, encantadas.

Va a hacer un año de la muerte de Saudade en Palestina, caracoles. Difícilmente “Crece la voz” podrá sustituir la magia de las infinitas versiones de “Imagine” de nuestro gitano, no obstante, tanto mi madre como yo estamos convencidas de que Macaco va a aportar un puñado de cositas buenas a nuestras paellas y nosotras, encantadas.

Y ahora me dispongo a firmar esta carta, ¿se animan? ¡Anímense!

viernes, 20 de noviembre de 2009

¿Dejamos de comer?

Mi sobrina a Marta le ha aconsejado mi hermano Alberto, su padre, que deje de comer. No es que Alberto adolezca de obesidad mórbida ni nada por el estilo, se trata de que Marta ha interiorizado hasta límites insospechados las advertencias de sus padres, que siempre le recuerdan que ha de comer para poder crecer y ser tan mayor como sus primas:

- Papá, no deberías comer nunca más. Si no comes, no creces y, si no creces, no serás viejo nunca y, por lo tanto, nunca morirás. Deja de comer, papá.

A ver quién es el guapo que le explica a Marta que la muerte por inanición es una de las más tristes y dolorosas...

Sirva esta anécdota para demostrar que, en contra de lo que pueda pensarse, no sólo los adultos invierten gran parte de su tiempo en buscar remedios a cosas irremediables: los niños también lo hacen.

Que pasen un buen fin de semana, caracoles.

martes, 17 de noviembre de 2009

A mí que me registren

Confieso que a veces me hago la mujer para conseguir mi objetivo, caracoles. Yo, que tanto me quejo de la discriminación positiva, alguna que otra vez me he librado de cambiar barriles de cerveza o de volver a casa andando echando mano de la supuesta debilidad e ingenuidad que se lo supone al supuesto sexo débil.

Y no les voy a contar la parrafada que le solté el otro día al taquillero de RENFE cuando me presenté en la estación sin carné joven y con el dinero justo para pagar el billete con descuento incluido –ni un céntimo más ni un céntimo menos- porque, además de números rojos, tengo una reputación como caracol que mantener.

También sufro de cambios de humor durante la ovulación y la posterior menstruación. Ésta es quizá una de las cosas ante la que más me ha costado ceder. Pues, ser un caradura es apto tanto para mujeres como para hombres, aunque las estrategias a seguir sean a veces distintas. Quiero decir que el resto de elementos de mi persona que se asocian más directamente al universo femenino son siempre variables y discutibles. Ahora bien, el revuelo hormonal que desencadena el ovulito no fecundado es incuestionable: lo dicen los biólogos, ya saben.

Sin oponer mucha resistencia, acepto mis cosicas de mujer de la misma manera que asumo mis limitaciones para con la cocina, por ejemplo, e intento que ninguna de esas etiquetas se manifieste por encima de las otras: no quiero destacar por ser la peor cocinera de Un mundo mejor para los caracoles y tampoco por ser mujer. A decir verdad, no quiero destacar.

No quiero entorpecer mi discurso con miembras y miembros, con arrobas o con barritas, pero llego a montar en cólera cuando me descubro dando por sentado realidades a día de hoy tan irreales como “el médico y la enfermera”. Porque durante muchos años así ha sido, caracoles: los médicos eran médicos y las enfermeras, enfermeras. Afortunadamente y gracias al esfuerzo de muchas personas, ahora también hay médicas y enfermeros. Y el otro día vi a un señor de la limpieza.

Queda mucho por hacer, claro. Aún hay muchos individuos con ovarios a la sombra de la sociedad que labran el campo a diario dentro del más absoluto vacío legal. Hay muchos sujetos a los que no se les permite ver el abanico de posibilidades que ofrece el hecho de estar vivo y quedan relegados a las paredes de un hogar, también hay otros individuos con vagina que no quieren ver ese abanico y se siguen haciendo las mujeres para conseguir sus objetivos. Porque las dos palabras favoritas del género humano, como todo el mundo saben son "gratis" y "fácil".

Soy consciente de que a veces el movimiento no sólo se demuestra andando, sencillamente, porque hay quien no puede echarse a la calle y ponerse a andar; en ese caso, es necesario detenerse y darle un pequeño empujoncito al asunto, pero, ay, es que a mí me cuesta tanto comulgar con la mayoría de las estrategias seguidas por el movimiento feminista actual que yo no sé. Eso sí, me esfuerzo por defender y practicar el sano feminismo a diario.

Así que no, no soy ninguna enemiga del feminismo y mucho menos de la mujer.

lunes, 16 de noviembre de 2009

¿Qué no arreglará la paella de mi madre?




Aunque podría decirse que el caso Gürtel ya está totalmente interiorizado en la ciudadanía (que ya ha dejado de escandalizarse por este asunto, si es que alguna vez llegó a escandalizarse de verdad), Amelia y yo queríamos compartir una paella con Francisco Camps.

En líneas generales, mi madre estaba deseosa de enfrentarse al reto de preparar un arroz para un valenciano y yo no quería más que mirar a ese hombre a los ojos. Pero no ha habido manera, caracoles. El presidente valenciano estaba muy ocupado este fin de semana. ¿Estaba en la reunión de peperos que se celebraba hoy en Barcelona? No, el President tenía deberes mucho más importantes.

Así que nos quedamos compuestas y sin paella a la vista:

-¿Qué hacemos ahora, mama? Yo tengo ganas de paella, jo.
-Tendremos que tirar del comodín.

Cuando mi madre y yo no sabemos dónde hacer nuestra paella siempre acabamos metiéndonos en camisas católicas o monárquicas. Es algo así como lo que hacen en Telecinco con Belén Esteban para rellenar huecos. Son tres casos igualmente vastos y complejos y, claro, siempre hay algo nuevo que hacer o decir al respecto. ¿Ustedes también se han percatado de que Belén Esteban se está quedando sin nariz?

Como el placer siempre está en nuestros manos y el folletito de la Campaña de Educación Afectiva que organiza la Junta de Extremadura se nos antoja bastante completito en tanto que trata aspectos muy variados (habría que haber asistido a las jornadas para examinar la profundidad, claro), tuvimos a bien preparar una paella para compartirla con todos los que, como nosotras, celebran las mil y una bondades del onanismo y también con los que comparan la masturbación con “fabricar un cohete”. Ya saben, la idea era disfrutar del arroz de mi madre, bailar, cantar y pasar un buen rato a fin de promover el entendimiento o, al menos, la aceptación de ideologías contrarias.

Pero luego encendimos la tele y nos enteramos de lo de Aminatou Haidar, la activista saharaui que ha sido detenida en El Aaiún, la capital del Sáhara Occidental, gracias a un sucio acuerdo entre el Gobierno marroquí y el español que así lo ha permitido. La tienen retenida en Lanzarote y ha declarado que hará huelga de hambre hasta que le permitan volver a su tierra.

Así que nos fuimos a la Marcha por la independencia del Sáhara Occidental a gritar “Sáhara libre ya” con la boca llena de arroz.

