viernes, 7 de noviembre de 2008

El gran dictador




Con esto de cumplir años, hace días que vengo dándole vueltas a mi vida. Haciendo balance de lo andado, de los caminos elegidos y descartados y de la situación actual, claro. No diré que mis investigaciones acerca de la comunicación están llegando a su fin porque no creo que ese día llegue nunca y porque una cosa es que hable alemán y otra muy distinta es que conozca el idioma. No obstante, caracoles, desde hace unas semanas prescindo del cuaderno en el que escribía mensajes del tipo “necesito la llave del buzón” y también ahora hablo con Janet mientas jugamos al parchís.

Una cosa me llevo a la otra y, haciendo balance, recordé mis primeras semanas en el kinderdorf y caí en la cuenta de lo absurda que puede llegar a ser la figura de la autoridad. Les cuento que a mi segundo día en el orfanato me fue asignada la casa número 12. Ahí viven once adolescentes y trabajan ocho educadores sociales. Ese misma segunda mañana me fue entregada la llave que abre todas las puertas de la casa (dormitorios, despensa, sala de ordenadores…). Me fue entregado el poder y yo ni tan siquiera sabía decir “llave” en alemán.

En esos primeros días, los chavales se dirigían a mí, me decían algo y acababan agarrándome del brazo para llevarme a la despensa: era la hora del café y las pastas y yo debía sacar las pastas y el café de la habitación en la que se guardan el café y las pastas. No obstante, yo aún no me había percatado de que ésa era una de mis funciones.

En más de una ocasión, mis compañeros tuvieron que atender otros asuntos fuera de nuestro lugar de trabajo y delegaron todas las responsabilidades en mí. “No sabe alemán pero sabrá freír 30 huevos fritos y preparar un puré de patatas”, debieron pensar mis compañeros mientras me explicaban gráficamente los pasos que debía seguir en la cocina.

Se equivocaron, claro, ni sé alemán, ni sé cocinar. Pero yo era la autoridad en ese momento y a ellos, a los once adolescentes, no les quedó más remedio que llevarse a la boca eso que quería ser una comida pero no lo era. Hasta esa fecha tampoco me había percatado de que la autoridad de turno tenía que decir “Guten Appetit” para que entonces, sólo entonces, los demás pudiesen empezar a comer. Así que, cuando terminé de repartir la comida y me disponía a meterle mano al huevo chamuscado que tenía en el plato, Marie me agarró del brazo una vez más y me preguntó ¿Guten Appetit? Yo sonreí, dije “sí” y todos agarraron el tenedor.

De lo que si me había dado cuenta en los días anteriores era de que, independientemente de que todos hubiésemos vaciado nuestros platos a los diez minutos de ser servidos, debíamos permanecer alrededor de la mesa media hora como mínimo. "Sobremesa" le suelen decir a eso, ¿no?


Los chavales tienen la obligación de conversar durante la comida respetando el turno de la palabra y las opiniones de los demás. Y cuando ninguno de ellos rompe el silencio, la autoridad de turno debe abrir la veda con algún comentario para que la dinámica de la conversación empiece.

Todos me miraban y algunos hablaban en voz baja para que yo, la autoridad de turno, no les escuchase (¡como si los fuese a entender!). Yo sonreía, miraba nuestros platos y pedía disculpas una y otra vez. Por lo que pude deducir y hace unos días confirmar, en ese “por lo bajini” se propuso algo así como una huelga de silencio y, desde ese momento, nadie dijo ni “mu”. Hubo risitas y pellizcos pero nadie abrió la boca durante el resto de la velada.

También sabía que era yo la que tenía que dar por concluida la sesión de la comida pero, ni por asomo, recordaba la frasecita en cuestión que tenía que decir. Rompí el silencio con la única melodía que sé tocar golpeando las manos sobre la mesa y giré la cabeza hacia mi izquierda, hacia el lavaplatos. Todos se levantaron.

Y luego llegó la hora de los deberes. De eso si que no tenía ni pajolera idea, caracoles. Tranquilamente me preparaba un café cuando Diana y Sonja aparecieron en la cocina con sus mochilas y me agarraron del brazo: tenía que abrir la sala de estudio y permanecer allí mientras ellos hacían sus tareas escolares. Supongo que también debería haberles ayudado pero ninguno tenía deberes de Español. Y, aunque hubo más de uno que se escaqueó, no faltó quien, por costumbre o por miedo a ser descubierto horas después por alguno de mis compañeros, se dirigió a la sala de estudio de la casa.

Todavía hoy alguna que otra vez esos chavales en plena edad del pavo intentan aprovecharse de que soy la nueva y, por supuesto, de mi alemán. pero no es menos cierto que bajan la música cuando me ven pasar por alguna de sus habitaciones, cambian de conversación cuando aparezco por la cocina y se pasan el mechero a escondidas.

Hoy sonrío recordando esas primeras semanas esperpénticas en el kinderdorf y las recuerdo como si se tratase de la caricaturización del gobernante inepto que ha llegado al poder un poco por casualidad y un mucho por la despreocupación de los que delegaron tal poder en él. Esa caricatura que tanto abunda y que, como yo, es de carne y hueso.

Y, aunque sentí cierto alivio, no me alegré lo más mínimo de la victoria de Obama.
Que no digo que sea inepto porque aún no lo sé y porque -oh, bendita democracia- ha sido elegido por el pueblo. Pero si digo lo que todos sabemos, que ha llegado a la presidencia por ser lo menos malo, no lo mejor.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

viva viva viva... ha vuelto nata...
y no vea usted cómo...;p

nada que añadir a su discurso...chapeau!

Anónimo dijo...

apláudote!!Me ha gustado mucho, sobre todo ahora que yo también soy esa autoridad novedosa e inepta, que me hace novillos el 85 % de mis alumnas y que mis sobrinas me pegan y me llaman naughty y se pasan la puerta mala de supernany por el culo!!

Srta Quincampoix dijo...

madre mía, Natalia, perdóname, soy lo peorrrrrrr, de lo malo lo peor, no tengo perdón y eso que hace nada que me dijiste cuándo era tu cumple y se me ha pasado como se pasa el arroz de las paellas que hace otra gente que no es tu madre...
perrrrrrdon y muchas felicidades atrasadas pero fuertes y enriquecidas con vitaminas, cereales y hierro.
MUUUUA

bliss dijo...

pues si ha sido el cumple de nata, todos los caracoles que lo hayan hecho ya, ¡a felicirtarla! Happy birthday!!! (no lo recuerdo en alemán xD)

Y sobre la entrada, pues chapó digo yo también. Qué estupidez lo del poder a veces, eh, yo también me he sentido como tú en ocasiones, ains!

Sobre Obama... ha ganado el menos malo, como siempre y en todos sitios, lo de "que gane el mejor" es una utopía como la de Sir Thomas More.

¿Quién? dijo...

Pues muchas gracias, chicas. No se crean que me dé yo muy contenta con esta entrada, quería decir muchas cosas y tenía la sensación de no haber dicho ninguna. ¡Gracias!

Inma, no consigo imaginarte rodeada de alumnas :)

Ay, qué salá eres Quincam! Gracias.

Y lo mismo pa ti, bliss. Ais, qué majos somos todos :)