miércoles, 25 de noviembre de 2009

El principio de relevancia

Estarán de acuerdo conmigo en que, de no haber sido por la Semántica y la Pragmática, la Lingüística del texto seguiría dándole al estudio de la concatenación de oraciones sin más, esto es, seguiría merodeando en la estructura superficial de las cosas sin llegar nunca al meollo de la cuestión. Por eso y por muchas aventuras más: ¡infinitas gracias, semánticos y pragmáticos del mundo!

Ahora que el texto y el discurso son sinónimos, a los dos se les define como la mínima unidad comunicativa y punto. A partir de ahí, Castilla es ancha y, en función de la intención comunicativa del hablante, texto es todo aquello que el individuo considera “texto”. Cuánta libertad y nosotros sin saberlo, caracoles.

Como el béisbol o el amor, que diría Woody Allen, el texto también tiene sus reglas. La diferencia es que las de la lingüística son un tantito más misericordiosas con el individuo (qué clase de desalmado estipularía que un corredor está obligado a correr si ocupa una base que otro compañero necesita): De esta manera, el principio de cualidad advierte que el hablante ha de dar la cantidad de información precisa, ni más ni menos y el de modalidad, por ejemplo, nos exhorta a ser breves y ordenados y a huir de la ambigüedad.

A mí el que más me gusta es el principio de relevancia. Muy parecido a los anteriores, pero mucho más preciso que todos ellos. Lean lo que dicen D. Sperber y D. Wilson: “todo enunciado comunica a su destinatario la presunción de su pertinencia óptima”, esto es, todo receptor espera que su emisor tenga la intención de ser relevante, de decir algo que contribuya a su conocimiento del mundo sin exigirle un esfuerzo desmedido de interpretación. Cuanto más efecto produzca un enunciado y menos esfuerzo de interpretación por parte del receptor requiera, más relevante será.

¿No les parece fantástico y maravilloso nuestro sistema comunicativo, caracoles? Yo no quepo en mí de tanta satisfacción, ay.

Sería demasiado vil por mi parte irme al discurso de cualquier político, personalidad o personaje para extraer algún que otro ejemplo que muestre cómo el hablante atenta contra el principio de relevancia a cada paso. El que no lleve a un enemigo de la comunicación efectiva dentro, que tire la primera piedra.

-No me lo puedo creer, Nata, ¿vas a salir de este post sin contar que tu sobrina Edurne ha dicho su primera palabra?

-Sí, a partir de ahora voy a ser un caracol pertinente.

-Pues menudo rollo.

-Ea.

-No puedes ir así por la vida, chica. Esto es un blog personal, ¿es que no te das cuenta?

-Maldita sea, tienes razón.

-Claro que tengo razón.

-Jo

Cómo me jode darle la razón, caracoles... En fin: Mi sobrina Edurne ha dicho algo así como “papa”, ya come potitos de verduras y duerme toda la noche de un tirón. La familia Alarcón Mosquera está encantada con tan rápidos y satisfactorios avances. Seguiremos informando.

10 comentarios:

ottoreuss dijo...

Te voy a acusar (que no acosar) por todos los canales:

QUEREMOS FOTOS Y VÍDEOS!!

ottoreuss dijo...

(pero no por internet)

¿Quién? dijo...

Y yo voy a "lastimosear" por todos los canales:

No tengo mi cámara :(

ASR dijo...

o sea que tú lo que esperas que tu sobri diga de una vez por todas es "nata" ya, o sea "mama, papa-nata"... Todo lo demás es irrelevante. ¿No es así?

ASR dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
¿Quién? dijo...

Así es, querido agnóstico ;-)

uncuartopropio dijo...

Nata, que buen post!
Claro que pensar que los políticamente correctos sabrán de principios de relevancia... es mucho pedir. Confío más en tu sobrina. Si la conozco, le enseñaré a decir Viginia Woolf.
Abrazos

Anónimo dijo...

yo tengo tu cámara :-)

Laurita.

Anónimo dijo...

Muy buen articulo, estoy casi 100% de acuerdo contigo :)

Anónimo dijo...

Muchos saludos, muy interesante el articulo, espero que sigas actualizandolo!