Con la boca llena de esa paella que esperemos haga efecto más pronto que tarde: Sáhara libre, ya.

lunes, 9 de noviembre de 2009

De mareos y perdices

"Y tú, ¿cómo te cuidas?" ¿Qué contestarían si alguien les hiciese esa pregunta, caracoles? ¡Yo siempre desayuno un tazón de ilusión con mucho optimismo y unas cucharadas de cariño! ¿Responderían alguna cursilada similar si alguien les preguntase cómo se cuidan o dirían que hacen deporte a diario y que no comen alimentos transgénicos? Depende de quién se lo pregunte y con qué finalidad, ¿verdad?

Y si la pregunta procediese de la boca de un ginecólogo, ¿cómo la interpretarían? ¿Hábitos de higiene, actividad sexual o métodos anticonceptivos? Qué carajo me está preguntando este hombre, pensaba yo mientras me retorcía de dolor en la camilla.

Entregaré un punto a todos los que hayan elegido la opción "métodos anticonceptivos" a cambio de que me expliquen en qué se han basado para descartar “hábitos de higiene” y “actividad sexual”.

Me puede la mojigatería, caracoles, sobre todo si afecta al lenguaje. Y es que, no se lo van a creer, pero, desde que trabajo con la parte más funcional de las palabras, mi relación con los signos lingüísticos es mucho más madura. Ya quedan lejos las ganas de desfilologización y el rechazo a la comunicación verbal. Hace mucho que la Nata que no entendía que a veces quien dijo “digo” en realidad pensaba en “Diego” y ahora dice “daga” guardó estas incógnitas en la carpeta “a veces me gustaría ser una máquina” y cambió de nivel a fin de explorar otros aspectos del lenguaje mucho más accesibles y enriquecedores a nivel mental y espiritual.

Ahora me entretengo con el apasionante mundo de la subordinación sustantiva o el no menos trepidante universo de la selección modal y no sólo lo hago porque el trabajo así me lo exija -indicativo o subjuntivo, ¿tú de quién eres?- lo hago porque me sienta mucho mejor centrarme en el lado más herramienta de la palabra.

Aun cuando me da por escribir cosas ñoñas, sensiblonas y retorcidas, el lenguaje -la combinación de fonemas que forman sílabas y se juntan con monemas para dar lugar a las palabras que luego constituirán los sintagmas que sostendrán las oraciones-, eso, no es más que una herramienta en manos de nuestra boca o nuestro puño y no al revés. Una herramienta que nos delata, eso sí, porque todo lo que pasa por las manos de un individuo es un delator de dicho individuo, eso es cosa sabida.

Por eso me horroriza pensar qué clase de persona se esconde detrás de un ginecólogo que pregunta “y tú, ¿cómo te cuidas?” para referirse a los métodos anticonceptivos que utiliza la paciente en cuestión. ¿Qué habrá pasado por la cabeza de este hombre para prescindir tan ridícula y mojigatamente de la comunicación efectiva? ¿Qué lastres culturales arrastra este bata blanca? ¿En qué fonemas se esconderá para preguntarme cuándo fue mi última relación sexual?

Marear la perdiz no es siempre bueno, ya lo sabrán ustedes. A veces los rodeos tienen su encanto, su punto de coquetería o emotividad; a veces sirven para decir mucho más con menos o incluso pueden amortizan el golpe o las náuseas, según convenga, y otras, producen interferencias gratuitas y ofensivas, como en el caso que nos ocupa. Y que cómo me cuido, dice... ¡Yo siempre desayuno un tazón de ilusión con mucho optimismo y unas cucharadas de cariño!

Quizá a ustedes esto les parezca un tanto exagerado,caracoles, pero sucede que a mí la gente escrupulosa me desconcierta y los mojigatos, ni les cuento.

¡Feliz lunes!

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Precaución, amigo cliente



¿Se ha fijado en que algunos zapatos tienen la talla muy poco tallada o casi desdibujada en la suela? Es por el uso, me dirá algún avispado caracol. Efectivamente, avispado caracol, las suelan se desgastan con el uso; pero, ¿y si les dijese que me refiero a zapatos nuevos, sin estrenar, o recién comprados?

Haga la prueba: camélese al dependiente de una zapatería fuera del lugar de trabajo y pregúntele qué hace cuando un cliente solicita un 38 del modelo que hay en el escaparate y no dispone de tal ejemplar ni en la tienda ni en el almacén. Puede que le diga “disculpe las molestias, no disponemos de ese número en estos momentos. Vuelva usted mañana” o puede que se arriesgue a venderle un 39 que pulula por ahí. Si el empleado elige esta última opción, entrará en alguna de las habitaciones de acceso restringido y despegará la pegatina o raspará ligeramente la talla tallada en la suela, según convenga.

Usted será su cenicienta particular y él fingirá ser un príncipe encantado. Por muy avispado que usted se crea, estimado caracol, debe tener en cuenta que está ante un verdadero profesional de las ventas que hará lo imposible para que usted no se percate del engaño. El dependiente será rápido:

-Le queda muy bien, caballero
-¿Sí, cree usted? Yo lo veo un poco grande...
-¿Grande? Bueno, es que esta marca trabaja así las tallas. En cualquier caso, déjeme advertirle que una talla menos no le vendrá nada bien a ese juanete que tiene usted en el pie derecho.

Si no han tenido suficiente con este ejemplo, déjenme contarles mi propia experiencia a fin de despejar cualquier duda acerca de la naturaleza y los objetivos del maravilloso mundo de los negocios. Porque el cliente siempre tiene la razón y la empresa nunca pierde.

Aquí donde me leen, yo he tenido que ofrecer servicios garantizados a clientes de una empresa de mensajería. Según la oferta, el paquete del cliente sería transportado y tratado con prioridad frente al resto de envíos y, además, un empleado se encargaría exclusivamente de seguir con minuciosidad el trayecto adelantándose a cualquier incidencia que pudiese suceder.

En realidad todo se reduce a que el cliente en cuestión pagará unos veinte euros más para que un teleoperador consulte una página web y le informe del recorrido de su paquete por teléfono o correo electrónico. La ventaja de este servicio es únicamente que usted no tendrá que molestarse en consultar esa misma página web abierta a todos los públicos. Si su urna de cristal está destinada a romperse, el teleoperador nada podrá hacer por evitarlo y si usted no ha contratado un seguro extra, no sólo perderá la urna de cristal, también tendrá que pagar el 80% de los gastos de envío con servicio garantizado incluido. Ahí lo llevan.

Aquí donde me leen, cuando las ofertas llegaban al supermercado en el que yo trabajaba como cajera, yo misma tuve que cambiar las etiquetas que indicaban el precio habitual de los productos de un supermercado por otras en las que se informaba del coste “rebajado”. Si la semana pasada, el champú para cabellos castigados te salía por 2,45 euros; ahora que el supermercado está que lo regala y ha decidido corresponder a la fidelidad de sus clientes con unas ofertas de escándalo, tu champú habitual sólo te costará 2,90 euros. Cincuenta céntimos más, ahí lo llevan.

