martes, 25 de noviembre de 2008

A lo tonto


Foto: "Dicen que, así, hasta abril"

“Éste tiene pocas piezas alemanas”, ésa es la expresión con la que mi amiga Alicia suele referirse a toda aquella persona que no destaca por su inteligencia, sino más bien por todo lo contrario. Yo, como siempre, me río con sus cosas porque Alicia tiene esa gracia tan especial que tienen las personas graciosas que no llegan a recrearse en su humor. No obstante, he de reconocer que hasta que llegué a Alemania no entendí muy bien esa expresión (¿tener pocas piezas alemanas?) y así se lo hice saber el otro día mientras chateábamos por el Messenger:

-Ay Alicia, ahora entiendo lo de las piezas alemanas. No te imaginas la de cachivaches que hay por aquí. Cachivaches que son tremendamente útiles cuando sabes utilizarlos pero, ay amiga, hasta que eso se aprende hay un buen número de intentos frustrados y ridículos que ponen en entredicho la integridad de todo individuo. No basta con tener piezas alemanas, hay que saber utilizarlas y eso no es nada sencillo.

En Alemania un abrelatas puede ser tu peor enemigo y ni os cuento lo que puede llegar a hacer un cajero automático. Los alemanes son muy listos, no me cuesta ningún trabajo reconocerlo. Tengo todo tipo de dudas cuando quiero tirar algo a la basura y he de enfrentarme a las siete papeleras de reciclaje pero ése es mi problema, bien lo sé. Ellos son muy listos y muy concienciados y lo digo sin el menor recochineo, pueden estar seguros. No sabría explicarles, caracoles, tengo la sensación de estar en un lugar capitalista y comunista al mismo tiempo.

Como no soy ningún saco rato, me esforzaré por no perder algunas de las costumbres que estoy adquiriendo aquí: el reciclaje, por seguir con el ejemplo y, por supuesto, estoy deseando deshacerme del apretón de manos como saludo o felicitación de cumpleaños (cómo echo de menos los abrazos de México, caracoles). Y es que hay piezas alemanas que no me gustan ni un pelo.

¿Saben cuántas veces he tenido que decir “keine Religion” ? Cuatro, las mismas cuatro veces que he tenido que ir a una oficina a tramitar los documentos necesarios para poder trabajar en el kinderdorf de manera legal. En cuatro oficinas de distintas dependencias estatales se me ha preguntado cuál era mi religión y, por no extenderme demasiado, no les voy a contar las distintas reacciones ante mi “¿Religión? Ninguna”.

Y en repetidas ocasiones se me ha preguntado si he tenido relaciones sexuales alguna vez. Por supuesto, esta pregunta no se ha formulado dentro del ambiente burocrático (¡Hasta ahí podríamos llegar!), esta pregunta ha venido de mi círculo de amigos. Por no extenderme demasiado, tampoco les voy a contar las distintas reacciones ante mi respuesta.

Alemania está siendo un poco de cal, un poco de arena y un mucho de “a lo tonto” ahora que (a lo tonto y a la fuerza) estoy aprendiendo alemán y mis investigaciones sobre la comunicación ya no gozan del estado tan puro del que gozaban durante mis primeras semanas aquí. Y sigo pensando en la simultaneidad: estoy bien aquí pero podría estar mejor o peor en otro lugar y sucede que aquí ya me queman los pies.

A lo tonto, aprendo de la mayoría de mis desapasionados compañeros lo que no quiero hacer si algún día llego a dedicarme al trabajo social, a lo tonto confirmo las sospechas de lo perjudicial que pueden llegar a ser las religiones para el individuo y a lo tonto retilino mi tilín, que no es lo mismo que hacer tolón y tampoco es destilinarse limpiamente. A lo tonto, aprendo muchas cosas y eso está muy bien de no ser porque el envoltorio no me convence demasiado.

Les cuento que, llegado este punto, o cambio la perspectiva o cambio el paisaje.

¿Cómo llevarán los patos lo de la nieve? Y ustedes, ¿cuántas cosas hacen a lo tonto?

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