jueves, 6 de agosto de 2009

Y si somos provincianos, bueno, ¿y qué?

Esta mañana me encontré en la calle con Sin alcohol y montado de lomo con tomate, también conocido como Paco fuera de las puertas de la cervecería. Sin alcohol y montado de lomo con tomate trabaja como bedel en el edificio de Servicios Generales de la universidad y, como yo, él también suele tener turno de mañana en el trabajo pero esta semana, como a mí, le ha tocado cubrir las vacaciones de un compañero de otro departamento y trabaja de tarde.

Ya que no tememos que perdernos en los formalismos del qué va a tomar y demás, mientras le atiendo, Paco y yo solemos conversar un ratito sobre temas asépticos y variados. Acto seguido él se pierde en la lectura de El País y Lanza y yo aprovecho para fumar un cigarrito en la terraza porque Sin alcohol y montado de lomo con tomate suele venir a eso de las once y cuarto. Esto es, cuando mi jefa se ha ido, la cocinera acaba de llegar y el resto de “clientes almuerzo” han vuelto a sus obligaciones.

Sin embargo, durante las últimas semanas de julio nuestra rutina se ha visto alterada por culpa de los futuros universitarios de la UCLM que procedieron a realizar sus matrículas en el edificio de Servicios Generales y a tomar un aperitivo en el bar de enfrente, es decir, en el bar en el que yo trabajo como camarera. No se imaginan, caracoles. Me faltaban manos para atender a tanta gente y borderías para responder a tanto cliente falto de paciencia y buenos modales.

A excepción de nuestra breve conversación inicial, los descansos de Paco permanecieron inalterables durante esos días. La misma hora, la misma consumición y los mismos periódicos de siempre. Eso sí, esta mañana me ha confesado que, por aquel entonces, él también andaba hasta arriba de trabajo desarrollando labores que escapaban a las de su función como bedel e intentando aplacar el miedo y la inseguridad de esos futuros novatillos que a punto estaban de formar parte de la universidad, de sus madres, de sus tías y de sus abuelas.

Liberados del estrés de aquellas duras jornadas, hoy Sin alcohol y montado de lomo con tomate y yo le hemos echado humor al asunto contándonos las anécdotas más divertidas y estrambóticas de aquella jornada, caracoles.

Él dice que hubo días en que se sintió como el portero de un Corte Inglés cualquiera el primer día de Rebajas: Independientemente de la hora a la que el futuro universitario, hijo, sobrino o nieto tuviese cita para matricularse en vete tú a saber qué carrera, todos estaban allí a eso de las nueve de la mañana. Una locura, Natalia, una locura.

Yo le contaba que algunos se acercaron a la barra enseñándome el papelito con el número de turno asignado. ¿Quieres tomar un “369”?, preguntaba yo fingiendo la ingenuidad que no tengo. No, mujer, tenemos el 369 y está a punto de tocarnos formalizar la matrícula del chico en la universidad: dame tres coca colas, un paquete de chicles de clorofila y cóbrate.

Como entenderán, no pude dejar pasar la oportunidad de echar mano del “sabelotodismo” que caracteriza a todo veterano y, de no haber tenido tanta clientela, es probable que me hubiese puesto a dar lecciones de vida, como hacen todos los veteranos, pero como no daba abasto con los zumos y los Bitter kas, las más de las veces me limité a intentar asustarlos un poquito, sobre todo a los que más prisa tenían o fingían.

Por lo general, aprovechaba el “momento abridor” para mirar al futuro universitario a los ojos y, mientras levantaba la chapa de su coca cola o de la de su madre, le decía con mi tono más dramático:

-¿Sabes? Yo también fui a la universidad y mira dónde estoy ahora. No lo hagas, chaval, no lo hagas.

Otras veces aprovechaba ese momento, el del abridor, para jugar a adivinar la carrera elegida por el estudiante en cuestión o me perdía en algo así como la añoranza de aquel día que vine a Ciudad Real a matricularme en Filología Hispánica acompañada de mi hermana y de nuestra amiga Alicia mientras mantenía conversaciones telefónicas con mi madre a cada rato. Tomamos el primer autobús desde Socuéllamos y a las nueve de la mañana yo ya tenía mi papelito con el correspondiente número de turno. Estaba citada para cerca del mediodía, bien lo recuerdo.

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