"Y tú, ¿cómo te cuidas?" ¿Qué contestarían si alguien les hiciese esa pregunta, caracoles? ¡Yo siempre desayuno un tazón de ilusión con mucho optimismo y unas cucharadas de cariño! ¿Responderían alguna cursilada similar si alguien les preguntase cómo se cuidan o dirían que hacen deporte a diario y que no comen alimentos transgénicos? Depende de quién se lo pregunte y con qué finalidad, ¿verdad?
Y si la pregunta procediese de la boca de un ginecólogo, ¿cómo la interpretarían? ¿Hábitos de higiene, actividad sexual o métodos anticonceptivos? Qué carajo me está preguntando este hombre, pensaba yo mientras me retorcía de dolor en la camilla.
Entregaré un punto a todos los que hayan elegido la opción "métodos anticonceptivos" a cambio de que me expliquen en qué se han basado para descartar “hábitos de higiene” y “actividad sexual”.
Me puede la mojigatería, caracoles, sobre todo si afecta al lenguaje. Y es que, no se lo van a creer, pero, desde que trabajo con la parte más funcional de las palabras, mi relación con los signos lingüísticos es mucho más madura. Ya quedan lejos las ganas de desfilologización y el rechazo a la comunicación verbal. Hace mucho que la Nata que no entendía que a veces quien dijo “digo” en realidad pensaba en “Diego” y ahora dice “daga” guardó estas incógnitas en la carpeta “a veces me gustaría ser una máquina” y cambió de nivel a fin de explorar otros aspectos del lenguaje mucho más accesibles y enriquecedores a nivel mental y espiritual.
Ahora me entretengo con el apasionante mundo de la subordinación sustantiva o el no menos trepidante universo de la selección modal y no sólo lo hago porque el trabajo así me lo exija -indicativo o subjuntivo, ¿tú de quién eres?- lo hago porque me sienta mucho mejor centrarme en el lado más herramienta de la palabra.
Aun cuando me da por escribir cosas ñoñas, sensiblonas y retorcidas, el lenguaje -la combinación de fonemas que forman sílabas y se juntan con monemas para dar lugar a las palabras que luego constituirán los sintagmas que sostendrán las oraciones-, eso, no es más que una herramienta en manos de nuestra boca o nuestro puño y no al revés. Una herramienta que nos delata, eso sí, porque todo lo que pasa por las manos de un individuo es un delator de dicho individuo, eso es cosa sabida.
Por eso me horroriza pensar qué clase de persona se esconde detrás de un ginecólogo que pregunta “y tú, ¿cómo te cuidas?” para referirse a los métodos anticonceptivos que utiliza la paciente en cuestión. ¿Qué habrá pasado por la cabeza de este hombre para prescindir tan ridícula y mojigatamente de la comunicación efectiva? ¿Qué lastres culturales arrastra este bata blanca? ¿En qué fonemas se esconderá para preguntarme cuándo fue mi última relación sexual?
Marear la perdiz no es siempre bueno, ya lo sabrán ustedes. A veces los rodeos tienen su encanto, su punto de coquetería o emotividad; a veces sirven para decir mucho más con menos o incluso pueden amortizan el golpe o las náuseas, según convenga, y otras, producen interferencias gratuitas y ofensivas, como en el caso que nos ocupa. Y que cómo me cuido, dice... ¡Yo siempre desayuno un tazón de ilusión con mucho optimismo y unas cucharadas de cariño!
Quizá a ustedes esto les parezca un tanto exagerado,caracoles, pero sucede que a mí la gente escrupulosa me desconcierta y los mojigatos, ni les cuento.
¡Feliz lunes!
#MockingGod, burlándose de Dios
Hace 13 horas
4 comentarios:
Al final no nos has dicho "¿cómo te cuidas?", Nata, jajajaja.
Este bata blanca es de esos que van de "neutros" por el mundo, ya sabes, fachas y retrógrados a más no poder. Ésa es su neutralidad.
Un abrazo cuidadoso, Montse.
PD: Nos vemos a las 22:00
y lo de fachas a q ha venido?
aqui el caso es criticar al mundo. eso es ir con mente abierta por la vida
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