martes, 19 de enero de 2010

Disculpen la redundancia

-...Y han visto la foto en la que salgo fumando, tía.
-¿Cómo etiquetas esa foto, tía?
-Yo no la he etiquetado, tía. Lo hizo Carapedo, tía.
-Qué strong, tía...


El diablo se debe estar poniendo las botas con internet, ¿no creen ustedes? Su última acción, a saber, ha recaído en esa pobre choni cuyo tuenti ha sido descubierto por algún familiar. Sí, a mí también me parece estremecedor.

Este diálogo real ligeramente retocado para la ocasión nos viene a demostrar que las chonis también sufren, que una servidora es una persona irremediablemente cotilla en lo que a conversaciones ajenas se refiere y que el mundo 2.0 lo carga un demonio del que lo único que sabemos a ciencia cierta es que es todo un enemigo de la familia, del recato y de las buenas formas.

Y es que, a pesar de que sus bondades son muchas, podemos decir y decimos que los peligros de la red son inextricables, caracoles. El yin y el yang, ya sé. La noche y el día. El nestea y la absenta. El laurel y la pimienta. Internet es una cosa más, es un reflejo como otro cualquiera de las distintas naturalezas del individuo y de sus procesos como tal.

Pero tampoco es necesario que lleguemos al extremo de que a nuestra protagonista le caiga un castigo neroniano por ello, ¿o sí?

Abracitos para todos, caracoles.

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