¡Y que nos veíamos el lunes! Hay que ver cuán fascinante puede llegar a ser lo incierto de nuestro futuro... ¿Quién me iba a decir a mí que, cuando me despedía de ustedes con aquel simpático y sentido “¡Nos vemos el lunes!” mi fin de semana estaba a punto de dar un giro de 180 grados? Mi madre y yo habíamos pensado no salir de la península, no nos apetecía machacarnos con muchas horas de vuelo y nos moríamos de ganas por hablar con
Rocío Montes, así que habíamos quedado con ella para ir a guisarnos y comernos la paella en plena plaza Mayor de Córdoba; pero dos acontecimientos cambiaron nuestro más inmediato:
A las 12:05 a.m. Amelia me llamó para comunicarme que me ha sido ingresada la
segunda cuota de la prórroga de la beca para continuar “mis estudios” en México (beca que, como ustedes saben, no estoy disfrutando según las cláusulas establecidas principalmente porque estoy en Albacete y no en Cuernavaca) y a las 14:40 a.m. un Peter apenado me comunicaba que Sarah, su madre, había perdido el avión que la devolvería a su Memphis natal tras una semanita de estancia en Albacete.
¡Blanco y en botella! A las 14:44 la madre mi
flatemate (yeah) y yo nos pusimos rumbo a Socuéllamos mientras mi madre preparaba la maleta y ponía a punto nuestro avión,
El caparazón del caracol, y a eso de las cinco de la tarde del mismo viernes Sarah, Saudade, Amelia y yo aterrizábamos en Memphis. ¿Que qué pintaba Saudade en este viaje? Lo pintaba todo, como siempre. Nuestro gitano favorito, además de convertirse en compañero habitual de las parrandas de fin de semana, no quiso dejar pasar la oportunidad de saludar a Rabiatengo, un viejo amigo suyo que hace un par de años reside en Washingtong.
Una vez en Washington, disfrutamos de un agradable desayuno con Rabiatengo que se alargó hasta bien entrada la hora del almuerzo y, como ninguno de los allí presentes quería romper el hechizo, decidimos preparar la paella para nosotros solos. Tratamos infinitos asuntos entre café y tostadas y propusimos tantos mundos posibles y alternativos a este que vivimos que no nos apetecía lo más mínimo enfrentarnos al entorno “real” en ninguna de sus dimensiones.
Así las cosas, Saudade, Rabiagning, Amelia y yo nos pusimos a caminar en busca del lugar que nos permitiese seguir viviendo en nuestra burbuja mientras degustábamos el delicioso arroz. Caminamos y caminamos y, sin apenas darnos cuenta, acabamos en frente de la Casa Blanca, a dos metros del guarda de seguridad que custodiaba la puerta. Mi madre se puso a cocinar mientras los demás nos ocupábamos del resto de detalles: mantel, entrantes, calimocho y sucedió que, una vez sentados en las sillas plegables, dejó de apetecernos hablar. Ni tan siquiera mi madre recibió las merecidas felicitaciones por preparar tan delicioso manjar.
Allí estábamos los cuatro, sentados en círculo, mirándonos a los ojos de vez en cuando y mirando al suelo de cuando en vez. Ajenos a si gana el negro o el viejo. Ajenos a todo, apenas se oían los golpecitos que el guarda de seguridad emitía cuando golbepaba la porra que sujetaba en su mano derecha contra la mano izquierda y nuestro lento masticar.
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Y esto fue lo que debí contarles el lunes. Para justificar mi ausencia no diré que me dolía la cabeza y, cariño, esta noche no me apetece (aunque algo de eso hay); diré que me ha resultado imposible actualizar y no diré más porque ya se sabe que las explicaciones suelen ser tenidas en cuenta como falsos pretextos y no es el caso.
Disfruten del fin de semana, caracoles. ¡Estamos en contacto!
2 comentarios:
Nat... Por favor, grita conmigo, por favor: aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
En fin, aunque me tienes súper intrigada y no me entero de mucho, lo importante es que has vuelto. Saluda a Amelia de mi parte y para ti un beso. Montse
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