lunes, 9 de febrero de 2009

¿Qué no arreglará la paella de mi madre?


El poli bueno y el poli malo; el blando o el duro; el arriesgado y el sensato. Hay que ver la de juego que dan estos binomios y la de situaciones en las que nos vestimos de uno de los dos miembros para luego trasvertirnos al otro. Hoy eres el fuerte, el que todo lo puede, y mañana te derrumbas con un soplido.

Por norma general y hasta que las paellas de mi madre aparecieron en mi vida, yo he tendido a ser lo último. Mi madre era la dura y a mí siempre se me caía el alma a los pies. Ya con la madurez, como les digo, la cosa fue cogiendo un poco más de equilibrio y en estos días inciertos en la medida de que no me parece cierto que Saudade haya sido asesinado, yo fui la que actuó como la dura mientras mi madre se dejaba caer en la espiral de tristeza y desesperación que tan al alcance de la mano está cuando muere un ser querido, como es el caso de Saudade.

Sí, saqué fuerzas de flaqueza para que mi vieja no se me viniese abajo; al fin y al cabo, eso es lo que ella siempre hace conmigo. Siempre saca sus fuerzas para que yo no me hunda o para “deshundirme”. Y de tanto fingir la serenidad que no tenía, llegué a asumir la muerte de Saudade sin grandes perturbaciones para mi cabeza. Sin embargo, esta semana la cosa se me ha ido de las manos y me he venido abajo con un soplido.

Amelia me llamó el jueves: Vámonos al Congo, Nata. No puedo, mama, este fin de semana tenemos el festival de teatro en el kinderdorf y no puedo faltar. Mentira cochina, caracoles, ese festival no existe y yo no trabajo hasta el martes. Vaya, con las ganas que tenía yo de viajar este fin de semana, hija. Y yo, mama, y yo; pero de verdad que no puedo. Mentira cochina, caracoles.

No sé si el hecho de ser testigo del batacazo económico de España desde Alemania (que también está jodida, aunque no tanto) aumenta mi visión catastrófica sobre este asunto, pero lo cierto es que terriblemente me imagino volviendo a un país hundido en la miseria. Nadando en una mierda que probablemente se merezca y que no por ello dejará de ser mierda.

Me pregunto en qué medida habrá afectado el aleteo de la mariposa de las narices a esos países en los que la cosa parecía que ya no podía ir peor. La ONU dijo allá por noviembre algo así como que la crisis del primer mundo no debería afectar al tercero y, por lo tanto, no se restarán ceros a la ayuda humanitaria. Todo un detalle, eso sí, habrá que vigilarlos de cerca.

¿Qué relación hay entre mentirle a mi madre y la crisis? Pues mucha, caracoles, mucha. No sabría explicarles, hacía tiempo que no me faltaba el aire al leer la prensa pero esta semana volvió a faltarme y eso que he leído noticias mucho peores y, a decir de verdad, la historia universal no ha cambiado demasiado en estos días. No sé por qué pero el jueves, poco antes de mentirle a Amelia, sentí una especie de vértigo cuando fui consciente de que durante mi jornada de prensa y café matutina toda la información que había filtrado giraba en torno a la crisis: datos, despidos, medidas proteccionistas americanas, testimonios, humor. Un poco lo de siempre, ¿verdad? Y sin embargo, me dio vértigo.

Con su pan se lo coman, me digo cada vez más convencida de que no pienso entrar en este juego y luego caigo en lo de la puta mariposa y me dijo que esos cabrones que han perdido unos cuantos millones nos tienen cogidos por los huevos. Miren la que les han dejado liar. Y entro en una espiral de tristeza y desesperación similar a la que sufrió mi madre tras la muerte de Saudade porque me quito la coraza y me permito sentir su ausencia y con su ausencia noto también que a mi madre y a mí nos falta la sana esperanza de Saudade que, después de su ritual de tristeza, era pura energía positiva. Yo también lo soy, pero no puedo serlo siempre.

Por eso le he mentido a mi madre, porque tengo un poco de miedo y de asco en el cuerpo y así no se vale hacer una paella y le miento por no contagiarle mi verdad de estos días, convencida de que en cuanto ajuste el calibre de mi ojo volveré a recuperar la sanota perspectiva que me acompaña en cada paella y también con la esperanza de que mi ojo se recupere más pronto que tarde. Detesto ser catastrofista.

Y lo detesto más aún cuando me consta que he sabido mirar esta realidad desde una perspectiva mucho más feliz. La crisis, lejos de ser un problema, puede ser el trampolín perfecto para empezar a construir un mundo mejor para los caracoles. Un mundo más habitable, más justo, menos corrompido. Un mundo regido por la igualdad y la justicia. Regido por la paz. Un mundo sin excesos ni carencias para nadie. Empezar o seguir, claro, porque hay mucha que ya empezó hace tiempo. Supongo que en ellos estará la esperanza que hoy no veo.

1 comentario:

ottoreuss dijo...

Por poner ejemplo de un sector, hace dos jueves, con el cierre definitivo de Metro y el ERE de El Mundo, en un día fueron despedidos más de 500 periodistas en España

En un día!!!

Según la FAPE, en los últimos tres meses han sido más de 5.000