Después de esta conferencia, Itziar Ruiz-Giménez y yo acordamos exigir dignidad con una de esas paellas que prepara mi santa madre este fin de semana. Macaco y Amelia tuvieron grandes ideas y, en general, a la gente de Amnistía le gustó lo de “pedir a los Estados que protejan los derechos de los habitantes de asentamientos precarios, que pongan fin a las muertes innecesarias de mujeres por complicaciones en el embarazo y que garanticen que las empresas respetan los derechos de quienes viven en la pobreza” a ritmo de paella.
Era la primera vez que preparábamos una paella con tanta gente y, aunque coordinarse no ha sido nada fácil, me llena de orgullo y satisfacción contarles que ha sido un verdadero placer organizar un arrocito con los de Amnistía. La idea era cocinar una gigantesca paella enfrente de la casa de Moratinos (aprovecharíamos la ocasión para tratar el tema de los recortes en Justicia Internacional, por ejemplo) y repartir raciones por toda la geografía española desde El Caparazón del Caracol, ya saben.
A las nueve de la mañana del domingo ensayamos por última vez la coreografía de “Crece la voz” y acto seguido unos 235 miembros de Amnistía, Macaco, mi madre y yo nos pusimos rumbo al aeropuerto de Socuéllamos. Cuando ya todos abrochamos nuestros cinturones, introduje la llave de contactol, pero el avión no arrancó. Repetí la maniobra. Siguió sin arrancar. Insistí. Volví a insistir.
De repente, noto cómo algo o alguien me da unos golpecitos en el brazo. No se lo van a creer, caracoles: era el ala izquierda del Caparazón del Caracol. Mi cara de poema y yo emitimos un pequeño gritito y, antes de que pudiésemos decir nada, los altavoces se encendieron como por arte de magia y se escuchó esto:
“Vaya por delante que a mí me parece fenomenal todo esto que hacéis con las paellas y demás y no es que no me guste trabajar pero, jo, es que esta tarde... bueno, supongo que ya lo sabréis... ¡es que esta tarde hay Barça-Madrid! Es todo un clásico, oigan , y yo no soy de hierro (principalmente, soy de fibra de vidrio).
Son las 10:30 de la mañana y aún no se sabe qué va a pasar con Cristiano Ronaldo, Messi y Raúl. Como comprenderéis, estoy nerviosísimo y no puedo garantizaros ni una mijita de seguridad. No estoy dispuesto a responder ante las posibles negligencias que, en este estado, pudieran cometer la hélice o el estabilizador horizontal del avión y, por tanto, me veo en la obligación de no despegar. No busquéis intereses personales en mi decisión, lo hago única y exclusivamente por vosotros. Venga, lo dejamos para la semana que viene. No se me enfaden.”
Y eso es todo, amigos. Ni Moratinos ni paella ni baile ni nada de nada. No pudimos exigir la dignidad que merecemos y que merecen todos los que ven vulnerados sus derechos más fundamentales y, por tanto, viven en la más absoluta pobreza:
"Un planteamiento para erradicar la pobreza centrado sólo en el crecimiento económico es insostenible e inútil.
El crecimiento económico es uno de los componentes de toda estrategia contra la pobreza, pero no puede ser el único. Las personas que viven en la pobreza deben poder reclamar sus derechos humanos y ser dueñas de su destino.
Los abusos contra los derechos humanos causan y perpetúan la pobreza. La relación entre las vulneraciones de derechos y la pobreza es evidente. Las violaciones de derechos humanos pueden generar o agravar la pobreza, y a su vez, vivir en la pobreza significa tener más posibilidades de sufrir violaciones de derechos humanos."
Fragmento del Manifiesto de la Campaña "Exige Dingnidad" de Amnistía Internacional.
1 comentario:
Porque he leído hasta el fina que si no... (te pongo verde). Estaba pensando que habías venido a caracolear a Socuéllamos y no me habías avisado, pero ya he visto que no, que al final el caparazón se dejó llevar por el rebaño. ¡Qué le vamos a hacer!
Bueno, seguiremos exigiendo dignidad con o sin caparazón, con o sin paella. A ver si la ciudadanía se entera de una vez que hay cosas que tienen valor pero no precio, no todo se compra y se vende, ¿entendido?
Un abrazo, Montse.
PD: No es mi intención agobiarte, pero debes estudiar.
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