- ¿Dónde vamos este fin de semana, Nata?
- Ay, no sé, mama. Estoy hecha un lío, tengo un montón de cosas en la cabeza y creo que no estoy para paellas ahora.
- ¿Cómo puedes decir eso, hija? Sabes que la paella, como la merienda, es felicidad.
- Sí, ya sé, pero no me apetece. ¿Te enfadas?
- No, hija, ¡cómo me voy a enfadar! Cuéntame, ¿qué pasa?
- Pues eso que te digo, que Alemania no está mal y no me disgusta la vida aquí pero… pues eso, que tengo un “pero”.
- Nata, ya sabes que lo inteligente es adaptarse. Sin atentar contra tus principios y tu esencia pero adaptarse al fin y al cabo.
- Ya, ya sé, y de veras que lo intento. Te prometo que estoy dando lo mejor de mí pero, chica, aquí no le dejan a una hacerse un hueco. No te voy a engañar, mama, estoy buscando un plan B.
- Por qué dices eso, hija, estoy segura de que tu vida allí no sólo es el kinderdorf.
- Sí, claro que tengo mis cosas buenas aquí y la cosa no está sólo en que en el orfanato no me dejen hacer absolutamente nada que se salga del programa milimétricamente programado. Se trata de que a veces me siento como una piña, mama.
- ¿Como una piña?
- Sí, como una piña o como un mango, tú ya me entiendes. Mira que no me gustan a mí esos inventarios que describen el perfil del individuo en función de su nacionalidad y mira que yo no me tengo por una españolita pero, hay que joderse mama, a veces siento que los demás ven en mí a una piña o a un mango.
- Pero, Nata, en España no hay ni piñas ni mangos
- Pues eso es lo peor de todo, mama, no sólo es que me etiqueten como española es que encima no tienen ni puta idea.
- ¿No te sientes europea, Nata?
- Pues no, no me siento europea. Me siento como una piña o como un mango, no sé. Y a veces hasta me dan ganas de bailar sevillanas y gritar “¡viva Mallorca!” aunque no me sienta española en sentido estricto.
- Bueno, igual tu visión de los alemanes tampoco es muy acertada. Ni justa, tampoco es muy justa.
- Ya, soy consciente de ello. Es lo que tienen las malditas generalizaciones. Por eso, si llego a irme antes de tiempo, me iré dejando una cuenta pendiente con Alemania. Porque pretender comprender este país desde Barntrup es como pretender obtener una visión de España desde Socuéllamos, así que volveré algún día.
- Claro, hija, tú te tienes que ir a Berlín.
- Bueno, no sé si a Berlín porque ya sabes que a mí las ciudades grandes no me llaman demasiado lo atención. Quizá algún día busque un Ciudad Real por estas tierras.
- ¿Qué piensas, hija?
- Pienso en Zapatero, mama.
- Qué cosas me dices, hija.
- Ea.
- ¿A ti también te parece humillante todo lo acontecido con el G-20?
- Hombre, tanto como humillante... Además, todavía no le he encontrado yo la gracia a esa reunión, qué quieres que te diga. Y eso, no me parece humillante, sólo pienso que hay que joderse con las etiquetas, los prejuicios y las supuestas identidades con las que se le identifican a uno.
- ¿Tú crees que Zapatero también se siente como una piña?
- O como un mango. No sé si se siente como una piña o como un mango.
- ¿Quieres que nos comamos una paella con él?
- No, mama, esta vez no; que cada palo aguante su vela. Mándale un tupperware. Si eso.
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Blogger no me deja subir la correspondiente foto, caracoles. Disculpen las molestias.
2 comentarios:
Entonces al final ¿os habéis quedado sin viaje?. Mira que antes no me lo creía pero ya veo que estáis haciendo unos buenos recorridos.
Yo me se de un sitio donde las piñas y los mangos hacen creer en los dioses. Y un lugar en Alemania, Saarbrücken, donde el ambiente que se respiraba no era tan diferente al de esta ciudad. (De lo bien poco que conozco de ese país)
Así como lo lees, agnóstico, sin viaje nos quedamos.
Saarbrücken! Habrá que visitarlo, tomo nota :)
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