Confieso que a veces me hago la mujer para conseguir mi objetivo, caracoles. Yo, que tanto me quejo de la discriminación positiva, alguna que otra vez me he librado de cambiar barriles de cerveza o de volver a casa andando echando mano de la supuesta debilidad e ingenuidad que se lo supone al supuesto sexo débil.
Y no les voy a contar la parrafada que le solté el otro día al taquillero de RENFE cuando me presenté en la estación sin carné joven y con el dinero justo para pagar el billete con descuento incluido –ni un céntimo más ni un céntimo menos- porque, además de números rojos, tengo una reputación como caracol que mantener.
También sufro de cambios de humor durante la ovulación y la posterior menstruación. Ésta es quizá una de las cosas ante la que más me ha costado ceder. Pues, ser un caradura es apto tanto para mujeres como para hombres, aunque las estrategias a seguir sean a veces distintas. Quiero decir que el resto de elementos de mi persona que se asocian más directamente al universo femenino son siempre variables y discutibles. Ahora bien, el revuelo hormonal que desencadena el ovulito no fecundado es incuestionable: lo dicen los biólogos, ya saben.
Sin oponer mucha resistencia, acepto mis cosicas de mujer de la misma manera que asumo mis limitaciones para con la cocina, por ejemplo, e intento que ninguna de esas etiquetas se manifieste por encima de las otras: no quiero destacar por ser la peor cocinera de Un mundo mejor para los caracoles y tampoco por ser mujer. A decir verdad, no quiero destacar.
No quiero entorpecer mi discurso con miembras y miembros, con arrobas o con barritas, pero llego a montar en cólera cuando me descubro dando por sentado realidades a día de hoy tan irreales como “el médico y la enfermera”. Porque durante muchos años así ha sido, caracoles: los médicos eran médicos y las enfermeras, enfermeras. Afortunadamente y gracias al esfuerzo de muchas personas, ahora también hay médicas y enfermeros. Y el otro día vi a un señor de la limpieza.
Queda mucho por hacer, claro. Aún hay muchos individuos con ovarios a la sombra de la sociedad que labran el campo a diario dentro del más absoluto vacío legal. Hay muchos sujetos a los que no se les permite ver el abanico de posibilidades que ofrece el hecho de estar vivo y quedan relegados a las paredes de un hogar, también hay otros individuos con vagina que no quieren ver ese abanico y se siguen haciendo las mujeres para conseguir sus objetivos. Porque las dos palabras favoritas del género humano, como todo el mundo saben son "gratis" y "fácil".
Soy consciente de que a veces el movimiento no sólo se demuestra andando, sencillamente, porque hay quien no puede echarse a la calle y ponerse a andar; en ese caso, es necesario detenerse y darle un pequeño empujoncito al asunto, pero, ay, es que a mí me cuesta tanto comulgar con la mayoría de las estrategias seguidas por el movimiento feminista actual que yo no sé. Eso sí, me esfuerzo por defender y practicar el sano feminismo a diario.
Así que no, no soy ninguna enemiga del feminismo y mucho menos de la mujer.
#MockingGod, burlándose de Dios
Hace 8 horas
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