No duden de mi condición de caracol, que yo en sendos casos quise oponerme a realizar semejantes prácticas, pero, lamentablemente me respondieron indicándome el lugar de la salida: Si no te gusta, te vas y punto, mientras sonreían como diciendo “¡Ay, los jóvenes!”

La pela es la pela, caracoles, y los negocios son los negocios. Al cliente siempre se le da la razón y, sobre todas las cosas, la empresa nunca pierde.

Carrefour sólo es uno más. Apúrense, caracoles. Vayan a y compren pizzas Palacios a tan sólo 2,45 euros, que después de la promoción de descuento del 70% en la segunda unidad, tendrá que pagar 1,99 euros

lunes, 2 de noviembre de 2009

La cuadratura del círculo o Yo también soy Carlos Otto (VII)

Todo pasa y todo queda. Carlos Otto, el periodista despedido impunemente por publicar un artículo de opinión en su blog personal, el tres veces demandado por injurias y calumnias, el vetado, el tocapelotas que incomoda tanto a peperos (por ejemplo)como a pseudo sociatas (por ejemplo), el destrapicheador que hace lo que puede y un poquito más para destrapichear (informar al ciudadano, se entiende) y, por lo tanto, buen destrapicheador es parece haberse librado de la posibilidad de tener que pagar 18.000 euracos.


Efectivamente, todo apunta a que la historia más triste jamás contada ha llegado a su fin. La historia de la libertad y el derecho a ejercer la ciudadanía (y la profesión, claro). Pero aún quedan muchos cabos sueltos: ¿cómo acabará ese chiste tan malo que ha resultado ser el Aeropuerto de Ciudad Real? ¿Qué nueva lección aprenderán los estudiantes de Empresariales de los ilustres Díaz de Mera y León Triviño? Ay, una de palomitas con mucha sal, por favor, que no pienso moverme del sofá...


Pese a la torpeza de esa improvisada carta de despido, hay que reconocer que esta gente se lo ha currado. Podrían haberlo hecho mejor y ellos lo saben, no obstante, no lo han hecho mal del todo: tres amenazas en forma de carta certificada del Juzgado pidiendo 6.000 euros por barba para reparar la dignidad por culpa del periodista menoscabada (ejem) y la escasa fe en la justicia tan generalizada como probada (sirva la "procedencia" del despido de Carlos Otto como muestra) han sido, en líneas generales, armas potentes que bien podrían haber hecho temblar el pulso del periodista.

Pero a Carlos Otto no le tembló el pulso. “Saber que no os puedo aniquilar no es suficiente para firmar la paz” y contrató a unos abogados más grandes que la copa de un pino e incluso aprendió de leyes. Vilmente silenciado por las circunstancias, aquí el amigo abrió el pico todo lo que pudo y tanto el injusto suceso como la sucia estrategia seguida por sus contrincantes se difundieron como la pólvora. Faltó (y ésa es otra de las espinas que quedan clavadas) la manifestación, quedada, butifarra o manifiesto con fotitos incluidas.

Faltó una muestra de apoyo mayor por parte de los ciudadanos. Debe ser frustrante jugarse el cuello para que, en líneas generales, todo siga igual, ¿no creen? No estoy proponiendo a Carlos Otto como candidato para el próximo premio Nobel ni nada por el estilo (para eso ya tenemos a Obama), sino que, sencilla y humanamente, considero que alguien debería haberle hecho justicia a este verdadero profesional de la información y, a falta de justicia en los juzgados, ¿quién mejor que nosotros los ciudadrealeños para agradecer el gesto?

Mal que nos pese, la historia sigue, aún hay muchos cabos y sargentos por encima del bien y del mal. Quedan muchos Modus Tolens por enunciar, denunciar y por tristemente aceptar. No podrías haberlo hecho mejor, Otto. Sigue así.

jueves, 29 de octubre de 2009

De fallos y errores



¿No me notan nada raro, caracoles? ¿De verdad? ¿No me digan que no se han dado cuenta de que hace días que apenas utilizo la letra “zeta” en mis textos? Resulta que mi nuevo ordenador, con apenas dos meses de vida, ya ha manifestado algún que otro síntoma de imperfección, ¿se lo pueden creen? Durante dos días, a la pantalla le dio por no funcionar y, ahora, la citada teclita ha saltado por los aires.

Si bien es cierto que la promesa de no fumar mientras tecleo no me duró ni dos horas y que, en líneas generales, no soy una persona especialmente delicada y cuidadosa, no es justo que un aparato con apenas dos meses de vida, me vacile con semejantes fallos, ¿no creen?

Y ahora vendría que ni pintada una sensiblona disertación acerca de la naturaleza de los fallos y su posterior comparación con los errores a través de un breve inventario que recogiese las diferencias y similitudes entre ambos. Podría acabar la entrada hablándoles de la improvisada teoría de “fallo y pelillos a la mar” y celebrando el método de ensayo y error. Les diría que, dentro del compromiso de optimización con el que todo individuo debería estar comprometido, tanto el “fallo y pelillos a la mar” como el “ensayo y error” deberían tener un casillero.

Escribiría sobre todo esto, pero no puedo hacerlo porque me siento incompleta, porque me falta una letra. Me falta la última letra del abecedario, ahí es nada.

Ésa es una de las cosas que tienen en común los errores y los fallos, que transmiten una sensación de completo-incompleto de la que cuesta horrores liberarse.

Por acierto o azar, una “zeta” bastará para sanarme.

¡Que tengan un buen día, caracoles!

lunes, 26 de octubre de 2009

Tiempo que da tiempo del tiempo que da




Cadena de favores de Todas las almas. Sácame de aquí, Lady blue. Infinito. Ay Carmela, La lista de la compra. Así gasto yo gran parte de mi tiempo, caracoles: mezclando cosas.

Como ayer les mostraba sin ningún tipo de complejo uno de mis entretenimientos favoritos (enredar refranes), hoy he decidido ampliar el escaparate contándoles que también me lo paso pipa combinando títulos de libros, canciones y películas. Mientras limpio la cocina o voy a Miguelturra, yo mezclo las cosas.

A veces me enfado conmigo misma por emplear mi tiempo en semejantes estupideces. Bien podría invertir esos segundos en buscar la feliz solución al conflicto saharaui o en extraer ejemplos de la vida cotidiana que me ayuden a reforzar la fe en la viabilidad de una estructuración horizontal de la sociedad. Y, sin embargo, Caótica Ana, rara vez seguimos El sendero de la mano izquierda. ¡Ángeles y Demonios!

