Hoy es lunes 24 de marzo de 2008 y el reloj de mi ordenador marca las 10.35 a.m. Cuando Amelia, mi madre, entró en mi habitación sin importarle lo más mínimo que yo anduviese en mi ritual de primera hora de la mañana de café, cigarro y libro, el reloj marcaba las 9.15 a.m.
Sin tan siquiera darme los buenos días Amelia me comunicó que debía ir a comprar tocino para las habichuelas a la mayor brevedad y me hizo entrega de 10 euros para llevar a cabo la empresa. La situación me irritó un poco pero mientras me disponía a abrir el armario pensé “qué demonios, es mi madre. Quita esa cara de estreñida, Nata”.
El hecho de tener que dirigirme al armario para coger mis vaqueros me inquietó un poco, me extrañaba que en vez de haberlos guardado en su sitio habitual (la silla en la que ahora estoy sentada) los hubiese dejado en ese mueble grande e inútil. Busqué, busqué y busqué hasta que musité en un tono medio alto: mama, ¿has visto mis pantalones? Sí, hija, están secando. Anoche los cogí de la silla para lavarlos porque los bajos daban pena.
Sin mediar palabra, a las 9.19 a.m. abro la puerta de la calle y encamino mis pasos hacia la carnicería con la cazadora, los pantalones del pijama y las zapatillas de andar por casa. Regreso al domicilio familiar alrededor de las 9.35 a.m. y entrego la mercancía a mi madre sin dirigirle una sola palabra. Entretanto, pienso que Amelia no puede salir ilesa de este asunto y decido quedarme con la vuelta de los 10 euros (7.75 euros).
Me dispongo a retomar mi ritual -ahora con un café frío y un cigarro consumido- cuando Amelia repara en mi indumentaria.
- ¿Has ido así vestida a comprar?
- Mis pantalones están mojados, respondí sin vacilar ni un segundo.
- ¿Es que no tienes más ropa? ¡La madre del cordero! Esta niña está loca. Pero bueno, Nata, ¿cómo se te ocurre?
- ¿Cómo se me ocurre a mí? Perdona, ¿cómo se te ocurre a ti? Ayer te dije que los pantalones estaban limpios, ¿por qué coño los cogiste? Y, por cierto, ¿cuándo lo hiciste?
- Hija, habrá que lavarlos. Llevas cinco días con los mismos pantalones. Los cogí cuando pasé a bajarte la persiana antes de acostarme, dijo aplaudiendo su hazaña abriendo los ojos como platos.
- Libre, libre quiero ser. Quiero ser, quiero ser libre, le dije de manera aparentemente neutral mirándola fijamente a los ojos sin entonar la melodía de esta gran canción española.
- Mira, niña, ya me estás cansando. La libertad empieza de puertas para fuera, aquí está instaurada la dictadura de Amelia Mosquera y si no te gusta, ya sabes. Y ponte a estudiar de una vez, leñe.
- Bueno, ya está bien, ¿no? Tengo 23 años, ya no puedes mandarme a comprar, ni decirme lo que tengo que hacer o cómo tengo que vestir, ¿no lo entiendes?
- Chica, relájate. Venga, vamos a tomarnos una tila.
- No, mama, esta vez tus infusiones no te van a servir de nada. ¡Joder! para empezar es la segunda vez que haces habichuelas en menos de siete días, luego lo de entrar en mi habitación ¡y encima sabes que me da miedo dormir a oscuras!… intrusa, allanas mi territorio vilmente y te quedas tan ancha. No puedo creer que esto me esté sucediendo a mí.
Qué pasa, quieres que me vaya de casa, ¿verdad? Ya no soportas el humo de mi tabaco, ni que ensucie el microondas cada vez que lo utilizo… No te hacen gracia mis bromas, mis salidas vespertinas y mucho menos las nocturnas. Tú quieres echarme de casa y has decidido atacarme sutilimente, ¿no es así? En Estados Unidos a esto lo llaman “maltrato psicológico”, ¿sabes? Dictaduras, dices… no tienes corazón, madre.
-Anda, no digas más estupideces. Vete a tu habitación y tranquilízate.
- ¿Ves? Lo has vuelto a hacer. Uf. Me voy a mi habitación pero me voy porque yo quiero ¿está claro?
A las 9.52 a.m. pincho en Rosendo, abro la carpeta del directo “Siempre hay una historia” y pongo la canción “Flojos de pantalón” a todo trapo. Enciendo un cigarro. A las 9.56 a.m. enciendo otro cigarro con la mano derecha y con la izquierda me sujeto la cabeza mientras apoyo el codo en el escritorio. Estoy cabizbaja, la discusión con mi madre me ha dejado un poco conmocionada.
A las 10.02 a.m. me escondo detrás de la puerta de la cocina vestida con el disfraz de sol que mi madre cosió para mí en quinto de primaria y sin que pueda verme le digo casi susurrando: ¿Hacemos las paces, mama? Sabes que en el fondo soy un... acto seguido abro la puerta, doy un salto y me planto en medio de la cocina gritando: ¡sol!
Amelia se ríe, me abraza y, mientras nos tomamos una tila, me cuenta que las habichuelas son para mi padre, que le gustan mucho, y que a mi hermana y a mí nos va a hacer una berenjena rellena (una para cada una). A las 10.32 a.m. nos damos por reconciliadas y mi madre vuelve a mandarme a estudiar a mi habitación con una sonrisa juguetona en la boca que no me hace ni pizca de gracia. Con todo, vuelvo a mi habitación. A las 10.35 a.m., como ya dije, empiezo a escribir esta estupidez. Y ahora, a las 11.24 a.m., se me ocurre este título: De cómo enderezar un lunes.
¡Que tengan un buen día, caracoles!
#MockingGod, burlándose de Dios
Hace 20 horas
3 comentarios:
http://www.youtube.com/watch?v=0sHj6V1lfek
http://www.youtube.com/watch?v=WqyS2u1q-FI
http://www.youtube.com/watch?v=vVzxzoe7QNc
http://www.youtube.com/watch?v=GS8uQlV8P_c&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=d2sun973nfY
De cómo enderezar un lunes.
Ah! Imprescindible:
http:// caracol col col, saca los cuernos al sol...
Qué fácil lo haces.
Si algo me gusta de los americanos es su facilidad para sincerarse, su falta de pudor, la ausencia de una losa literaria sobre sus cabezas (aquí tenemos un siglo de oro y uno de plata, con su consiguiente retórica campanuda y, en su efecto, paralizante). No tienen problema en decir "yo" y si de niños vivieron en una calle con plátanos de sombra en las aceras son capaces de decir sin vergüenza: "De niño vivía en una calle jalonada por plátanos de sombra y las aceras parecían la piel de un leopardo inmenso por los chicles que se habían ido acumulando a lo largo de los años". Así de fácil. Y si su madre era una bruja lo dicen, y si se masturbaban en el aseo lo dicen. Viva Philip Roth, viva Richard Ford, viva lo yanki. ¡Lo yanki!
El caso es que tienes chispa. ¿Una Woody Allen en Socuéllamos? Ya se verá...
:)
Qué casualidad, acabo de leer "Pura anarquía" de Woody Allen
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