Pues ya estamos en septiembre, caracoles. Eso quiere decir que agosto ya ha terminado, que ahora toca un mes, convengamos, extraño. Un mes de cambios o continuaciones. Y después llega octubre, el mes de la revolución. Y así se nos pasa la vida, dándonos cuenta de que está pasando.
Hace dos años empecé septiembre por inercia, porque tocaba. Es el orden lógico de las cosas: pasa agosto y llega septiembre. El año pasado, lo empecé con locura y desenfreno. También era el orden lógico: había estado muy muerta y ahí estaba muy muy viva. Ahora lo empiezo con armonía, ésa es mi nueva palabra clave. Bastante les importa a ustedes el motivo que yo me doy para vivir, ¿verdad? ¿Ustedes viven por inercia? ¿Viven porque están (o llegaron) aquí? ¿Viven porque merece la pena?
¿Por qué decidieron seguir vivos una vez traídos al mundo? ¿Lo decidieron?
Cuando la vida me parecía despreciable por sus cuatro costados, vivía por inercia y por alguna pequeña reserva de esperanza en que algo me hiciese ver que, aunque despreciable, es mejor vivirla que morirla. Ahora vivo porque soy consciente de que estoy viva y hace tiempo que elegí vivirla. Nunca elegí morir la vida pero, ay, la morí tantas veces…
Ahora, a pesar de que la vida me sigue pareciendo un tanto despreciable, elijo vivirla porque, efectivamente, me merece la pena. La pena con la que a veces vivo porque no soporto las desigualdades y tampoco soporto que nos tomen a todos por igual. Me enferman los problemas de comunicación y la falta de corazón. La vida, como les digo, me merece la pena a pesar de los arañazos que me causan los silencios y la ausencia de decoro.
Y es que he encontrado el secreto para sobrevivir las penas que, con todo, no me quitan las ganas de vivir (el secreto o la excusa, no sé, el caso es que lo he encontrado). Cuestión de perspectiva, caracoles. Desde que reparé en el concepto de la simultaneidad vivo mucho mejor: ya no paso los días cuerpo a cuerpo frente a las que han sido mis penas. Ahora las atravieso con la mirada o miro para otro lado. Hay penas tan impenetrables que yo no sé qué decirles. El caso es que, como decía un portugués, hay que buscar todo aquello que te haga sentir vivo. Hay que buscar la vida, está claro.
¿Cuáles son sus motivos, caracoles? ¿Por qué han decidido seguir vivos? Mientras fotogramas de Amelia, Otto, Sonia, Ana, caracoles, etc. Pasan por mi cabeza, conscientemente me digo que uno de los principales motivos por los que decidí que estar viva era mejor que estar muerta es la sana curiosidad por el entorno que me acompaña desde niña, cuando aún no era consciente de que podía elegir vivir o morir. Otro de los motivos, quizá el que más me interesa ahora, es la sana curiosidad por mí misma en tanto que individuo.
Me encanta estudiarme y comprobar los resultados de mis análisis. Las consecuencias que desencadenan en mi día a día. Me encanta estudiarles a ustedes y, aunque no me gustan ellos, también los estudio para tomar nota de lo que nunca hay que llegar a ser. Por eso elegí seguir viva yo, caracoles. ¿Qué dicen ustedes? ¿Eligieron o acertaron?
Ahora, me voy y me vuelvo a Ciudad Real.
#MockingGod, burlándose de Dios
Hace 8 horas
2 comentarios:
Me encanta el tono intimista de esta entrada, creo que eso es lo único que me importa de la vida, la intimidad, todo lo demás es superflúo. Lamentablemente casi todo el mundo dedica su vida a lo superflúo y deja pasar lo íntimo, lo importante.
Pues sí, Nata, pues sí, quizá haya que relativizar y no enfrentarse una y otra vez con lo que es pero no debería ser. Y sí, también he descubierto que no ser como ell@s es uno de los motivos fundamentales de mi vida, me hace vivir porque merece la pena. Además, por supuesto, de mis intimidades.
Un beso y feliz viaje a Alemania.
Muack, Montse
Quizás para estos casos, cuando nos duelen las penas y las injusticias que nos acompañarán de por vida, no viene mal un poco de relativismo y pensar que incluso los que más las sufren tienen sus momentos de alegría y su ilusión por lo que vendrá. Perdona por mi cursi comentario pero me ha gustado la entrada y me cuesta morderme la lengua, o sea los dedos.
¿Será que no es lo mío esta competición?... dice también la canción.
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