¿Cómo se organizan ustedes, caracoles? No hablo de agendas. No hablo de tiempo de acción, hablo de tiempo mental. ¿Se han percatado de la energía que consumen según que pensamientos? Es importante ser consciente de los contenidos que trafican por nuestro tiempo mental, ¿no les parece? Siquiera por aproximación, puede ser constructivo acabar la jornada elaborando un pequeño inventario que recoja los pensamientos que nos han acompañado a lo largo del día e indique el tiempo estimado invertido. Es igualmente saludable establecer una relación entre los contenidos que nos han llevado de un asunto mental a otro para actuar en consecuencia al día siguiente.



Lo real. Visto lo visto, La vida te da un Jardín de senderos que se bifurcan. El tiempo de las cerezas. Tiempo de silencio. Tiempo de memoria. ¡Que te follen, Nostradamus!

viernes, 23 de octubre de 2009

A palabras necias, consuelo de tontos

Ojos que no ven, con gusto no pica. ¿Qué me dicen de los refranes, caracoles? Al buen entendedor, le llueve sobre mojado y a quien madruga, cien pájaros le caen en la mano. A mí su vulgaridad se me antoja tan repelente como atractiva. Es algo así como una relación simultánea de amor y odio, no sabría explicarles.

El caso es que no gusto de aderezar mis reflexiones con semejantes sentencias porque, a mi juicio, condensan y simplifican la realidad hasta límites insospechados. No obstante, reconozco que suelo recurrir al refranero popular con más frecuencia de la que me gustaría. Y es que a veces me resumo en un refrán, caracoles.

Dime con quién andas, todo son pulgas. Lo mejor es reinventarlos, siquiera para pasar el rato. Va a ser peor el remedio que la cuenta nueva. Borrón. Sobre gustos, corazón que no siente.

-¿Me puedes decir cuál es la finalidad de esta entrada, Nata?

-La pura recreación en la palabra, supongo.

-Interesantísimo. Sí, señora.

-En boca cerrada, que mal acompañado. Déjame en paz.

-Venga, anda, déjalo ya.

-No hay cosa más rica que rascarse cuando pica.

-Pues claro que sí, mujer. Rascarse cuando pica, no hay cosa más rica. ¿Nos vamos a dormir?

-Sí.

miércoles, 21 de octubre de 2009

La triste historia de dos litronas



De un tiempo a esta parte, la vida me está devolviendo los palos que yo intenté darle antes. Para que se hagan una idea les diré que he tenido que ceder a grandes verdades como que Carmen, la bedel del Aulario de la Universidad, es una bellísima persona. Yo que tanto critiqué a Carmen durante mi época universitaria.

Ahora pienso en todos los que penden de un hilo por haber traspasado los límites de la legalidad con alguna de sus acciones, los que acaban de ser cazados o los que sospechan que no tardarán en serlo. Aquellos que están a la espera de un juicio, pongamos que hablo del caso Gürtel. Pienso en las cabezas cortadas y, de alguna manera, las compadezco.

Otto y Víctor ya han caído, Santi y yo seremos los siguientes en hacerlo. Imagínense, caracoles: un catorce de septiembre cualquiera, cuatro amigos terminan de cenar un kebab y se dirigen al conocidísimo Parque Murallas de Ciudad Real a fin de refrescarse con un par de cervezas de litro. No se lo van a creer, pero se trataba de las cervezas más frías jamás vendidas por un chino. Doy fe de ello.

Y así, ajenos a los agravios que estábamos perpetrando contra la comunidad a cada trago de cerveza, la policía vino a nosotros para iluminar nuestro camino. Esto que estáis haciendo es ilegal, nos dijo el poli malo sin tan siquiera darnos las buenas noches. Nos vamos a otro sitio, dijo Víctor intentando negociar el asunto. No, tenemos la obligación de deshacernos del alcohol; no lo digo yo, lo dice la ley. Sabéis que no se puede beber en la calle.

Y tomaron y comprobaron nuestros datos, no sin antes verter las litronas más frías jamás vendidas por un chino al suelo y tirar los envases de vidrio a una papelera cualquiera. Cuánto me queda por aprender de los agentes de la ley: tirar los envases de vidrio a una papelera cualquiera, eso es ser un ciudadano concienciado y preocupado por el decoro y el buen funcionamiento de la ciudad. Sí, señor.

Ahora, como les digo, vivo en tensión. Hablo a diario con mi madre para preguntarle si me ha llegado alguna carta. Certificados de cursos, vidas laborales y poco más. Me debato entre pagar o no pagar la sanción, recurrirla o sustituirla por una medida educativa o reparadora. En qué consistirá la medida educativa, me pregunto. Sólo se trataba de las dos litronas más frías jamás vendidas por un chino. Hay que joderse.

Quizá por ser mujer me libre de la multa. Quién sabe.

lunes, 19 de octubre de 2009

Mi Ciudad Real: "De noche y de día, Ciudad Real te enamora: La estación de autobuses"

Ni muerta ni de parranda, querido lector. Si no he escrito en esta sección durante todos estos meses ha sido porque he estado en la estación de autobuses de Ciudad Real. Supongo que ya se imaginará usted todo lo que ello supone... Le cuento: era julio, me habían concedido unos días libres en el trabajo y pensaba disfrutarlos con mi familia en Socuéllamos.


Ése es el motivo por el que no he podido escribir en Mi Ciudad Real, caracoles. Disculpen que no les haya contado nada antes. Pueden seguir leyendo el resto del articulito aquí

¡Que tengan un buen día!

jueves, 15 de octubre de 2009

Adelante, pide pista





"La corrupción es como el niño del anuncio del Colacao, superado al asco que nos produce acaba enterrada en parodias y chistes"
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La viñeta es del gran JRMora

Estoy enganchada al caso Gürtel, caracoles. La otra noche soñé con la total disolución del Partido Popular y todo. ¡Ay madre, si están todos metidos en el ajo! Ahora vengo de Público de leer la noticia que se hace eco de las lágrimas de Ricardo Costa en el Les Corts.

Según cuentan algunos ex compañeros de partido, Ric no ha podido contener la emoción y, supongo, la humillación ante la definitiva destitución. Parece ser que el pijo de los pijos tuvo una mañana movidita y, tras reunirse con Camps para que éste le informase de la decisión del partido, el pobre hombre tuvo que presenciar cómo el Presidente valenciano comunicaba el cese a sus diputados. “¡Ya está bien, Presidente!”, dicen que dijo un Ricardo que, como todos, también tiene su corazoncito.

¿Serán lágrimas de cocodrilo? Todo dependerá de si finalmente consigue ser el party animal de la fiesta pepera. Ups, no, ya no lo conseguirá.

Y si ayer hablábamos de personalidades y sentires múltiples, qué decir de esta panda que tantos sentimientos contradictorios genera: la risa y el casi llanto. La indignación y la resignación (son políticos, nada nos sorprende ya). La vergüenza, ajena, y el orgullo, propio: ni soy ni seré como ellos.

Y ahora resulta que el sustituto de aquí el amigo es nada más y nada menos que un nazi.

