miércoles, 4 de noviembre de 2009

Precaución, amigo cliente



¿Se ha fijado en que algunos zapatos tienen la talla muy poco tallada o casi desdibujada en la suela? Es por el uso, me dirá algún avispado caracol. Efectivamente, avispado caracol, las suelan se desgastan con el uso; pero, ¿y si les dijese que me refiero a zapatos nuevos, sin estrenar, o recién comprados?

Haga la prueba: camélese al dependiente de una zapatería fuera del lugar de trabajo y pregúntele qué hace cuando un cliente solicita un 38 del modelo que hay en el escaparate y no dispone de tal ejemplar ni en la tienda ni en el almacén. Puede que le diga “disculpe las molestias, no disponemos de ese número en estos momentos. Vuelva usted mañana” o puede que se arriesgue a venderle un 39 que pulula por ahí. Si el empleado elige esta última opción, entrará en alguna de las habitaciones de acceso restringido y despegará la pegatina o raspará ligeramente la talla tallada en la suela, según convenga.

Usted será su cenicienta particular y él fingirá ser un príncipe encantado. Por muy avispado que usted se crea, estimado caracol, debe tener en cuenta que está ante un verdadero profesional de las ventas que hará lo imposible para que usted no se percate del engaño. El dependiente será rápido:

-Le queda muy bien, caballero
-¿Sí, cree usted? Yo lo veo un poco grande...
-¿Grande? Bueno, es que esta marca trabaja así las tallas. En cualquier caso, déjeme advertirle que una talla menos no le vendrá nada bien a ese juanete que tiene usted en el pie derecho.

Si no han tenido suficiente con este ejemplo, déjenme contarles mi propia experiencia a fin de despejar cualquier duda acerca de la naturaleza y los objetivos del maravilloso mundo de los negocios. Porque el cliente siempre tiene la razón y la empresa nunca pierde.

Aquí donde me leen, yo he tenido que ofrecer servicios garantizados a clientes de una empresa de mensajería. Según la oferta, el paquete del cliente sería transportado y tratado con prioridad frente al resto de envíos y, además, un empleado se encargaría exclusivamente de seguir con minuciosidad el trayecto adelantándose a cualquier incidencia que pudiese suceder.

En realidad todo se reduce a que el cliente en cuestión pagará unos veinte euros más para que un teleoperador consulte una página web y le informe del recorrido de su paquete por teléfono o correo electrónico. La ventaja de este servicio es únicamente que usted no tendrá que molestarse en consultar esa misma página web abierta a todos los públicos. Si su urna de cristal está destinada a romperse, el teleoperador nada podrá hacer por evitarlo y si usted no ha contratado un seguro extra, no sólo perderá la urna de cristal, también tendrá que pagar el 80% de los gastos de envío con servicio garantizado incluido. Ahí lo llevan.

Aquí donde me leen, cuando las ofertas llegaban al supermercado en el que yo trabajaba como cajera, yo misma tuve que cambiar las etiquetas que indicaban el precio habitual de los productos de un supermercado por otras en las que se informaba del coste “rebajado”. Si la semana pasada, el champú para cabellos castigados te salía por 2,45 euros; ahora que el supermercado está que lo regala y ha decidido corresponder a la fidelidad de sus clientes con unas ofertas de escándalo, tu champú habitual sólo te costará 2,90 euros. Cincuenta céntimos más, ahí lo llevan.

No duden de mi condición de caracol, que yo en sendos casos quise oponerme a realizar semejantes prácticas, pero, lamentablemente me respondieron indicándome el lugar de la salida: Si no te gusta, te vas y punto, mientras sonreían como diciendo “¡Ay, los jóvenes!”

La pela es la pela, caracoles, y los negocios son los negocios. Al cliente siempre se le da la razón y, sobre todas las cosas, la empresa nunca pierde.

Carrefour sólo es uno más. Apúrense, caracoles. Vayan a y compren pizzas Palacios a tan sólo 2,45 euros, que después de la promoción de descuento del 70% en la segunda unidad, tendrá que pagar 1,99 euros

No hay comentarios: