sábado, 15 de marzo de 2008

¿Cómo están ustedes?

La prima Marta está triste, tía. Esos son los buenos días que me ha dado mi sobrina Nerea esta mañana. Marta no está triste, tiene fiebre porque está constipada. Ya, tía, pero también está triste. Ea. Hay que ver cuánta sensibilidad gasta la niña.

Hace un par de años, Nerea, sobrina y vecina, entró en mi casa y sin mediar palabra apoyó la cabeza en las piernas de su abuela. Mi madre rompió lo que estaba siendo un largo silencio para preguntarle qué le pasaba y Nerea sólo contestó “estoy triste, ¿me haces suavitos en la cabeza?”. No había discutido con su hermana Reme y tampoco su madre, Milagros, la había regañado esta vez. Nadie hasta ese momento había apreciado que la pequeña Nerea estaba sumida en una profunda tristeza provocada por dios sepa qué.

Los que escuchamos las clases de Joaquín González Cuenca aprendimos demasiado pronto que el ser humano está solo en el mundo; lo aprendimos siquiera sin haberlo experimentado aún. No nos sublevamos lo suficiente cuando un “¿cómo estás?” no era una pregunta como tal sino la introducción a un diálogo cualquiera y la respuesta tenía más de cuestiones académicas y laborales (esto es, insignificantes) que de estados de ánimo. Debimos habernos sublevado más y hoy contestaríamos un “¿cómo estás?” como corresponde, sin un condón en la boca.

Estoy segura de que si ustedes conociesen a Nerea la apreciarían de la misma manera que yo, que la compadezco y la admiro a partes iguales. A esta chica le queda mucho por sufrir pero saber salir de su coraza y decir “estoy triste” le evitará posibles úlceras. Ojalá nunca le falten unas piernas sobre las que apoyar su cabecita en los días de sol dormido.
Por mi parte, de un tiempo a esta parte creo en la autosuficiencia absoluta que hay dentro de cada cual pero no cabe duda de que sin unos buenos oídos que escuchen que “estoy triste” no valemos nada porque somos solos en el mundo pero estamos con más gente.

Así que, una vez más, ¿cómo están ustedes? Caracoles de mi corazón, hay que ser felices y si no es el caso pues habrá que arrastrarse, como caracoles que somos, hasta llegar a las babosas que mejor suavitos hagan.

1 comentario:

Anónimo dijo...

En el limbo.

Los que escuchamos las clases de JGC registramos un ",como sea" a conciencia. Arrastrarse es un movimiento como otro cualquiera. Hacia adelante o hacia atrás ya depende de uno mismo. Se me ocurre que podríamos comprarnos unos muelles, por tener una tercera posibilidad, por lo menos.
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Que sepa, amiga, que siempre es una putada separarse de usted. Aprendió muy bien a escuchar a las rodillas y su ausencia es, siempre es -insisto- eso, una ausencia, una putada.

Permíteme, vida, que me quite el sombrero y que te admire y quiera a partes iguales.

Mucha fuerza, nat.

Y, por favor, que no se le olvide a usted que tiene la licencia -más que de sobra- para apuntar aquello de: "¿qué, otro gilipollas?" Que si vuelo tan alto (joder) me ahogo.

Y te tomo la mano y nos damos una vuelta.


cariños,
so.