lunes, 20 de octubre de 2008

¿Qué no arreglará la paella de mi madre?



Ni más ni menos que con Memoria Histórica hemos comido paella mi madre, Saudade y yo este fin de semana. Saudade llevaba semanas proponiéndolo pero Amelia y yo nunca acabábamos de entender del todo su actitud (la de Memoria Histórica) ante la vida y, claro, siempre le dábamos largas al pobre gitano de nuestro corazón.

Amelia y yo éramos conscientes de que, más temprano que tarde, deberíamos posicionarnos ante ella, siquiera para disfrutar más intensamente de una paella y, además, somos un equipo y si a Saudade le apetece comer arroz con Memoria Histórica, ¡no se hable más! ¿Cómo quedamos, Memoria?

Como siempre, la velada con el arroz con mi madre fue tierna y agradable. Quizá está vez hubo menos jolgorio del habitual; estuvimos mucho tiempo sentados, conversando, y apenas bailamos. Como suele decirse: estuvimos “de tranqui”.

Saudade, por su parte, no consintió regalarnos la más mínima sonrisa y ni tan siquiera le dio los buenos días a Memoria Histórica. Así de indescifrable es siempre Saudade. Él nos miraba mientras, una y otra vez, tocaba su versión más fandanguera de “Imagine”. Se me pone la piel de gallina sólo con recordarlo.

Y de qué hablamos Memoria Histórica, Amelia y yo, se preguntará algún que otro curioso caracol. Pues de todo un poco, amigos. Como ya saben, nuestras citas con la paella suelen tener lugar durante el fin de semana y lejos, muy lejos, de las oficinas grises con carpetas clasificadoras y botes para bolígrafos. Cuando nuestros comensales ven las dimensiones de la paellera y la sonrisa de mi madre captan al instante el ambiente distendido de la velada y, por supuesto, Memoria Histórica no ha sido una excepción.

No obstante, he de confesar que es más que probable que, el día que organice una fiesta, no sea Memoria Histórica una de las primeras personas a las que invite; digamos que en apenas unas horas me percaté de que esa que saboreaba el delicioso arroz de mi madre por vez primera distaba mucho de ser la alegría de la huerta.

Por supuesto, este hecho no es negativo ni positivo. No es una virtud pero tampoco es un defecto, ¿verdad? Además, es por todos sabido que las cualidades que nos definen varían en función de la situación en la que nos encontramos y es por eso que no me cabe la menor duda (o esperanza, no sé) de que Memoria Histórica no viste siempre ese lánguida y afligida carita de limón.

El caso es que nos despedimos de ella con un sentido abrazo y una tímida sonrisa en la cara mientras Amelia y yo seguíamos sin saber muy bien qué pensar sobre su existencia en el mundo. Todo fue muy extraño, caracoles, y el profundo silencio de Saudade no nos ayudó demasiado.

Memoria Histórica existe, estos ojitos míos la han visto pero, al igual que con mi tilín, ¿qué hacemos con ella? La verdad nos hace libres, eso está más que claro, pero ¿no creen que ya es un poco tarde para hacer justicia? No quiero imaginar qué clase de terapia (constructiva o destructiva) se autoaplicó cada superviviente de esa maldita guerra nuestra. No puedo imaginarlo. Y a nivel colectivo, social, el tema me parece tan delicado que tengo la sensación de que sea cual sea la postura de los titiriteros, nunca estaré conforme del todo.

Por supuesto, jamás me uniré a aquellos que, tras cada paso de Garzón, ponen el grito en el cielo porque consideran que hay conflictos en nuestra actualidad que deberían estar muy por delante en la lista de problemas a resolver. Y es cierto que apañar las cuentas pendientes con la Guerra Civil es una ardua tarea y, de alguna manera, es cosa del pasado. Pero no es menos cierto que, como dice la canción, no siempre lo urgente es lo importante. Y aunque todos salimos perdiendo con esa guerra, supongo que todos tenemos cierta ilusión de justicia en nuestro corazoncito y en nuestra cabeza. Aunque ya sea demasiado tarde, insisto.

Ya en Socuéllamos, mi madre y yo llegamos a una misma conclusión. Ella, que siempre me dice que sólo se vale mirar hacia atrás para tomar impulso, expuso (café mediante) que quizá lo más saludable para todos sería utilizar a Memoria Histórica sólo en la medida en que pueda ayudarnos a todos ( individuos, colectivos y/o sociedades) a construir un futuro mejor (individual, colectiva y/o socialmente).

A nuestro humilde juicio, Amelia y yo pensamos que debería ser conditio sine qua non que antes de dar el más mínimo paso dado en estas cuentas pendientes con el ayer, uno se pregunte si el tal paso es o no constructivo para el futuro individual, colectivo o social. Y entonces, sólo entonces, que se actúe de acuerdo con la respuesta y que esa respuesta se tenga siempre presente. Desafortunadamente, la verdad no sólo nos hace libres y, además, en algunos muchos aspectos, el antónimo de "verdad" no es necesariamente “mentira”. Volvemos, como siempre, a los límites. En fin, de esto, como de casi todo, sabe mucho más dios.

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