¡Se acabó la huelga! Qué ganas tenía de caracolear, caracoles. No imaginan cuánto me ha costado resistir la tentación de romper nuestro silencio. Muchísimo, me ha costado muchísimo. Pero, ya ven, todo pasa, todo llega. Y aquí estamos de nuevo y, lo más importante, aquí estamos con la certeza de que nuestra manifestación no ha pasado desapercibida. Poquito a poco lo conseguiremos, amigos. Un mundo mejor para los caracoles es posible, Un mundo mejor para los caracoles es.
¿Qué han hecho ustedes estos días? Yo he estado en un congreso (ellos lo llaman seminario, no sé por qué estúpida razón a mí me gusta decir que he estado en un congreso) con algunos de los otros voluntarios que andan repartidos por Alemania y lo he pasado de rechupete.
Les cuento, queridos caracoles, que mi madre, con la delicadeza que le caracteriza, siempre encuentra la ocasión para preguntarme sutilmente cómo carajo me las arreglo si apenas entiendo el alemán y mi fluidez con el inglés no está muy por encima de la de cualquier estudiante español de tercero de la ESO. Amelia me dice que todo eso de otro tipo de comunicación es muy bonito pero ella no consigue imaginarme jugando al parchís con Janet o conviviendo durante diez días con treinta personas con las que no puedo mantener la más trivial conversación que puedan imaginarse.
Yo tampoco sabría explicarle a mi madre cómo interactúo con el entorno porque, ya saben, cada entorno, cada persona, es un mundo; así que, feliz y contenta, le digo a Amelia que “y, sin embargo, es". Apenas hablo, le explico, y no intento disimular que la mayoría de las veces ni de casualidad entiendo lo que los demás me cuentan, pero tampoco pido traducción. Y, sin embargo, algunos de esos que me hablan sobre dios sepa qué ya son buenos amigos. Sin embargo, he conseguido el cariño de Janet en el orfanato, he viajado, he ido de fiesta, he ligado y acabo de añadir un buen número de correos electrónicos a mi agenda de Hotmail. Y Thommy, mama, y Thommy.
Ya les dije que la desfilologización no era el camino para combatir el grave problema de comunicación del que adolece la sociedad. Esta semana me he mordido las uñas cada vez que los otros congresistas debatían sobre política, filosofía o literatura. Y es que, a pesar de que encuentro deliciosa esta doble vida que llevo y que sólo ustedes conocen (me refiero a la paradoja de prescindir del lenguaje para relacionarme con el entorno germano al mismo tiempo que las primeras y las últimas horas de cada día las tengo consagradas a darle al teclado de este ordenador), a pesar de que me gusta lo que soy en Alemania, insisto, no puedo negar que, en más de una ocasión y de dos, echo de menos conversar (conversar, qué palabra más bonita, joder).
He de confesarles que, antes de nuestra huelga, alguna que otra vez quise tener enfrente al graciosillo que se inventó aquello de que siempre hay un español en cualquier sitio para decirle cuatro cosas bien dichas ya que, hasta la citada fecha, no me había topado con ninguno. Pero llegó el congreso y, con él, aparecieron Silvia y Yolanda.
¡Chachi piruli!, pensé cuando las conocí porque, no sé ustedes, pero yo no soy de esa clase de personas que van por ahí con la estúpida idea de no relacionarse con sus compatriotas cuando están en el extranjero, aunque tampoco busque lo contrario. Sencillamente, me gusta relacionarme con aquella gente con la que me siento a gustito, sea cual sea la causa. Sea cual sea la dinámica del “a gustito”.
Siempre he detestado hablar por matar el silencio y, aunque asumo que todos alguna que otra vez hablamos por hablar, desde que reparé en el concepto de la simultaneidad no estoy dispuesta a invertir mi tiempo de interactuación con el entorno en eso –en hablar por hablar- mientras en el
living room puedo observar cómo nacen, se desarrollan y mueren las relaciones sociales tras una noche de cervezas e incluso puedo aportar parte de mi hilo para tejer esa delicada red.
Cada día me esfuerzo en optimizar el tiempo del que dispongo para gastarlo (en alemán, como en inglés, el tiempo no se emplea: el tiempo se gasta) en las actividades no necesariamente activas que más me interesan. Por eso, queridos caracoles, mi cerebro sopesó todas las opciones y mis pies decidieron no arrimarse demasiado al subgrupo de las españolas ni al de los dos húngaros que no sonrieron ni una sola vez.
¿Y por qué les cuento todo esto, caracoles? Pues porque me alegra comprobar que el lenguaje es una herramienta más dentro de ese gran universo que esconde la comunicación humana y más me alegra, me alegra mucho más, ser consciente de que a pesar de que tuve la opción de elegir con o sin palabras para interactuar con el entorno, no me dejé llevar por el medio (por el cómo). Me alegra la certeza de que fueron mi instinto, mi cerebro y mis ganas las que primero se decantaron por el fin (por el quién) y fue entonces, sólo entonces, cuando vino el medio (el cómo). Primero elegí Saban, Alina, Kassha y luego vino el cómo: sin palabras, que también se puede.
Y de esta manera, Un mundo mejor para los caracoles vuelve a las andadas tras una semana de huelga.
¡Saludos cordiales, caracoles!
6 comentarios:
Heyy!
espero que estés muy bien!
un fuerte abrazo desde la estepa.
pues si, debe ser cuestión de actitud..
..porque cd estuve en Milán en un congreso donde todos eran alemanes y chinos me sentí horrible, me escondía para q no me hablaran.. porque, obviamente, no les iba a entender.. comunicación cero, vaya..
cuánto tengo q aprender de ti, chata.
1 beso
Laurita.
"¡sin palabras, que también se puede!" un lema precioso...;p
(y yo añadiría "leñe" para darle un toque más manchego)
de todas formas si acabas echando de menos conversar (de otra manera)te queda la opción de enseñarles a todos español...;)
un besico...¿cómo se dice "un besico" en alemán?¿y "pigto"?:p
ah, cuídate ese catarro, leñe...:9
perdido!! qué gusto leerte por aquí... a ver si te leo por tu blog, que no actualizas ni pa dios, leñe!
Jaja, Laurita, que yo a veces también me escondo, eh, y supongo que con congresistas de verdad será más difícil la empresa. Un abraciño, chata.
Pues en esas estoy, m.samsa, llevándomelos a mi adorable terreno del español :)
No me hagas mucho caso preo creo que se dice igual: un besico!
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