Ni en "Granjero busca esposa" han conseguido crear tanta expectación, oigan.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Piedra, papel y arcilla

Quizá ustedes no se han dado cuenta, caracoles, pero ahora soy un poco más piedra que antes. Siempre he sido una tía aparentemente dura y, bueno, supongo que tanta coraza ha ido entrando poco a poco en mis entrañas hasta convertirme en eso, en un poco piedra. No obstante, lo que somos, las cosas o aspectos que nos definen son variables y se manifiestan en mayor o menor medida en función del contexto circundante, afortunadamente. Y es que el caracol es, como todo el mundo sabe, un ser relacional.

Por eso acepto con el mejor de mis talantes que, a pesar de mis momentos piedra, también tengo mis jornadas arcilla. He de reconocer, eso sí, que no me agrada el hecho de que estas últimas se manifiesten con todo su esplendor en el mismo contexto una y otra vez de un tiempo a esta parte: las clases de Español para Erasmus.

Déjenme advertirles antes de nada que, en contra de los comunicados que ha emitido mi santo padre, ni me he convertido en catedrática de la noche a la mañana, ni tengo un despacho para mí sola. Doy clases de Español en la universidad, sí, pero podríamos decir que mi culo dista mucho de estar dentro de dicha institución. Y lo que les digo, soy una profe blanda.

Soy de las que creen en abuelas de alumnos que enferman cada dos por tres -¿quién soy yo para dudar de un alumno que viaja dos semanas a su país de origen para visitar a su abuelita enferma?-. Y es que hay que ver lo que cambia el cuento desde la pizarra, caracoles. Además, confiesoles que me muero de envidia cada vez que entro en el aula y les veo. Y ellos lo notan, claro que lo notan. Bajo ningún concepto querría yo volver a ser alumna universitaria pero, ay, no sé, lo de los Erasmus es otro mundo.

El caso es que, como les digo, en el aula soy arcilla. Piedra y arcilla. Arcilla y piedra. Con papeles. Sin papeles. Caminar sobre las hojas del otoño es romántico y también resbaladizo. A veces un cielo, como dice la canción. En fin, caracoles, todo esto era una excusa para empezar la mañana celebrando la personalidad múltiple con la que, mal que nos pese, todos comulgamos de vez en cuando. Celebrándola, sí, porque si no puedes con el enemigo, tendrás que unirte a él.

¡Que tengan un buen día!

domingo, 11 de octubre de 2009

La historia más triste jamás contada o Yo también soy Carlos Otto (V)




Érase una vez la justicia, caracoles. En un lugar muy lejano, érase el amparo legal ante las injusticias. Apestoso y definitivo despido procedente de Carlos Otto, el periodista que fue despedido por publicar un artículo de opinión en su blog personal. ¿Que por qué es apestoso? Porque huele fatal.


Esperemos que haya más suerte en las querellas por injurias y calumnias. Esperemos que no haya que apelar a la suerte.

Disculpen la brevedad de la entrada, la rabia es lo que tiene.

lunes, 5 de octubre de 2009

Satisfacción

Mientras nuestros compañeros asistían religiosamente a clase para copiar los apuntes que luego vomitarían, un pecador decía lo siguiente:
"Seremos unos bala perdidas, sí, pero no le hacemos daño a nadie"


Estoy consternada, caracoles. Decepcionada conmigo misma. Avergonzada. Y es que lo he vuelto a hacer, amigos: he vuelto a arrepentirme, ¿no les parece una tragedia? Lo es. A pesar de haberme criado en una familia medio religiosa, siempre he presumido de no haberme contagiado lo más mínimo de ese virus cuyos efectos secundarios más demoledores son, como todo el mundo sabe, la represión de cualquier instinto y la sensación constante de culpabilidad. Tomé la primera comunión, sí, pero, francamente, nunca le presté demasiada atención al asunto y. poco a poco, fui modelando mi intelecto hasta convertirme en la rojilla atea que ahora soy. No obstante, como les digo, en ocasiones me arrepiento de las cosas.

Yo, que suelo llevar el “que me quiten lo bailao” y “lo que te rondaré, morena” por montera, a veces niego mi rostro en el espejo --“ésa no soy yo”, me digo--, mi carita se pone colorada como un tomate o dejo escapar una risa tan floja como ridícula porque, cuando alguien se arrepiente de algo, ese algo toma las riendas de la situación y se apodera de uno mismo, por eso es que se nos escapa una risa tan floja como ridícula.

Piensen en su mayor locura, caracoles. Rememoren esa época en la que no había más razones que las que concedían las vísceras; cuando los valores eternos se quedaban en casa y el ritmo lo marcaban las pasiones efímeras. ¿Alguna vez se han dado el capricho de alimentarse del más puro y gratuito placer? No es algo para hacer durante toda la vida en tanto que correríamos el riesgo de no saborear lo mejor de vivir por y para el placer: superar la insulsa tendencia de vivir por y para el placer (por mucho que digan los epicúreos). Eso sí, no me negarán que es ésta una de esas tentaciones en las que hay que caer de vez en cuando, ¿verdad?


El caso es que yo a veces siento algo así como que me arrepiento de mis correrías mexicanas, me avergüenzo de los últimos años de carrera, la carita se me pone roja si pienso en las termas de Santa Fe en Granada y no consiento reconocerme que, con todo, soy una persona irremediablemente promiscua.

No siempre es así, claro. Por lo general, yo suelo mirar mi lado más locuelo con media sonrisa en la boca. Con la satisfacción de haber superado siempre la insulsa tendencia de vivir por y para el placer más gratuito, pero también con la satisfacción de haber bailao lo que ya nadie me puede quitar y lo que te rondaré, morena.

Pero en ocasiones me arrepiento, insisto. Y la culpable no es otra que la moral religiosa de la que todos, en mayor o menor medida, estamos contagiados. Hay que joderse, caracoles. Porque a ustedes también les pasa, ¿verdad? Seguro que alguna que otra vez ustedes también han tenido remordimientos por haber vivido un episodio de locura y desenfreno, por una aventura erótico festiva que ni el mismísimo Rocco Siffredi , por haber puesto a prueba a su adrenalina. Por haber pasado página sin vestirse de luto (ni por fuera, ni por dentro) o por haber mandado a paseo al sacrificio y a la casi flagelación para, de una vez por todas, salir a la calle a comprobar si a alguna flauta le da por sonar.

Está bien arrepentirse por haber fingido que la alcantarilla se quedaba con las vueltas del pan de cara a nuestra madre, es normal tener remordimientos por haber dejado la puerta del ascensor abierta para que nuestra vecina y sus cuatro perros se fastidien y bajen por las escaleras. Que la cara se nos caiga al suelo por haberle puesto a un segundo cliente la tapa que rechazó el primero también es, igualmente, comprensible.

Es normal arrepentirse de estas cosas ya que todas ellas son pequeños agujeros que, de alguna manera, merman el código ético y moral que todo individuo ha construido (o debería haber construido) en base a su plena conciencia de individuo y, por lo tanto, sufrir la dolorosa sensación de la culpabilidad es poco menos que obligatorio.

