domingo, 6 de septiembre de 2009

¡A jugar!

-¿Qué tal por el sur, Nata?

-Muy bien, mama. Muchas aventuras.

-Me alegro. Vienes muy morena.

-Sí, el sol me ha pegado con fuerza pero he usado protección, como tú me dijiste.

-Eso está muy bien. Dime, y ¿ahora qué, hija?

-Protección factor 25, para pieles blanquitas como la mía.

-Muy bien, hija. Eso está muy bien. Pero, dime, ¿qué piensas hacer ahora?

-Aunque no creas, eh. A pesar de la crema, el primer día se me puso la cara roja como un tomate.

-Nata, empiezas a irritarme.

-Tranquila, mujer, que no llegué a quemarme del todo y ahora, mírame, estoy morenísima.

-¿Te vas, te quedas, opositas? ¿Qué es eso del Sacromonte, hija?

- Y qué me dices del pelo, mama, ¿has visto qué largo lo tengo? Ahora que he dejado la cervecería puedo llevarlo suelto otra vez.

-Nena, no tengas miedo.

- Te acuerdas del día que me lo corté. Han pasado dos años desde entonces, parece mentira… Ahora lo tengo más oscuro, ¿verdad?

-Sí, hija, sí, se te ha oscurecido el pelo.

Hay momentos en los que envidio a los cuarentones curtidos y encaminados que me envidian a mí por ser todo lo contrario (o algo así) e incluso a veces llego a implorarle una segunda oportunidad a la tierna infancia para que me permita volver allí a enmendar mis errores siendo una verdadera niña de los pies a la cabeza.

Hay que ver lo de insatisfechos que somos los humanos, maldita sea.

¿Cómo les sienta a ustedes tomar decisiones, caracoles? La falsa ilusión de libertad en el ambiente, la sombra de la sociedad de bienestar que, como la del ciprés, también es alargada, los lazos, los principios y los finales. Los propósitos y los objetivos. Los pecadores y las soledades. Este teclado y el ruido del viento. La metamorfosis del blanco a cada cambio de página, como dirías tú que dijo alguien. La sensación de tener la sartén por el mango a veces no es suficiente, ¿no les parece?

Por lo general, la elección de una carta tiene algo de agradable y gratificante. Aunque toda la baraja sea apetecible y, por consiguiente, aparezca algo así como la ansiedad, el acto de escoger ensancha el alma y el que más o el que menos cree sentirse en pleno ejercicio de su libertad por el hecho de elegir, a pesar de que sus motivaciones sean pobres y vacías porque no se hayan basado en el exhaustivo análisis de toda la baraja en general y de la carta escogida en particular. Hay quien se siente libre bajando la ventanilla del coche, ea, qué le vamos a hacer.

El caso es que a veces elegir es una mierda, se mire como se mire, y es labor del buen caracol ajustar cuerpo y alma para llevarlo de la mejor manera posible, no caer en la irresponsabilidad de no examinar toda la baraja y, sobre todo, hacer unos cuantos agujeritos en la carta elegida para que pueda transpirar y sea mucho más receptiva al constante movimiento de las cosas. No hay nada más peligroso que no agujerear las cartas de la baraja.

Sin duda alguna, lo mejor es escoger ésa que podamos esconder debajo de la manga alguna que otra vez, la que podamos perder, doblar o conservar hasta el final de la partida, cuando las cosas dejen de moverse a nuestros ojos. Una carta con la que jugar y jugársela. Una carta con esa protección solar que, con todo, no impedirá que la carita se nos ponga roja en más de una ocasión. Un as de picas o un dos de corazones. Una carta abierta con un valor ni muy elevado ni muy bajo, una carta con el precio justo. La política nos enseñó que el gobierno en mayoría no es saludable: una carta que acepte limpiamente que, sin las otras treinta y nueve, nunca jugará una buena partida.

-Mira, me llega hasta el final de la paletilla, mama.

-Te ha crecido mucho, sí.

-Ayer estuve con “las Pedroches”. Esther dice que las piedras lanzadas desde fuera rebotan y que los muros sólo se rompen desde dentro.

-¿Sí? Qué bien.

-Me quedo en Ciudad Real, mama.

-Adelante, hija, dale con fe. ¡Preparar unas oposiciones puede ser apasionante si tú te lo propones!

-Sí, bueno, convengamos que he hecho unos agujeritos por allí y por aquí y la cosa no pinta nada mal.

-¿Agujeritos?

-Los agujeros de la carta… Nada, perdona, pensaba en voz alta. ¿Un café?

2 comentarios:

Montse dijo...

Será la insatisfacción propia del ser humano pero yo te envidio a ti y tú nos envidias a nosotras (me he sentido aludida por lo de los 40). Vamos a ser positivas, será que hay algo de envidiable en ti y en nosotras, jajaja.

Bueno, Nata, no lo pienses simplemente hazlo, preparar oposiciones es una mierda pero tú puedes, todo el mundo puede, y meterte en el sistema para que haya alguna mosca cojonera más es necesario.

Ánimo que es peor pensarlo que pasarlo.

Un beso, Montse

¿Quién? dijo...

Seamos positivas, sí :)

Yo también te envidio, ais... ¡Quiero ser una mosca cojonera!

Infinitas gracias por todo, Montse.

¡Abrazo!