Caracoles, siento comunicarles que con el post anterior no se me fue el hipo del todo. Orgullosa y sorprendida a partes iguales, les comentaba ayer que, gracias a la receta de mi madre, he cocinado una paella para 30 personas en el kinderdorf y el resultado ha sido mucho más que aceptable; hubo quien repitió y todo. Sin embargo, he de reconocer que lo bueno y lo que quizá pueda interesarles un poquito más (lo de la paella entra dentro de la satisfacción personal, disculpen a mi ego) vino después del arroz.
Y es que el martes fue el día de España en el módulo de adolescentes y, después de la cena (sí, caracoles, sí, la paella fue para cenar…) y dado que era la única española en la sala se me encargó hacer una presentación sobre nuestra nación.
A la vuelta de Navidades más de uno por aquí me preguntó sorprendido dónde estaba mi bronceado. ¿Bronceado? Claro, has estado en España, ¿no? y entonces el primer punto de mi presentación fue “el clima en la Península Ibérica”. Aclarado el error: en España hace calor en verano y frío, verdadero frío, en invierno seguí con unas cuantas anotaciones del tipo “España no es sólo Mallorca” y “A muchos de nosotros, las corridas de toros también nos parecen una salvajada inhumana”.
Me maldije una y mil veces por no haber prestado más atención a mi amiga Alicia cuando intentaba contagiarme su pasión por el baile flamenco: lamentablemente, mi lección práctica de sevillanas se vio limitada a ese simpático juego con la manzana. Y todos los allí presentes cogimos una manzana, la mordimos y la tiramos.
Ahora estoy cayendo en la cuenta de que hubo un momento en que aquello más bien parecía una presentación sobre la visión alemana de los españolesa, caracoles, y es que no era plan de condenarles a descifrar mi agramatical alemán durante más de media hora así que, para no perder su atención, intercalé mi exposición con preguntitas.
Adolescentes y adultos se mostraron totalmente opuestos a esa brutalidad que son los toros, la dicharachera Nadia utilizó un pobre léxico para que yo la entendiese y dijo que los españoles y los italianos estamos locos, luego Michael, uno de los educadores sociales, hizo un esfuerzo por iluminar el comentario de Nadia y dijo que lo que Nadia quería decir era que a los españoles nos gusta mucho la fiesta.
No sé al resto pero a mí, efectivamente, me gusta mucho la fiesta, dije yo mirando a Michael abriendo los ojos como platos sin poder creerme que él, compañero de más de una farra, me soltase ese topicazo.
La fama de fiesteros nos viene, creo yo, por el horario en que los españoles nos apretamos las fiestas. Habida cuenta de que por aquí cenan a las seis de la tarde, lo normal es que a las nueve de la noche uno empiece con las copas y, generalmente, a eso de las tres o las cuatro de la mañana esté durmiendo la mona o tirándose al ligue de turno. Hacemos lo mismo pero en horarios distintos, ¿no les parece?
Entre las preguntas disparatadas, destacan estas dos: ¿Tú eres un poco rara, no? ¿En España también hay euro? No soy rara, sencillamente, apenas sé alemán y sí, de momento y hasta que la crisis no nos eche de la Unión, nuestra moneda también es el euro.
Los días previos a esta exposición dudé profundamente sobre hablar de ETA o no: la bomba del lunes despejó mis dudas. Sólo algunos de mis compañeros de trabajo sabían que se trataba de un grupo terrorista y me atrevería a decir que la única que sabía algo de Franco era mi jefa, que es muy culta. Y los historiadores españoles dándole vueltas a la foto de aquel encuentro entre nuestro don Francisco y su don Adolfo, ¿estará trucada o no?
En líneas generales y a pesar de la tristeza y la rabia contenida por los toros, la ETA y el Franco, la cosa salió más o menos divertida. Finalicé la exposición con una pequeña lección de español que me permitió aclarar mi reiterado uso de la palabra “ya” ante cualquier situación alegando que su “ya”, que significa “sí” en alemán, en español tiene todas estas acepciones y también me preparé un breve apartado sobre las grandes diferencias entre España y Alemania.
Ahí fue cuando les representé mi llegada al aeropuerto de Hannover allá por septiembre con una enorme mochila y ni un mínimo de alemán. Resulta que Ulrika, la directora del kinderdorf, fue a recogerme al aeropuerto y, nada más reconocernos, yo me dispuse a darle los dos besos de rigor mientras ella, asustada, se retiraba rápidamente y alargaba el brazo para estrecharme la mano. Nuestra cara fue un poema en ese momento.
Y todo esto para llegar a la misma conclusión de siempre, pensaba para mis adentros mientras sacaba el cd de sevillanas del reproductor y Janet y Katharina me hacían un hueco para sentarme entre ellas. Tan distintos y tan iguales, caracoles, porque, al fin y al cabo, la cara de Ulrika y la mía reflejaban el mismo poema. Ay, sé qué en más de una ocasión les he dicho lo contrario, pero a veces me emociona saberme persona.
¡Disfruten del fin de semana, caracoles!
6 comentarios:
yo pensaba que en España las mujeres van vestidas de sevillanas a por el pan, los hombres trabajan con sombrero cordobés y cierran el tráfico a determinadas horas para que se corran los encierros de toros y que los jóvenes mas modernos están todo el día en discotecas hasta que amanece. Esto no es España es Extraña...
Hola desde Iran
Hola desde Iran
Hola desde Iran
Los tópicos son sólo un síntoma de ignorancia y lamentablemente todos somos ignorantes de muchas cosas. No obstante, en tu post también percibo el sentimiento de superioridad que tienen los/as alemanes/as con respecto a nosotros/as y, en seguida, me viene a la mente el sentimiento de superioridad que muchos/as españoles/as tienen/tenemos hacía los que consideramos inferiores: marroquíes, latinos, etc. No hay nada más que ver los nombres que se utilizan para referirse a ellos/as. Y es que, en el fondo, los países que son más ricos se creen superiores a los que son más pobres. Y como la riqueza y la pobreza es relativa, depende del punto de referencia pues... No está mal sentir en tus propias carnes que alguien te trata como un ser inferior para darnos cuenta de lo que sienten otras personas cuando lo hacemos nosotros. Yo percibí eso en París, los parisinos blancos se sienten superiores a nosotros y nos tratan con desprecio. En cambio, los parisinos negros te trata de igual a igual y sin mucho más amables y humanos. Que nos sirva esto para aprender a tratar a todo el mundo con el respeto y la dignidad que merece por el hecho de ser persona independientemente de cualquier otra circunstancial accidental.
Un abrazo, Montse.
no te merecen!
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