Ahora bien, ¿qué hay de malo en quererse, caracoles, en darse un capricho (o dos. O los que sean)? ¿Por qué tendríamos que reprimir las ganas de liarla o de liarnos si lo peor que puede pasarnos si nos dejamos llevar es que nos topemos con la extraña necesidad de volver a coger las riendas para colocarlas en un sitio más estable, por decirlo de alguna manera? Porque dejarse llevar eternamente, como todo el mundo sabe, no es siempre saludable. Pero resistir las tentaciones, tampoco. Living la vida loca, cantaba el gran Ricky Martín. Living, living. Pues claro que sí, de vez en cuando y con la cabeza bien alta, ¿no les parece?








lunes, 28 de septiembre de 2009

¿Qué no arreglará la paella de mi madre?

Cuando la crisis y todo su tufillo desaparezcan, mi madre y yo publicaremos nuestro ensayo titulado “Tendrás que hacerlo mejor” (en honor a Deluxe, el grupo favorito de mi madre). En líneas generales, el texto comienza con una serie de regañinas dirigidas al equipo de Gobierno actual y a su principal grupo de oposición, continúa con un listado que recoge los errores más graves que estos personajes han cometido desde que se empezó a hablar de desaceleración y acaba con la exposición de nuestras propuestas. Respecto al último apartado sólo hemos atinado a escribir el epígrafe: “Nosotras lo hubiésemos hecho así” pero aún no sabemos cómo desarrollar el capítulo, ser presidente de un país debe ser complicado, ¿no creen?

Lo publicaremos cuando las aguas hayan vuelto a la calma para así poder unir el lanzamiento de nuestro primer libro con la redacción de nuestra segunda obra proyectada: un ensayo sobre la idiosincrasia del pueblo español centrado en su recurrente tendencia a actuar a posteriori. A buenas horas, mangas verdes. ése será el título de nuestro segundo libro.

Para escribir este nuestro primer ensayo, Amelia y yo hemos tomado como fuente de documentación lo vertido en todo tipo de medios parciales (desde los más rojillos a los más fachas) y en las conversaciones de los bares. Asimismo, durante todo este tiempo, hemos contado con la inestimable ayuda de nuestro círculo de amigos y familiares, especialistas todos ellos en asuntos de cualquier índole.

¿Que qué tiene que ver esto con la paella de mi madre? Se lo cuento ahora mismito.

Sucede que Amelia y yo andábamos un poco atascadas en lo referente a la subida de impuestos, un asunto que bien merece un lugar importante en nuestro ensayo. No acabábamos de descifrar el mensaje de nuestro dialogante presidente y tampoco la postura de Rajoy nos resultaba del todo comprensible. Es lo que tiene la oratoria política, ustedes ya me entienden.

Llamamos a mi amiga Alicia, licenciada en Derecho, funcionaria durante más de un año en distintos departamentos de Hacienda, actual auxiliar de Justicia a la espera de destino definitivo y firme defensora del centro en lo que a política se refiere (¿?).


-Hola, nena, ¿estás ocupada?

-Qué va, estaba repasando la Constitución. Por hacer algo, ya sabes.

-Ah, muy bien. Nada, te llamaba para preguntarte por lo de la subida de impuestos.

-¿Qué queréis saber?

-Alicia, ¿eso es bueno o malo?

-Mujer, es saludable para nuestra economía que los impuestos suban.

-Te escuchamos.

-¿Me escucháis?

-Sí, estoy con mi madre. Tengo el “manos libres” activado.

-Pues eso, los impuestos tienen que ajustarse a la realidad económica y social.

-Alicia, te estás yendo por las ramas...

-No, no voy a ningún sitio, Nata.

-Jo, es que como decían que la subida se aplicaría a las rentas más altas y esas cosas...

-¿No queríais igualdad?

-Alicia...

-Era broma, era broma. Ya sabes que me encanta picaros.

-Ya veo, ya. Entonces, ¿la actual subida de impuestos es de izquierdas o de derechas?

-¿De izquierdas o de derechas? Qué anticuada estás, eso ya no existe. Todo depende de cómo, hacia dónde y para qué se suban. Ya os lo dije, chicas, esto es el centro. Aún faltan algunas pinceladas, pero esto es el centro.

-¿Sí? Pues vaya.

La conversación con Alicia no aportó demasiada luz a nuestro ensayo pero sí avivó las ganas de un buen paellazo. Porque, al final, ni las rentas más altas ni las SICAV de las narices: la peor parte, para el pobrecito labrador, que ya se las ingeniará para entrar o seguir dentro del apasionante mundo de la economía sumergida. Y qué decir de Rajoy...

Así que, paellazo al canto para un Gobierno que nos contenta con alguna que otra medida social razonable, pero no tiene la más mínima intención de trasladar esa perspectiva a la economía. Como dice el chispeante Cayo Lara, el PP y el PSOE parecen el Dúo Dinámico porque “si no la misma música, sí que tienen la misma melodía”.


sábado, 26 de septiembre de 2009

Las naves no arden


"El día o la noche en que por fin lleguemos
habrá que quemar las naves"

M. Benedetti


-A lo hecho, pecho.

-Me quedé porque decidí no irme y no al revés.

-La cosa no pinta mal del todo. No puedes quejarte.

-Tienes razón y, encima, lo de las clases de Español para Erasmus... Va a ser toda una experiencia.

-Pues claro.

-Ya, pero...

- No lo digas.

-Yo no quería esto

-¿Qué querías tú?

-Pues eso, lo otro.

-Tú no lo querías... y, ¿ahora? ¿Lo quieres ahora?

-¿A qué juegas? Te estoy diciendo que, en el fondo, yo quería lo otro.


Dice Belén Gopegui que, a pesar de nuestro empeño, la mayoría de las veces dividimos. Ni elegimos, ni hacemos un borrón para empezar con la nueva cuenta. Somos de fragmentos. Nada de ésta sí, ésta no. Ésta me gusta, me la como yo. Ni hablar del peluquín.

Aunque el héroe que todos llevamos dentro intente convencernos de lo contrario, lo cierto es que rara vez jugamos al todo y la nada. Más bien, hacemos fracciones y seleccionamos partes combinadas de los trozos del pastel y, si persistimos en creer que elegimos una porción entera , supongo, es por culpa de la poesía y otras bobadas.

Los ciudadanos somos poco conscientes de ello, no obstante, la mayoría de lo que por avatares de la vida llegamos a considerar basura, posteriormente, vuelve a nuestras manos convertido en otra cosa. Es reciclado, reutilizado, convertido en algo que puede tener una finalidad igual o distinta a la que tenía antes pero, eso sí, con parte de su esencia primigenia.

Lo mismo pasa con las cosas de la vida, ¿no les parece? Cuando sacamos la basura o la alegría no nos libramos del todo de ninguna de las dos. El individuo es una planta de reciclaje que, en colaboración con el paso del tiempo, crea obras derivadas a partir del pasado que alguna vez fue presente. Esto puede ser bueno o malo en función de la carta elegida, perdón, quise decir "dividida".


