sábado, 30 de agosto de 2008

¡Vente a Alemania, Pepe!

No quiero ir sola al aeropuerto, caracoles. Creo que, de todas las cosas que me contraen el estómago estos días previos a mi viaje a Alemania, verme entrando en Barajas sin más compañía que la mía, me aterra. Dejando a un lado que soy bastante despistada y no tengo el más mínimo sentido de la orientación, puedo decir que lo que me contrae el estómago no es el “no lugar” en sí, el aeropuerto, sino el hecho de caminar hacia la puerta de embarque sin tener que echar la vista atrás porque no hay nadie.

No vayan a malinterpretarme, no quiero remover sus tripas ni sus agendas para que se personen en la terminal 2. Ni ustedes, ni mi madre, ni mi hermana, ni Otto, ni Sonia, ni nadie. Me marcho un día laborable a primera hora de la mañana, todos tenemos algo que hacer en esa primera hora de ese día laborable y es normal. De haber sido otra la fecha y otra la hora es probable que alguno de mis otros hubiese incluido en su “algo que hacer” acompañarme al aeropuerto o no pero me marcho un día laborable a primera hora de la mañana. Y es normal.

Insisto, no vayan a malinterpretarme, tengo grandes compañeros de vida que están ahí, siempre al lado, compañeros para los que yo también estoy, claro. Pero yo no pude ir a despedir a Sonia al aeropuerto. Pero yo no pude ir al concierto de Amparanoia con Otto. Pero yo no voy a poder imprimirle a mi madre cada semana “un mundo mejor para los caracoles”. Jo, seguro que, aun cuando me desfilologice, seguiré sintiendo en primera persona la agresividad de lo que para mí es un doloroso concepto: el pero.

Suele pasar que la circunstancia (en el sentido más amplio de la palabra) se pone en una tesitura tal que la absoluta soledad del ser humano es, a veces (a tantas veces), una verdad absoluta. Digo soledad sin la menor connotación dramática, lo digo de manera totalmente neutral. Somos con más gente, dije alguna vez, pero estamos solos en el mundo. Y esto no es ni malo ni bueno, desde mi punto vista, sencillamente es. No obstante, he de reconocer que, en estos días previos en los que tantas cosas me contraen el estómago, pensarme girando la cabeza desde la puerta de embarque para ver a nadie me da ganas de llorar.

No es la primera vez que tengo que constatar esa absoluta soledad que a veces (a tantas veces) es una verdad absoluta y seguro que en más de una ocasión, sin yo pretenderlo, otra persona ha tenido que vérselas con su soledad por culpa o gracias a alguno de mis actos. Pero, como les digo: el pero.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo soy de salir huyendo para que no se desmorone la reputación de chica fría e insensible que tanto sudor y lágrimas me ha costado conseguir...
así que tranqui porque para mí las despedidas son un mal trago...me aturullo y no sé qué decir, hasta que acabo tirando de topicazoss... ;p
Lo mejor, un abracicoo y un hasta luego, que los adioses y todo su ritual son mú feos...

Y tú vas a volver, y si no vuelves pues iremos a verte (que los amigos aventureros son un chollo para los que no tenemos tanto valor y nos quedamos en casa...;p). Y mientras tenemos el teléfono, los mails, este blog que espero no abandones, las cartas, los telegramas,las postales, las señales de humo, la telepatía...


mayte

ottoreuss dijo...

23 de octubre: Bremen
24 de octubre: Colonia

no estamos de paso, no somos fracaso... ay madre

bliss dijo...

jeje yo estoy con mayte; no te aflijas q las despedidas son una mierda.

¡muchas gracias por el enlace! :) pero jo, ahora me va a hacer usted de tener que escribir y poner entradas nuevas para estar a la altura xD

¿Quién? dijo...

Pues se aceptan, esperan y necesitan visitas, mayte.

Sacamos las entradas, ¿no?

Oye, bliss, si te agobia el enlace lo borro :)