Creo que sé por lo que estás pasando: puedes contar conmigo. Te miro y me veo a mí con 18 años, anclado a un pueblo, a una familia y a unas amistades con las que no tenía absolutamente nada que ver. Si alguien me apurase, me atrevería a decir que en aquella época desarrollé cierto trastorno bipolar para poder contar con alguien con quien compartir mis inquietudes, mis teorías, mis lecturas. Borja, te entiendo, para mí también fue un verdadero infierno llenar mis días de conversaciones vacías y actividades paradójicamente pasivas.
No imaginas cuánto siento haberte abandonado en Chapela, algún día entenderás que no tuve más remedio que salir de aquí en busca de mis semejantes para desarrollarme como individuo social. Lo entenderás cuando te veas en la obligación de dejar a tus padres, hermanos y a los abuelos –si es que aún siguen vivos-. Tu padre me enseñó algunos de tus cuentos ayer. He de reconocer que daba gusto ver el orgullo con el que me acercaba tu cuaderno; por un momento llegué a pensar que el bruto de tu padre había llegado a apreciar la grandeza de tus textos. Luego caí en la cuenta de que se trataba del típico afán por presumir que nos caracteriza a los Mendoza y, bueno, también lo hizo porque te quiere con locura porque, eso sí, de que te quiere, te quiere; no me cabe la menor duda. El problema quizás sea que no sabe quererte, conmigo le pasó lo mismo.
Cuando tu padre y yo compartíamos habitación siempre se burlaba de mí diciéndome que leer libros era de niñas; no obstante, he de decir que no había mañana en la que el madrugador de mi hermano no escondiese el libro con el que yo había caído rendido la noche anterior y lo escondiese debajo de su cama para que nuestros padres no fuesen a pensar que tenían un hijo maricón. Ya ves, yo nunca oculté mi afición a la lectura, es más, me gustaba aquello de saberme diferente; era tu padre, siempre tan protector, el que se empeñaba en mantenerlo en secreto.
Por cierto, tienes que contarme de dónde sacas tanto libro, ¡tu biblioteca tiene casi los mismos ejemplares que la mía! Recuérdame que te traiga algunos de los fundamentales la próxima vez que venga. Tienes demasiada literatura contemporánea, te sobran hispanoamericanos y, en fin, del teatro del absurdo mejor no hablemos. ¡Anda! Hablando de clásicos fundamentales, toma esta revista literaria donde aparece un artículo sobre El Polifemo de Góngora que escribí hace tiempo.
- Borja, tus amigos te esperan en la entrada. Por cierto, ¿qué te parece si te acompaña el tío a esa obra que querías ver? Seguro que él conoce a los actores o al director y consigue que te firmen un autógrafo. ¡Vamos a aprovecharnos de que va a estar por aquí toda la semana!
- Gracias, papá, pero seguro que el tío tiene muchas cosas que hacer, mejor vamos tú y yo. Además, es un grupo aficionado, lo más probable es que nadie haya escrito una reseña sobre ellos en ningún periódico. Bueno, me voy al río con Jesús y Ana. Por cierto, tío, eso que dices que tuviste, ¿no sería un desdoble de personalidad en vez de un trastorno bipolar?
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