Si analizarlo es tan sencillo, ¿por qué carajo a veces vivir es tan complicado, caracoles?

martes, 22 de septiembre de 2009

"No más ropa rosa para Edurne"

He creado la plataforma “No más ropa rosa para Edurne” a fin de proteger a mi querida sobrina de posibles traumas futuros. No contaba con el beneplácito de mi familia a tal efecto (principalmente con el de mi hermana), no obstante, yo soy una persona arriesgada que roza incluso lo temerario, fiel a sus principios y convicciones y una luchadora nata por las causas que bien lo merecen, así que, después de mucho pensarlo, he enviado un escrito formal a Ana recordándole los derechos y deberes que tiene como madre de la criatura y advirtiéndole que sus actos rozan la ilegalidad: aún no se ha prohibido vestir a un hijo casi única y exclusivamente de un color, pero el borrador ya está redactado, créanme.


Y mi hermana me ha enviado un telegrama como acuse de recibo:


DOS OPCIONES TIENES. stop. COMPRAR (Y PAGAR, CLARO) LA ROPA DE TU SOBRINA. stop. O TENER UNA HIJA PARA VESTIRLA COMO TE DÉ LA GANA. stop.


Como viene siendo habitual en casa de los Alarcón Mosquera, Amelia ha tenido que tomar las riendas de la confrontación haciendo de juez e intentando, sin poner mucho empeño en ello, no formar parte del pleito. La experiencia me dice que, en este tipo de situaciones y por razones que desconozco, la opinión de la hija pequeña (que soy yo) no suele ser tenida en gran consideración y, por tanto, intuía que la plataforma “No más ropa rosa para Edurne” saldría escaldada de todo este asunto. Pero la esperanza, amigos, es lo último que se pierde, y yo esperé en mi lado del cuadrilátero con una la firme convicción de que Amelia volvería de la salita con un veredicto favorable a mi noble causa.


Mi gozo en un pozo. Amelia se ha dejado llevar por el discurso maternalista de mi hermana, dibujado con lágrimas de pseudo ofendida y cargado de argumentos tan vacíos como el de que la ropa rosa es más económica. Efectivamente, caracoles, es algo lamentable.


Ahora resulta que es mi hermana la que tiene la última palabra y, si hubiese alguna pequeña posibilidad de hacerla cambiar de opinión, el hecho de que la balanza de Amelia esté a su favor complica el asunto sobremanera. Y es que mi madre también tiene una inexplicable y misteriosa predilección por el color rosa, a pesar ser una persona con buen gusto.


En fin, cuando llegue el momento, invitaré a merendar a casa a mi sobrina para explicarle que yo hice todo lo que estuvo en mi mano, pero no hubo manera de luchar contra esos dos pesos pesados que son mi hermana y mi madre.


¿Esto es todo lo que se cuenta Un mundo mejor para los caracoles? Pues sí, mire usted, esto es lo que había para hoy. Ea


jueves, 17 de septiembre de 2009

Uh, vaya lío. Las razones de la razón son mis amigos.

“Llora en mi corazón como llueve en la ciudad”. ¿Qué me dicen, caracoles? ¿Cómo se les queda el cuerpo? Qué cosas tiene la poesía. A mí más de una vez me ha dado vergüenza ajena leer algún verso a pesar de ser una sensiblona de mucho cuidado y, a veces, ésas mismas líneas que ayer me hicieron ningunear el género poético, me ponen la carne de gallina y despiertan mis sentidos hasta límites insospechados.

Mi relación con la poesía no es nada cordial. Creo que, exceptuando a Roger Wolfe, tiendo a hojear antologías y poemarios con cierta distancia y soberbia. Pero a veces me dejo tocar, claro. Lo que pasa es que yo no sé asimilar de manera aislada y me cuesta horrores enfrentarme a formatos tan artificiales como el del verso, por eso me gusta mucho más lo poético de las cosas que la poesía propiamente dicha.

Entonces, ¿por qué carajo esos versos que les citaba al principio me sobrevienen con cierta frecuencia? Puestos a elegir y sin ánimo de ofender a Paul Verlaine, preferiría recordar otros poemas mucho más sublimes a mi juicio que “Llora en la ciudad”. En fin, no sé, la razón tiene razones que el corazón desconoce (¿o era al revés?), el caso es que, sin yo saber muy bien por qué, mi cabecita me recuerda de vez en cuando que “llora en mi corazón como llueve en la ciudad” sin que mi corazón se manifieste al respecto. Todo un misterio, ¿no les parece?


-Joder, qué asco de lluvia. Nos vamos a mojar bien mojados.

-“Llora en mi corazón como llueve en la ciudad”, ¿conoces ese poema?

-¿Qué me estás contando, Nata? Anda, vamos a comprar atún.

-“Como llueve en la ciudad”

-¿A Día o a Mercadona?

-“Llueve en la ciudad” -la depuración poética era esto, por fin lo entiendo-. A Día, por supuesto.

lunes, 14 de septiembre de 2009

¿Qué no arreglará la paella de mi madre?


- ¿Nos vamos de putas, mama?


- Ay hija, qué cosas me dices.


- Mujer, no te asustes. Nunca se me ocurriría ir de putas contigo. Me refería a que este fin de semana podríamos compartir nuestra paella con las empleadas del sexo.


- ¿Empleadas? Qué poco sabes de la vida, Nata. Si están todas obligadas, explotadas, maltratadas, chantajeadas... ¿Acaso no has oído hablar de la trata de blancas?


- Sí, ya sé que hay todo un sucio y peligroso negocio detrás de la prostitución pero también me consta que hay un porcentaje, por mínimo que sea, de personas que trabajan con su cuerpo en pleno ejercicio de su libertad. Lo hacen porque sí o por motivos varios y también porque, como apuntan todas ellas, mientras haya hombres, habrá putas.


- ¿Y las mujeres? ¿Pagarán por sexo las mujeres?


- Pues claro que sí, mama.


- Nena, tú no hagas eso.


- Para tu tranquilidad te diré que nunca lo he hecho y dudo mucho que alguna vez lo haga. Eso sí, después de mucho pensarlo, te cuento que no veo nada malo en el hecho de que una persona pague a cambio de tener relaciones sexuales con otra persona dispuesta, sin coacción alguna, a ofrecer dichos servicios.


- Eso es una guarrada, Nata.


- Qué va a ser una guarrada, mama. Es sexo.


- Entonces, ¿crees que se debería legalizar la prostitución?


- Mira, yo no sé.


- Es un asunto complicado, ¿verdad?


- Pues sí. Por lo visto, en Holanda la situación ha empeorado desde que se legalizaron los burdeles ya que el tráfico de mujeres ha aumentado considerablemente desde entonces y en Suecia, han optado por multar a los clientes. Piensan que si logran acabar con la demanda, se terminará la oferta.


