sábado, 8 de marzo de 2008

Cuando mis sobrinas abren la boca, tiemblo. Dios sepa qué van a pedir por esa boquita que no conoce límites de ningún tipo. Miren si no lo que me dijo el otro día Andrea: a sus cinco primaveras la niña solicitaba amablemente mis servicios para construirle un mundo mejor a los caracoles.

La tía en cuestión detesta todo tipo de animales –aquí debería decir de mi animadversión para con el hombre en tanto que animal, dármelas de interesante y bla bla bla pero, ustedes perdonen, mi sentimiento hacia los bichos no tiene nada que ve con mi sentimiento hacia los bichos-. En fin, el caso es que, tratándose de caracoles y de Andrea, me puse a cavar pequeños agujeritos en la tierra para que los moluscos pudiesen dormir a placer.
Fin de la historia, según mi sobrina, nuestra misión empezaba y acababa ahí.


Sirva la anécdota para introducir, presentar y titular este nuevo espacio concebido para alojar todo aquello que, de alguna manera, pueda mejorar la vida de cualquier tipo de babosa.


Foto: Andrea

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