Hay errores que desencadenan verdaderos aciertos, ¿no creen? Y, si no aciertos, al menos digamos que algunos errores tienen consecuencias más positivas que negativas. Supongo que a los Hermanos Marx no les haría mucha gracia saber que un buen número de sus chascarrillos ha sido entendido por el público español como humor absurdo mientras que en los países de habla inglesa, donde los Hermanos no han necesitado de traducción, su obra es considerada un paradigma de la polisemia. Groucho, Chico, Harpo, Zeppo y Gummo juegan con la ambigüedad de las palabras y en un 35% de los casos, los españoles nos quedamos Esperando a Godot.
Y como yo le saco mucho más jugo a lo absurdo que a lo ambiguo, este error de traducción se me antoja delicioso. No obstante, supongo que a los Marx no les haría mucha gracia saber de esta deconstrucción fortuita precisamente por eso, porque no fue intencionada sino que sufrió la ineptitud, las pésimas condiciones laborales de los traductores o las barreras idiomáticas y es por esto que el mensaje que ellos querían transmitir se perdió a lo tonto. Aunque las consecuencias no han sido catastróficas, sino más bien todo lo contrario, insisto, puede que a ellos no les hiciese ni pizca de gracia saberlo.
Todo tiene una función, todo es concebido para conseguir algún fin (sea cual sea la naturaleza de este fin) y, claro, impunemente en España se transformó en parte el mensaje de los Marx. Ése es uno de los riesgos que corremos al hacer uso de la palabra, corremos el riesgo de que se nos interprete erróneamente o no se interprete la totalidad de nuestro discurso. Lo veíamos en la entrada de ayer, caracoles, y lo vemos todos los días.
Y este problema de comunicación inherente al ser humano es sólo una más de las adversidades de la vida. Es sólo una más, caracoles. Por eso, hablar para fuera puede ser toda una inconsciencia o un acto heroico. Hablar para fuera es arriesgarse a que tu discurso se vuelva en tu contra o te condene a un camino que quizá no quieres seguir.
Las huelgas de silencio no son la solución, tampoco lo es la desfilologización, ya dije. La cautela puede ayudarnos en algunas ocasiones, sin embargo, en la mayoría de los casos anula nuestra esencia como individuos. La cautela suele transformarse en miedo o respeto infundado y reprime muchas de nuestras apetencias, a lo tonto.
No sé cuál es la solución para que nuestro mensaje no se desvirtúe y tampoco sé si quiero encontrarla, “hay errores que desencadenan verdaderos aciertos” y yo personalmente le saco mucho más jugo a lo absurdo que a lo ambiguo. Eso sí, intento ser consciente a cada momento, a cada palabra, de que hablar para fuera es arriesgarse a que tu discurso se vuelva en tu contra o te condene a un camino que quizá no quieres seguir. Y, claro, también puede abrirte nuevos horizontes.
2 comentarios:
Si lo hermanos Marx son considerados mundialmente ‘genios’ cinematográficos, y en España también lo son a pesar de que su mensaje ha llegado DESVIRTUADO, ¿el mensaje inicial hubiera sido igualmente valorado? ¿Los ídolos, los maestros,… lo son realmente por la publicidad o por su obra? ¿Habrá de las dos? ¿Quién tuvo la feliz idea de doblar películas?
¡¡¡Vaya lío!!!
Lo que está claro es que no se puede hacer nada para que otro interprete bien tu mensaje. Por muy claro que lo digas, siempre habrá alguien que decida entender otra cosa.
Sigo por aquí, leyendo cada entrada ;)
Yo pensé lo mismo, gg.. Me da que el mensaje incial hubiera sido igualmente valorado y sobrevalorado, como suele pasar en estos casos.
Totalmente de acuerdo, poco se puede hacer para que nuestro mensaje se interprete correctamente. Porque siempre habrá alguien que decida entender otra cosa, porque inevitablemnte el contexto y la experencia del receptor intervienen en el mensaje modificándolo en mayor o menor medida y porque otras tantas veces el propio emisor ignora el contenido de su mensaje.
Eso último, a mi juicio, es lo más jodido de la comunicación.
Jo, gracias por su visita. A ver si nos vemos estas Navidades :)
Un abrazo
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