- Anda, mira, pues a mí lo de los suecos no me parece tan mal.


- Que no, mama, que no. Que ese tipo de demanda va a existir siempre y no hay nada inmoral en ello, no te engañes. ¡Libera tu mente!


- Sé sincera, ¿no te parece algo denigrante para la mujer?


- No sé tú, pero yo soy consiciente de que, en el día, prostituyo cachitos de mi persona mucho más valiosos que mi cuerpo a cambio de nada o de muy poco. ¿Denigrante? Supongo que habrá clientes que hagan lo propio para que la prostituta en cuestión se sienta denigrada pero también pienso que, como todo, será una cuestión de actitud.


- Bueno, pues, dime cuál es tu propuesta.


- Jo, es que es un asunto complicado. Según los políticos, lo más urgente es acabar con la explotación y todo apunta a que se trata más bien de un asunto de política exterior que interior. Es decir, se trata de un problema que debería solucionarse en los países de origen de las mujeres traficadas.


- ¿Según los políticos?


- Sí, bueno, yo también considero que la trata de blancas es un problemade primerísima urgencia y sería genial que, ahora que el tema de la prostitución ha vuelto a salir a la palestra, se tomaran medidas efectivas contra este grave delito de una vez por todas. Pero no es menos cierto que ya va siendo hora de que la sociedad asuma sin poner el grito en el cielo que hay quien demanda sexo a cambio de dinero y también hay quien lo ofrece sin que por ello ninguna de las partes vea menoscabada su dignidad. Es sexo, ni más ni menos.


- No acabas de convencerme, Nata. El sexo es el fruto del amor entre dos personas.


- Sí, bueno, ésa es otra modalidad.


- Mira, hija, prometo reflexionar sobre todo esto que me dices pero, de momento, creo que se me han quitado las ganas de hacer una paella.


- Tú misma, mama. Piénsalo, pero piénsalo bien. Luego me dices qué medidas se te ocurren para acabar con el vacío legal que existe en España respecto a la prostitución en general. Eso sí, te advierto que me decepcionaría enormemente que llegases a conclusiones similares a las del gobierno sueco.

Y ustedes, caracoles, ¿qué dicen al respecto?

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Durante la redacción de este post, el corrector de Word ha tenido a bien subrayar en rojo las palabras “puta”, “prostituta” y “prostitución”.

En el caso de “puta” Word me invitaba a utilizar palabras alternativas como “puga” o “pauta”. Para las otras dos no había sugerencias.

domingo, 6 de septiembre de 2009

¡A jugar!

-¿Qué tal por el sur, Nata?

-Muy bien, mama. Muchas aventuras.

-Me alegro. Vienes muy morena.

-Sí, el sol me ha pegado con fuerza pero he usado protección, como tú me dijiste.

-Eso está muy bien. Dime, y ¿ahora qué, hija?

-Protección factor 25, para pieles blanquitas como la mía.

-Muy bien, hija. Eso está muy bien. Pero, dime, ¿qué piensas hacer ahora?

-Aunque no creas, eh. A pesar de la crema, el primer día se me puso la cara roja como un tomate.

-Nata, empiezas a irritarme.

-Tranquila, mujer, que no llegué a quemarme del todo y ahora, mírame, estoy morenísima.

-¿Te vas, te quedas, opositas? ¿Qué es eso del Sacromonte, hija?

- Y qué me dices del pelo, mama, ¿has visto qué largo lo tengo? Ahora que he dejado la cervecería puedo llevarlo suelto otra vez.

-Nena, no tengas miedo.

- Te acuerdas del día que me lo corté. Han pasado dos años desde entonces, parece mentira… Ahora lo tengo más oscuro, ¿verdad?

-Sí, hija, sí, se te ha oscurecido el pelo.

Hay momentos en los que envidio a los cuarentones curtidos y encaminados que me envidian a mí por ser todo lo contrario (o algo así) e incluso a veces llego a implorarle una segunda oportunidad a la tierna infancia para que me permita volver allí a enmendar mis errores siendo una verdadera niña de los pies a la cabeza.

Hay que ver lo de insatisfechos que somos los humanos, maldita sea.

¿Cómo les sienta a ustedes tomar decisiones, caracoles? La falsa ilusión de libertad en el ambiente, la sombra de la sociedad de bienestar que, como la del ciprés, también es alargada, los lazos, los principios y los finales. Los propósitos y los objetivos. Los pecadores y las soledades. Este teclado y el ruido del viento. La metamorfosis del blanco a cada cambio de página, como dirías tú que dijo alguien. La sensación de tener la sartén por el mango a veces no es suficiente, ¿no les parece?

Por lo general, la elección de una carta tiene algo de agradable y gratificante. Aunque toda la baraja sea apetecible y, por consiguiente, aparezca algo así como la ansiedad, el acto de escoger ensancha el alma y el que más o el que menos cree sentirse en pleno ejercicio de su libertad por el hecho de elegir, a pesar de que sus motivaciones sean pobres y vacías porque no se hayan basado en el exhaustivo análisis de toda la baraja en general y de la carta escogida en particular. Hay quien se siente libre bajando la ventanilla del coche, ea, qué le vamos a hacer.

El caso es que a veces elegir es una mierda, se mire como se mire, y es labor del buen caracol ajustar cuerpo y alma para llevarlo de la mejor manera posible, no caer en la irresponsabilidad de no examinar toda la baraja y, sobre todo, hacer unos cuantos agujeritos en la carta elegida para que pueda transpirar y sea mucho más receptiva al constante movimiento de las cosas. No hay nada más peligroso que no agujerear las cartas de la baraja.

Sin duda alguna, lo mejor es escoger ésa que podamos esconder debajo de la manga alguna que otra vez, la que podamos perder, doblar o conservar hasta el final de la partida, cuando las cosas dejen de moverse a nuestros ojos. Una carta con la que jugar y jugársela. Una carta con esa protección solar que, con todo, no impedirá que la carita se nos ponga roja en más de una ocasión. Un as de picas o un dos de corazones. Una carta abierta con un valor ni muy elevado ni muy bajo, una carta con el precio justo. La política nos enseñó que el gobierno en mayoría no es saludable: una carta que acepte limpiamente que, sin las otras treinta y nueve, nunca jugará una buena partida.

-Mira, me llega hasta el final de la paletilla, mama.

-Te ha crecido mucho, sí.

-Ayer estuve con “las Pedroches”. Esther dice que las piedras lanzadas desde fuera rebotan y que los muros sólo se rompen desde dentro.

-¿Sí? Qué bien.

-Me quedo en Ciudad Real, mama.

-Adelante, hija, dale con fe. ¡Preparar unas oposiciones puede ser apasionante si tú te lo propones!

-Sí, bueno, convengamos que he hecho unos agujeritos por allí y por aquí y la cosa no pinta nada mal.

-¿Agujeritos?

-Los agujeros de la carta… Nada, perdona, pensaba en voz alta. ¿Un café?