viernes, 16 de enero de 2009

En primera persona: Yo me lo guiso, yo me lo como

“Así no vamos a ningún lado, Tomás. A ningún lado”. Y que se merece algo mejor… ¡y yo, no te jode! La muy estúpida pensará que a mí me fascina estar aquí sentado como si tal cosa. El día menos pensado me largo y que salga el sol por donde quiera. Me juego el cuello a que me está poniendo los cuernos. El tal Nacho no me gusta ni un pelo. Con lo bien que estábamos en nuestra tiendecita de ultramarinos. Hay que joderse, estos cabrones han acabado hasta con el pequeño comercio.

- La máquina expendedora se ha quedado con noventa céntimos y no me ha dado mi refresco de frutas del bosque.

- Rellena este formulario, con indicar nombre, apellidos y departamento es suficiente. El hombre de la máquina no viene hasta el jueves.

- Gracias.

- De nada.

Tantos años de gimnasio para nada. Me limpio el culo con las artes marciales, el cinturón marrón, los cursos de taekwondo y el esgrima. Estoy seguro de que si la Mari Carmen no se hubiese quedado preñada, habría llegado lejos en el king boxing , aunque Fonseca siempre me decía que no sabía darle juego a mi brazo derecho. Bueno, en cualquier caso, estoy seguro de que si la Mari Carmen no me hubiese cazado, jamás de los jamases hubiese acabado como vigilante de seguridad en este maldito edificio en el que el suceso más apasionante del día es que la máquina de refrescos se niegue a entregar los productos que contiene. Si por lo menos pudiese darle unos golpecitos con la porra al cacharro ese…

Y encima esta pandilla de desgraciados me ningunea hasta límites insospechados. ¿Acaso se creen inspectores de hacienda? El 90% de los aquí empleados son tristes secretarios, manda narices... Hasta el hombre de la máquina parece perdonarme la vida cada vez que le doy el parte de incidencias con la expendedora.

Decidido, tengo que cambiar de vida. Tengo treinta años y ninguna atadura ¿por qué iba a tener que conformarme con una galleta cuando tengo a mi alcance todo un pastel de chocolate? Eso me decía Fonseca cuando entrenábamos codo con codo. La Mari Carmen estará mucho mejor sin mí, ella misma lo dice, no le doy nada más que disgustos y del niño, ni hablemos. Ni una sola vez me ha llamado “papá”, no me trae las zapatillas de paño cuando llego a casa y nada de lo que pueda decirle le interesa. No se hable más, esta misma noche me marcho.

¿Me darán finiquito o algo por el estilo? Acabo de caer en que las tarjetas de crédito las tiene la Mari Carmen. Ésa es otra, ¿dónde se ha visto que un trabajador no disponga de su propio dinero? No, si no aviso con dos semanas de antelación, pierdo todos los derechos. ¿Qué hago? Necesito dinero, siquiera para echarle gasolina al coche. ¿Me llevo el coche?

-Macho, Tomás, la máquina ha vuelto ha quedarse con mi dinero.

-Mira, tío, estoy harto de tus tonterías. Eres la persona más usurera que he conocido. Qué casualidad que todos los putos días la máquina se quede con un euro tuyo. ¿Me has visto cara de tonto?

- No te pongas así, hombre. Además, ¿a ti qué carajo te importa? Tú déjame la hoja de reclamaciones y punto.

-Que no, hombre, que no. Ya está bien la broma: se acabaron los fraudes al hombre de la máquina. No, mejor, ¿sabes qué? Se acabó todo.


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-Mari Carmen, soy yo, perdona que me fuese de aquella manera. Exploté, tenía que hacerlo…

- ¿Quién eres?

-¡Coño! Pues Tomás, ¿quién voy a ser? ¿Mari Carmen?

-Sí, sí, perdona. No reconocí tu voz.

-Pues eso, perdona que te abandonase. Lo siento de veras. Estoy en Zomosagre, un pueblo de La Rioja, ven conmigo. Un agricultor me presta una casa a cambio de cuidarle sus viñedos. Tenemos comida y, bueno, tenemos todo lo que necesitamos para ser felices, como cuando teníamos la tienda.

- Eres un egoísta, Tomás. No puedes desaparecer por las buenas y llamar pasadas dos semanas ofreciéndome un paraíso.

- Lo siento, Mari Carmen, de veras que lo siento. En cualquier caso, sólo han pasado dos semanas.

-¿Sólo? Maldito imbécil…

-Perdona, de verdad. Venga, vente conmigo, dale el niño a tu madre y ven a Zomosagre. Empecemos de nuevo.

-¿Dar al niño? ¿Por quién me tomas? Además, no quiero volver contigo. Ya no te quiero, sabes. Hace tiempo que dejé de quererte

- Mira, Mari Carmen, el niño no nos necesita. Quiere a su abuela con locura y, después de lo de tu padre, estoy seguro de que a tu madre le vendrá muy bien tener a Tomasito en casa. Pobre mujer…

-Que no, Tomás, que te quedes con tus viñedos y a mí me dejes en paz de una vez por todas.

- ¡Mari Carmen! ¿Cómo dices eso?

- ¿Estás sordo? Que ya no te quiero, Tomás.

- Oye, que soy yo el que te ha abandonado, no lo olvides. No me puedo creer que ya lo hayas superado. ¿Quién anda ahí? Ay madre, estás con Nacho, ¿verdad? Lo sabía. Y el niño, ¿dónde está el niño? Seguro que se lo has dejado a tu madre. Menuda pieza estás hecha… Ya me lo decía Fonseca, ya. A tu mujer le gusta demasiado la vida, decía. Está bien, no pasa nada pero, eso sí, no estoy dispuesto a consentir que mi hijo se críe con una mala madre. Mañana mismo voy a por él y me lo traigo a Zomosagre.

- No hace falta que vengas, Tomás. El miércoles le dan las vacaciones, le sacaré el billete de autobús para el jueves. “Zomesagre” has dicho, ¿verdad?

-Maldita zorra.

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¿Es esta entrada una broma, Nata? No, hombre, no. Ya se lo dije en diciembre, es En primera persona.

Disfruten del fin de semana, caracoles. Y si se aburren, ya saben, pueden ir al juzgado de guardia más cercano y demandar a Carlos Otto.


1 comentario:

ottoreuss dijo...

oye tú de qué vas xDDD

por cierto, gracias por la doble referencia ("En primera persona" también enlaza a mi blog)