martes, 17 de febrero de 2009

Entre antitusivos y paracetamoles

La rapidez con la que ayer la doctora Bergman adivinó que fumo demasiado me condujo a una profunda reflexión sobre lo divino y lo humano. Luego, fuera ya de su consulta, me fui enredando en la realidad y la ficción (mi conflicto favorito), la suerte, el azar, el instinto, la experiencia. Estoy mala, caracoles. El tiempo me pondrá en mi lugar, lo sé, pero me atrevería a decir que tengo una de esas gripes que pasará a la historia de las gripes. Ayer estuve a punto de reventar un termómetro y todo, con decirles eso, se lo digo todo.

Hoy estoy un poco mejor, podría decirse que hoy estoy en mi salsa. Sigo bajo arresto domiciliario, lo cual me desespera en algún que otro momento pero, en general y hasta la fecha, no puedo negar que también me chifla. Cuando los efectos del Eferalgán me lo permiten, básicamente leo o escribo y juego a reproducir todas esas escenas de patetismo que pululan por las pelis tristonas: miro por la ventana con café en mano, observo a los niños que juegan con sus trineos y a los ancianos que apenas pueden cargar con sus compras, me recreo en los álbumes de fotos de otros años y me emociono al releer las cartas de mi madre. También pierdo la noción del tiempo sentada en mi cama, con los ojos puestos en mi blanca pared.

Creo que todos deberíamos disponer de un documentalista al lado que se dedicase a relatar nuestra vida, no sólo nuestras acciones: un documentalista que nos relate. De la más anodina a la más apasionante, todas las vidas tienen su punto, ¿no creen? Vivirla, gozarla, sufrirla y pensarla. Vivir para contarla, caracoles, me parece una saludable excusa para no limitar las infinitas posibilidades de las que disponemos en tanto que individuos.

Aunque no lleguemos a contarla o no lleguemos a contarla toda. Lo que importa es creerse esa pequeña mentira. Lo último que pretendo con este post es ponerme como ejemplo, pueden estar seguros de ello. Sin embargo, sí les puedo decir que en más de una ocasión y de dos me he movido o me he parado gracias a Un mundo mejor para los caracoles. Y en muchas de esas ocasiones no les he llegado a contar nada pero, eso sí, en el momento de dar el paso o de retirarlo me he planteado lo siguiente: ¿Cómo escribirías este episodio en el blog? ¿Cómo te gustaría que fuese la historia? Y a partir de ahí me he esforzado (sólo yo sé todo lo que me he esforzado) por hacer de esa pequeña ficción que a veces es Un mundo mejor para los caracoles una gran realidad. Y a veces lo he conseguido.

Vivo como para contarles, aunque no les cuente todo.

Y con esto no quiero decirles que me esfuerce por vivir en La aldea del Arce o en el mundo de Amelie, porque me las veo con muchas nubes negras y con muchas realidades que escapan a mi potestad. También y por supuesto, he tenido que reconocerme muchas miserias y siempre le pongo pinzas a la imaginación por aquello del equilibrio, ya saben.

Y ustedes, ¿como para qué viven?

Me temo que empiezo a sumergirme en el estado febril nuevamente y, como consecuencia de ello, este post se me está yendo de las manos. El caso es que yo sólo quería decirles que, a mi juicio, el que la realidad supere a la ficción, para bien o para mal, es algo que todos deberíamos experimentar al menos una vez por semana.

4 comentarios:

kyezitri dijo...

contesto con una cita que repito constantemente:

"Porque me había nutrido para vivir, había vivido para conquistar, y había conquistado para retornar y meditar y sentir mi corazón más vasto en el reposo de mi silencio."

Antoine Saint-Exupery, que escribió muchas más cosas además del principito xD.

Anónimo dijo...

ponte buena, nata..

1 abrazo reparador.

Laurita

Anónimo dijo...

Nata que te mejores pronto, desde aquí te mandamos muchos abrazos reparadores.

Por cierto, yo vivo para querer y que me quieran, sólo para eso. Bueno, vale, a veces para comer también, jajaja.

Un beso, Montse

Anónimo dijo...

a mí me gusta imaginarme cuento cuando paseo de camino a la universidad -sobretodo ahora que hace bueno por aquí- y cuando vuelvo a casa fumando un cigarro después de haber pasado toda una noche en casa del chico de turno me imagino fotograma de una peli de rohmer.
y también me gusta sentarme en la plaza y pensar que son cuentos las vidas de los otros...entonces soy yo el narrador y aunque no los escriba me los llevo puestos.
lo que has escrito me recuerda un poco a "lucía y el sexo", a alsi y su i...a esas historias que se reciclan...porque veo este mundo mejor para los caracoles como una enorme planta de reciclaje de la que salen cosas cada vez más mágicas...;P