domingo, 25 de enero de 2009

¿Qué no arreglará la paella de mi madre?




Cuando la mierda valga dinero,
los pobres nacerán sin culo

Gabriel García Márquez


Qué vidas tan mal hechas, caracoles. No todas, claro, pero sí las suficientes como para echarse una manta a la cabeza y que le den por culo al culo, que para eso es culo, como decía un profesor mío. Bueno, a decir verdad, con manta o sin manta, el mundo ya anda bien jodido.

Ahora todos tenemos en mente a Palestina pero también todos sabemos que hay un buen número de conflictos por ahí repartidos de los que no nos llegan muchas noticias y de los que tampoco queremos enterarnos demasiado. Y es que el corazón siente menos cuando los ojos no ven, eso también es cosa sabida, además, para ver, tampoco hay que irse muy lejos, ¿verdad? En todos sitios cuecen habas.

No vengo a tocarles ninguna fibra con este tema. Soy una firme defensora de la sensibilización sensible, respetuosa y constructiva y por eso no les voy a escurrir el monólogo interior que ronronea en mi cabeza desde que también mataron a Saudade, porque siempre llego al mismo callejón sin salida y poco puedo aportar a la causa de construir un mundo mejor: qué vidas tan mal hechas, hay que joderse.

¿Hay que joderse, caracoles?

El jueves hablamos por teléfono, le dije que el sábado iría a Socuéllamos al cumpleaños de mis sobrinas y ella celebró la idea con un entusiasmo mucho más que fingido. No es que mi madre no quisiera verme, se trataba más bien de que ninguna de las dos estaba preparada para mirar en los ojos de la otra y decir: y ahora, ¿qué?

Andrea y Marta han cumplido 7 y 5 años respectivamente y la fiesta y los sándwiches estaban servidos a eso de las 6 de la tarde del sábado. Cuando llegué a casa ya no quedaba ni un hueco libre en la percha: todos estaban allí y, como siempre, los primeros en llegar ya se habían apoderado de las sillas que rodeaban a Amelia.

Yo me senté al lado de Nerea que, dicho sea de paso, estaba enfadadísima porque su madre no la trajo al mundo el 24 de enero, como a sus primas, y a mi izquierda estaba la mesa de las bebidas, por lo que apenas hablé durante la velada. Luego llegó la tarta y en una de éstas mi madre y yo cruzamos nuestras miradas, pero ninguna pudo mantenerla durante demasiado tiempo.

Instantáneamente, las dos giramos la cabeza hacia Andrea y Marta, tan concentradas y tan monas como estaban en la empresa de pedir un deseo antes de soplar las 7 y 5 velas respectivamente y entonces nos enredados en el Cumpleaños Feliz y en la tarta de galletas, todo un clásico para los Alarcón Mosquera.

Mi padre aprovechó la multitud para fumar un cigarrillo a escondidas en la ventana de la salita y yo, sin pensármelo dos veces, ocupé la silla del patriarca:

- ¿Qué no arreglará tu tarta de galletas, madre?

- No me digas eso, hija, no se arregla nada. Come y punto.

Y volvimos a mirar a mis sobrinas, que intentaban llamar a toda costa la atención de los adultos.

- No vayas por ahí, mama. Sí, ellas son el futuro pero nosotras somos el presente. No podemos rendirnos.

- No he dicho nada, Nata.

- Pues di algo, por favor.

- ¿Me haces unos suavitos en la espalda?

- ¿Yo?

- Sí, a mí también me gusta que me hagan suavitos, ¿sabes?

- Nunca hubiese imaginado que a ti también te gustaban los suavitos, mama, como a veces eres tan rarita…

- Ay hija, yo no sé si todo esto tiene algún sentido… y sin Saudade, no sé, hija, no sé.

- ¡Tengo una idea! A partir de ahora cocinaremos atascaburras en vez de paella, ¿qué te parece? El atascaburras es mucho más nutritivo, mama.

- Uy, eso sí que no, Nata. Si seguimos, seguimos, pero nada de cambiar el menú.

- Te mola la paella, ¿eh? Lo tuve claro desde el primer momento, ¿sabes? Lo único que tengo que hacer para que me acompañe a Irak es decirle que su misión es preparar uno de esos arrocitos tan deliciosos que hace ella, eso fue lo que pensé cuando empezamos con tus paellas, mama.

- Hemos aprendido mucho, ¿verdad?

- Sí, mama. Muchísimo.

- Y lo hemos pasado bien.

- Si, mama. De rechupete.

- Y algo hemos hecho, ¿no?

- Pues claro, hemos hecho alrededor de unas 25 paellas hasta la fecha.

- No está nada mal, no. ¿Seguimos adelante, hija?

- Por supuesto.

- Ay, pero qué pensará Saudade.

- A Saudade lo han matado pero nosotras seguimos vivas, de momento.

- No será lo mismo sin su guitarra. Tú también eres consciente de ello, ¿verdad?

- Sí, mamá. No será lo mismo, será distinto.

- Déjalo ya, seguro que se te ha dormido la mano. Tú también haces muy bien los suavitos, hija.

- Eso me dicen y yo siempre les digo que lo aprendí de ti. Algo vamos aprendiendo, mama, algo vamos aprendiendo.

- Anda, vamos a por otro trozo de tarta.

- ¿Qué no arreglará tu tarta de galletas, madre?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querida Nata:
Gracias por leer "SOY EMIGRANTE" en el blog de Montse.
Felicito tu acitud por lo que hiciste con eseniño en el Orfanato, es la misma actitud que tengo yo cuando encuentro esa mirada en algunas personas.
Tenemos que enseñar que somos diferentes por haber nacido en un lugar diferente pero que somos iguales porque somos Seres Humanos nacidos en esta misma Tierra.
Tal vez llegue el día que ese niño te agradezca tu gesto y él mismo cuando se haga mayor deje de tener miedo de compartír un trozo de su vida con alguien que tenga otro color de piel u otro acento pero sea tan humano como él.
Gracias, Elena.