miércoles, 19 de noviembre de 2008

Al agua, patos


Foto: "Que me quiten lo bailao"


¡Ha llovido! Hoy debe ser un buen día para los patos…


Eso me dicen que dijo mi sobrina Andrea uno de los días que Socuéllamos amaneció encharcado. Dijo que ése era un buen día para los patos. Andrea, la misma que se puso en las babas de un caracol, determinó que esos animales necesitaban un agujerito en la tierra para dormir y me dijo eso que ya saben (“tía, ¿me ayudas a construir un mundo mejor para los caracoles?”); esa misma Andrea, consciente de que un día lluvioso es sinónimo de recreo en el pasillo y no en el patio, se alegra por la alegría que debe correr por las venas de los patos un día como hoy.

¿Es para comérsela o no es para comérsela?

Mi hermana también tiene algo del espíritu feliz de Andrea. Una de sus grandes virtudes no es tanto su entusiasmo vital, como su facilidad para contagiarlo. Pero, claro, Ana es una Alarcón Mosquera y, con las mismas, se viene abajo en menos que canta un gallo o un pato se queda sin agua.

Aunque nunca he sido madre primeriza, supongo que la ilusión y el miedo deben andar a la par durante esos meses en los que el cigoto se está formando. Creo firmemente en ti y estoy segura de que vas a ser toda una madraza, le digo una y otra vez y ella, como quien oye la lluvia que sólo alegra a los patos, sigue con su ilusión y su miedo a partes iguales y, a veces, no tan iguales.

Digo que a veces no son tan iguales porque, a veces, ella solita se enreda en la espiral de enfermedades infantiles que desconoce, en si a la criatura le dará por no comer, por meterse en las drogas o, peor, en política. Mi hermana se pregunta qué hará ante el clásico “no me ajuntan mis amigos” y es ahí cuando el miedo gana terreno a la ilusión y a Ana le asaltan todo tipo de dudas personales y no tan personales. Cuando el miedo gana terreno a la ilusión, mi hermana suele acabar el monólogo con lo siguiente: y, además, creo que no es nada sensato traer a alguien a este mundo tan cruel y asquerosamente corrompido.

¿Qué les parece? Suena a topicazo, ¿verdad? Y, sin embargo, yo ya he oído a más de una futura madre llegar a la misma conclusión: ¿Quién soy yo para traer a una indefensa criatura a esta tierra de barbarie? La duda, como siempre, es razonable pero creo haber dado con la respuesta feliz. Y es que si esos padres siguen vivos es porque no se está tan mal por aquí. Por eso seguimos vivos los que seguimos vivos, ¿no? Porque, con todo, no se está tan mal por aquí.

Nadie dijo que fuese fácil. No obstante, de todo lo que se puede hacer con una vida, vivirla es, a todas luces, lo más constructivo. Yo me alegro de haber nacido, me alegro de vivirla, y animo a todos los embriones del mundo a que salgan de sus correspondientes placentas sin miedo, que salgan con alegría e ilusión y con ganas de hacerlo bien.

Los patos de Alemania deben pasarlo bomba.

Que tengan un buen día, caracoles.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

1) Es para comérsela (digo a Andrea)
2) Ana va a ser mamá?
3) Cómo ha cambiado mi Nata!, el optimismo forma parte de su vida, quién lo iba a decir en aquellos días de 1º de bachillerato, he? Me gusta, me gusta.

Un abrazo, Montse

Miuler Vásquez dijo...

Vaya, resulta que los patos tienen una visión cosmopólita de este planeta, en tanto los caracoles sirven como señal de discriminación. ¿Y entonces quién tiene la razón? ¿A dónde hemos de llegar?... Sueños, amigo, sueños.

¿Quién? dijo...

La vida te da, como dice la canción que no paro de escuchar. ¡Viva Amparanoia!

Un abrazo, Montse


La visión "cosmopolita" la tiene mi sobrina Andrea, los patos disfrutan de la lluvia y los cracoles de la huerta de mi padre tienen un sitio donde refugiarse.