martes, 27 de enero de 2009

Manual de literatura para caníbales y/o caracoles



Quizá algunos de ustedes no lo sepan, pero aquí la menda tiene un título en el que, sin (mucha) trampa ni photoshop, puede leerse “licenciada en Filología Hispánica” y no necesariamente por tener ese papelito es que tenga que caracolear el mundillo de las letras, se trata más bien de que, gracias al tiempo y la distancia, he logrado desentenderme de todo lo que la insitución universitaria representa para mí y quedarme con lo que sirve, con lo que me hace bien. Porque también se aprende algo en las aulas, oigan.

Sería muy cínico (y por ende injusto) por mi parte sentenciar que mi paso por la universidad no me ha reportado nada bueno. Sencillamente, no sería cierto. Pude escoger otros caminos, por supuesto, no obstante, tengo algo así como la certeza de que no me fui por el más malo: he perdido el tiempo en cosas mucho peores, caracoles.

Con gran acierto decía un profesor mío (el mismo que ayer mandaba a tomar por culo al culo, que para eso es culo) que la universidad estaba concebida para entretener a un buen número de la población con el agravante de las cuatro o cinco capas de maquillaje que luce tal institución. Eso decía él y, ahora, una vez descargado en líneas muy generales el profundo rechazo que siento hacia la parafernalia, la titulitis y a todo lo demás, me dispongo a entrar en materia, caracoles. ¿Entrar en materia? No, no se alarmen; ya saben que yo siempre vengo en son de paz.

Todo esto viene a cuento de que el otro día estuve haciendo una panorámica de este nuestro blog y me dejó un poco consternada la constatación de que muy poco se ha hablado por aquí de literatura y, bueno, no es que haya sido una ausencia imperdonable, más bien se trata de una ausencia que no se ha hecho notar hasta la fecha. La fecha en la que me apetece caracolear el mundillo de las letras, por decirlo de alguna manera.

Manual de literatura para caníbales, cosa fina, caracoles. Si quieren entrar en el entramado literario y/o cultural de nuestra España y no saben cómo, empiecen leyendo el último capítulo y después el penúltimo y luego antepenúltimo y así hasta llegar el primero. Con la retrsopectiva quizá se pierdan un poco en el marco del libro, pero eso lo solucionamos en un periquete: Han de saber que el hilo narrativo lo forman la saga de los Belinchonesm cuyos miembros han llegado siempre con un período de retraso a la generación literaria de turno (Alfonso Belinchón, por ejemplo, escribe novela romántica en pleno boom del realismo; poco menos que una aberración, vaya). Detengan su lectura de vez en cuando para consultar alguna información verídica sobre autores y obras y detecten así la ironía de Rafael Reig, el autor.

Si saben un poco por dónde van los tiros, ordenen el libro a su antojo y empiecen por el período literario que le apetezca: ¡Hagan su Rayuela! Si el autor hace sus Cien años de soledad con los Belinchones, nosotros los lectores no vamos a ser menos. No se olviden de anotar todas aquellos datos que les parezcan sospechosos y consideren la posibilidad de cierto ensañamiento por parte del autor. Camilo José Cela, un, dos, tres, responda otra vez.

Y si están puestos hasta las trancas de los dos últimos siglos de la literatura española, con cotilleos incluidos, preparen su media sonrisa y disfruten. No se agobien cuando sienta que la trivialidad y el chascarrillo hacen detener el ritmo de su lectura, Reig enseguida vuelve a la acción. Son trescientas páginas de manual y, claro, a veces se le va la mano; pero eso nos puede pasar a todos, ¿no? Como les digo, el autor vuelve enseguida al relato impoluto y afilado a base de humor, como a mí me gusta.

Y ésta, de regalo para todos: En Manual de literatura para caníbales se llega a vaticinar el futuro de la literatura, a la manera disparatada de Reig, por supuesto, y la predicción, caracoles, no tiene desperdicio.

Yo no voy a hacer vaticinios porque no soy Rafael Reig pero sí me voy a atrever a hacer un estado de la cuestión sobre la situación actual de las letras a lo caracol, ¿qué les parece? Y de esta manera, abrimos una nueva sección, caracoles: Metacaracoleando ando

¡Buenos días!

9 comentarios:

ottoreuss dijo...

Como dijo el profesor:

"Que si os tienen aquí es para que no estéis en la calle delinquiendo!"

Ale, me piro :P

Anónimo dijo...

apunto...y me voy a jugar a la rayuela...
pero digo yo: desentendidos en entresijos literaturienses podrían disfrutar también de este libro?

Anónimo dijo...

apunto...y me voy a jugar a la rayuela...
pero digo yo: desentendidos en entresijos literaturienses podrían disfrutar también de este libro?

¿Quién? dijo...

Pues claro que sí, para los desentendidos iba la recomendación de empezar el libro por los últimos capítulos...

Es bueno seguir el orden cronólogico para asimilar más fácilmente los orígenes de las generaciones (las rupturas y las asimiliaciones y bla bla bla) pero, sin lugar a dudas, es mucho más atractivo empezar por lo que te toca más de cerca y, una vez leído, atar los cabos tu solito.

Apunte y ya nos cuenta.

Un saludo!

Anónimo dijo...

son casi las dos y he tenido que parar de leer porque madrugo mañana, pero seguiría y seguiría y seguiría...
me encanta usted como consejera literaria...abusaré de su sabiduría porque con recomendaciones así es fácil reconciliarse con las noches de libro y cola-cao sobre la mesita...
;p

¿Quién? dijo...

Ala, qué ilusión me ha hecho su comentario, anónimo.

Me alegro de que esté disfrutando del librejo, es una pequeña joya, sí.

¡Enhorabuena por su reconciliación!

ASR dijo...

No he tenido el seguro placer de leer este libro, pero sí la novela Guapa de cara. Quise conocer más de este hombre que tan bien escribe en la prensa, no solo por su estilo sino por la profundidad de sus irónicas críticas a todo quisqui. Tomo nota de este título para abordar una asignatura pendiente, que es la de los clásicos, que salvo algunas excepciones, siempre se me han resisitido.

Anónimo dijo...

jo qquien es tu profesor q suelta esas sabias máximas? jejejeje

¿Quién? dijo...

Don Joaquín González Cuenca, todo un personaje.

La única persona que consiguió que devorase El Quijote en casi una sentada, que ya es difícil