¿A que parece que no estoy en Alemania, caracoles? Quiero decir que últimamente Un mundo mejor para los caracoles parece estar sumergido en algo así como etéreo y confuso, muy en el mundo de las ideas y muy poco en el pie de calle, en el pie de las calles que piso actualmente. Y es que, no se lo van a creer, pero me cuesta horrores hablar de mí. Sin embargo, hoy les vengo con una simpática anécdota, caracoles; o, al menos, así me lo parece a mí.
Resulta que levanté una piedra en Dörentrop y apareció José, un colombiano más majo que todas las cosas y amigo de una amiga de Aga, mi compañera de piso (a mí también me cuesta creerlo pero, saben, hay un universo de redes sociales detrás de Tuenti). El caso es que José y yo aprovechamos las quedadas de extranjeros de la zona de Lipperland por la que vivo para darle al español y recrearnos en algo así como las idiosincrasias del pueblo latino. Ninguno de los dos querría morir en Alemania, no obstante, ambos comentamos con cierto entusiasmo las lindezas de este país y, ya puestos, solemos detenernos en el análisis de nuestra situación. La situación de dos extranjeros que se medio defienden con el idioma pero, ni por asomo, lo dominan.
José dice que en Dörentrop se siente mucho más sincero. Esos segundos de más que tiene que emplear en construir la respuesta a una pregunta le impiden con más frecuencia de la que le gustaría reparar en si se trata de una afortunada contestación o si, por el contrario, va a meter la pata en algún sitio con difícil salida. Quiero decir que no repara en matices, no adelgaza, ni edulcora, ni suaviza, ni esconde, ni destaca sus comentarios.
En el trabajo le piden opinión sobre la nueva aplicación del programa informático que vienen trabajando y lo primero que le viene a la mente en un perfecto español es “Eso es una mierda como una catedral”. Si pudiese responder en ese su idioma, emplearía esos segundos de “pause” que concede la conversación en maquillar la sentencia y decir algo así como “A mi humilde juicio, esa aplicación es muy poco productiva” pero, ay, sucede que tiene que contestar en alemán y, entonces, se aferra a ese tiempo extra como a un clavo ardiendo para acudir a su manual básico de gramática germana y lo que acaba diciendo es algo así como “No me gusta, no es bueno”.
Y, claro, a veces sus compañeros se olvidan de que el pobre José no es alemán y lo miran con mala cara (“Tío, podías haber sido un poco menos cruel”) y no es que el tío sea cruel, es que bastante tiene con ir reteniendo ese batiburrillo de palabras con sobreabundancia de k, t y w y escasez de vocales al que llamáis alemán, jo.
Yo también he sufrido la imposibilidad de matizar, caracoles, porque una de las cosas que tienen las conversaciones es que exigen cierta fluidez y eso es algo tremendamente complicado cuando uno apenas conoce el idioma elegido para conversar. Lo mío fue con Tamaz, otro de mis compañeros de piso. Por norma general, con Tamaz aprendo el léxico afectivo y además recibo todos los días recibo religiosamente una crónica sobre su relación con Myke que, dicho sea de paso, ni por asomo merece el profundo amor que mi compañero le profesa.
El caso es que una vez me preguntó qué pensaba sobre tamaña y destructiva relación sentimental y lo hizo después de hacerme una relación de los mil y un desdenes que el malnacido de Myke ha tenido para con el santo de Tamaz y, claro, yo, en un perfecto español podría haberle dicho “Tamaz, ¿de verdad sientes que merece la pena tanto sufrimiento?” pero mi respuesta se vio reducida a “Tamaz, Myke no te quiere”. Y no le hizo ni pizca de gracia, claro.
A raíz de estas anécdotas podríamos disertar sobre el valor de la sinceridad en el pensamiento, la palabra y la omisión entre individuos que, como todo, goza de una infinita relatividad, de la pertinencia de determinadas preguntas o de la intención profunda del encuestador y el encuestado; pero eso ya se lo dejo a ustedes, caracoles, yo sólo vine a contarles un par de anécdotas.
4 comentarios:
Me parece interesantísimo ese hecho de que al no dominar la lengua no tengos esos minisegundos para buscar el matiz y todo salgo mucho más sincero. Sería un buen ejercicio para entrenar la sinceridad
Ay pájara!
P.D.: Genial artículo. Enhorabuena
Ay pájara!! (II)
Pues qué quieres que te diga, yo utilizo el "but" para suavizar las respuestas, o simplemente miento: "¿qué tal fue cocinar con los niños?" porque, dicho sea de paso, esta semana mi tutora ha decidido que en lugar de dar clase de español tenía que cocinar una tortilla de patata para cada clase, con la "ayuda" de los niños, "total, tu eres española, sabes de sobra", sin pararse a pensar que quizá la cocina no es mi fuerte, algo que medianamente me guste o que haya yo hecho alguna tortilla en mi vida... Total, que en castellano yo pensaba "les hubiera dao una colleja a cada uno porque además de hacerlo yo todo he tenido que estar de niñera", sin embargo mi respuesta ha sido "estuvo bien, no pudieron ayudar mucho pero fue interesante".
Ains!
Saludos, que hace un siglo que no pasaba por aquí ;)
Muchas gracias, pajarraco!
Con lo fácil que es preparar una tostada a la catalana, ¿por qué todo el mundo se empeña en la puta tortilla de patatas? Yo también he tenido que preparar unas cuantas y, bueno, después de mucho probar, las últimas salieron comestibles...pero sin sal :) y dentro de dos semanas tengo que hacer una paella en elkinderdorf, abulta?
Saludos, bliss y gracias por tu sinceridad con los niños y con Un mundo mejor para los caracoles :)
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