martes, 9 de diciembre de 2008

¿Qué hora es? Patatas traigo

La primera vez que parodiamos la frasecita de mi profesor, Isabel, Sonia y yo íbamos en un tren regional. Ni cortas ni perezosas, sino más bien dicharacheras, Isabel, Sonia y yo dejamos nuestras maletas en el primer hueco que vimos y, ya con las manos libres, nos pusimos a cotorrear. Cuando llegó el final del trayecto y nos dispusimos a retirar nuestro equipaje, nos percatamos de que las zonas de plástico de nuestras maletas habían sufrido serios daños y estaban medio derretidas; a los pocos segundos Sonia citó a nuestro profesor señalando el enorme cartel que en el que no habíamos reparado hasta entonces y que rezaba lo siguiente:

PELIGRO, CALEFACCIÓN.
PROHIBIDO COLOCAR MALETAS

Para más INRI, el dibujo de una maletita tachada acompañaba el texto. Sonia, como tantas otras veces nos había dicho nuestro profesor, dijo: “no leéis, chicos, no leéis” y nos reímos, claro que nos reímos. Y después de aquella vez, nos hemos reído muchas veces más echando mano de la frasecita de Barrajón para referir nuestro despiste y nuestra falta de atención o de interés. Porque, sí, es cierto, a veces no leemos, chicos, no leemos.

Vengo de menéame, caracoles. Creyendo que me introduciría en el episodio de algún vándalo adolescente o un heroico profesor, he pinchado en esta noticia: “Obligar a leer es de fascistas” y me he encontrado con una crítica al sistema educativo andaluz. En los comentarios, uno de los meneadores señala el amarillismo del titular: amarillista el profesor enfurecido y amarillista el meneador que ha mantenido el título tal cual.

Una vez leído el artículo, el titular no me parece del todo desafortunado. Es medianamente ingenioso y está en la línea del contenido y la perspectiva del autor. No digo que yo esté de acuerdo con lo que se dice, digo que tanto texto como titular siguen, a mi juicio, una misma tónica:

Lo único que no hay es un comité que diga que para estudiar hay que hincar los codos, que el futuro hay que ganarlo con esfuerzo y que al profesor, yo diría al maestro, hay que respetarlo como la institución que es.

Aunque sí es cierto que dicha frasecita hace un flaco favor a la comunicación efectiva en tanto que los lectores no leemos, chicos, no leemos. Por eso son muy pocos los comentaristas del artículo que realmente comentan el artículo ya que los más de los muchos se centran en si obligar a leer es o no cosa de fascistas. Nadie les obligó a leer el texto entero, quizá ése sea el origen de la cuestión o quizá lo leyeron, lo asimilaron y, saliéndose un poco por la tangente, decidieron eso, comentar si obligar a leer es o no cosa de fascistas.

Porque de entre las muchas conclusiones que se pueden sacar de ese texto una de la que no me cabe la menor duda es que el autor del artículo es de esas personas que obligan a leer, independientemente de que sea un fascista o no. Es más, me atrevería a decir que esa persona que exige un respeto no por ser tal cosa, una persona, sino por ser una institución debe ser de las que obligan a leer las Novelas Ejemplares de Cervantes a chavales de 14 años… Eso es animación a la lectura, sí señor.

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