lunes, 24 de noviembre de 2008

¿Qué no arreglará la paella de mi madre?




Saudade nunca había estado allí y tenía mucha curiosidad. Mi madre le advirtió que poco más que ver las huellas de los disparos de Tejero puede hacer un ciudadano en el Congreso y también le dijo que no es ningún espacio para el ocio y el turismo; Amelia dijo: Saudade, el Congreso es un lugar de trabajo. No tiene mucho sentido que hagamos la pella ahí, en pleno hemiciclo.

Pero Saudade puso esa carita de pera que siempre le funciona con nosotras dos y en Madrid nos plantamos, caracoles. Eso sí, Amelia y yo hicimos saber a nuestro guitarrista que el destino elegido no nos convencía demasiado. ¿Qué hacemos en el Congreso los tres solicos, Saudade? Seguro que allí los domingos no está ni ese dios al que se le supone la omnipresencia.

Dejamos “El caparazón del caracol” en el desierto aparcamiento y entramos por la puerta de atrás sin tener que forzar ningún pomo. Qué despistados, tanto león y tanta cerradura en la entrada principal y luego dejan la trasera abierta. Ángela María, ¿en qué mundo vivimos?

Como tengo unas ganas de jarana en el cuerpo que no puedo con ellas, no pude evitar plantar en el suelo el arroz y los demás ingredientes que, al ser sólo tres comensales, cabían en una pequeña bolsita mientras refunfuñaba con cierta violencia. Soy un poco mala, caracoles: a veces las excentricidades de Saudade me sobrepasan y a veces me gustaría viajar sin él. A veces me gustaría viajar sin Saudade. Paella para tres, menudo rollo.

Y en ésas estábamos, preparando la paella para tres, cuando se abrió una puerta y empezaron a desfilar un sinfín de corbatas y peinados enlacados (esto es, con mucha laca). Cristóbal Colón debió sentir algo parecido cuando vio por primera vez a la población autóctona de las Américas que “descubrió”.

Ellos nos miraban sin pestañear, sin pronunciar una sola palabra que pudiera ser utilizada en su contra y nosotros, tres cuartos de lo mismo.

Mi madre se adelantó: ¿Qué hacen ustedes aquí, señores diputados? Y los todos los diputados, cual rebaño de gallegos, respondieron al unísono con otra pregunta: ¿Nosotros? ¿Qué hacen ustedes aquí?

Amelia, muy gallega ella también, les contestó lo evidente: Estamos preparando una paella, Saudade nunca había estado en el Congreso y decidimos venir a comer aquí. Como es domingo pensamos que no habría ningún problema.

Y ellos, al unísono una vez más, contestaron: Nosotros, los diputados, venimos a trabajar al Congreso todos los domingos. Es uno de esos secretos de Estado y así debe seguir siéndolo. Y ahora que ustedes lo saben, ustedes deben morir.

-¡Hombre! Ya que estamos aquí, ¿no les apetece un poco de paella? Amelia, como buena madre que es, tiene esos “por si acaso” que tienen todas las madres, así que tenemos material suficiente en el avión: ¡podemos preparar un arrocito para todos!

- Pero ustedes no pueden estar aquí, ustedes deben morir. No podemos correr el riesgo de que el resto de españoles sepan que trabajamos los domingos.

- Será mejor que lo digan, cabezas de chorlito… No están al tanto de que en la prensa nacional se les está tildando de perezosillos y desmotivados. Y bueno, ya que vamos a morir, ¿podrían desvelarnos el misterio de los congresos de domingo?

- Pues es muy sencillo, señorita, como ya hemos dicho en repetidas ocasiones, durante la semana tenemos otras ocupaciones que atender como diputados y nos resulta prácticamente imposible abrir más las agendas. Por eso decidimos reunirnos los domingos.

- Y por qué lo hacen a escondidas. Ay madre, ¿acaso la política de los políticos no es transparente? Qué decepción, Ángela María.

- Pues lo hacemos por ustedes, queridos ciudadanos. Nosotros nos entregamos en cuerpo y alma a nuestro trabajo y trabajamos por su felicidad social pero somos conscientes de que no es saludable transmitir esa imagen. Fingimos que nos vamos de vacaciones en agosto para no levantar sospechas y para que ustedes se tomen la vida con tranquilidad, sin agobios. Ése es nuestro trabajo, velar por su tranquilidad.

- No lo entiendo.

- Pues está muy claro, niña. Si los españoles supiesen que nosotros los diputados trabajamos todos los días de la semana podría llegar a extenderse esa tónica a todas las profesiones y entonces nadie pasearía por las calles ni tomaría unas cañitas en el bar de la esquina: trabajar y trabajar, ése sería el mensaje que transmitiríamos.

Y nosotros no queremos eso para ustedes. Ustedes tienen que trabajar, claro, pero también tienen que disfrutar. Nuestro trabajo es harina de otro costal. Nosotros velamos por su felicidad social en todos los sentidos y, por lo tanto, nuestra dedicación debe ser absoluta. Nosotros no sabemos qué es la familia (y los maricones y los progres tampoco, dijo algún otro desde el fondo de la sala), hace años que no pisamos un cine y ni siquiera podemos ver Aída.

- Vaya tela, jamás imaginé que se cocía tanta devoción laboral por estos lares. Y ahora que sabemos su secreto, dicen que nos van a matar, ¿no?

- Pues es que no nos queda más remedio, no podemos correr el riesgo de que los ciudadanos sepan que las personas que los representan se saltan las leyes trabajando muchas más horas de las establecidas.

- Ya, bueno, pero el asesinato tampoco es del todo legal. Hagamos un trato: mientras ustedes trabajan, nosotros preparamos la paella. Si después de probar nuestro arroz, siguen con la idea de firmar tres sentencias de muerte, nosotros moriremos por el bien de España sin oponer ningún tipo de resistencia.

- Trato hecho.

Y aquí estoy, caracoles, vivita y coleando. Qué no arreglará la paella de mi madre...

PD: prometimos guardar el secreto: confío en su discreción, caracoles.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Hola! No me conoces. Hace tiempo que leo tu blog. Llegué a él a través del concurso, y la verdad que me ties pilladísimo. Es superdivertido y al mismo tiempo me hace pensar un montón. Me gusta. Ahora, eso sí. Me tienes intrigadísimo..... ¿Quién es Saudade? ¿Hace referencia a alguien o algo ¿¿¿???? Me tienes desconcertado..

besos y adelante

¿Quién? dijo...

¡Ala! Jo, muchas gracias :)

Te cuento, el origen y la financiación de las paellas de Amelia, mi santa madre, y yo está en este post:

http://unmundomejorparaloscaracoles.blogspot.com/2008/04/toma-el-dinero-y-corre.html

Desde que me llovieron la friolera de 1250 euros, casi todos los fines de semana mi madre y yo nos apretamos una buena paella en alguna parte del mundo. A Saudade lo conocimos en Nápoles:

http://unmundomejorparaloscaracoles.blogspot.com/2008/05/qu-no-arreglar-la-paella-de-mi-madre_19.html

Es un gitano de pura raza y nos cautivó con sus bulerías y, sobre todo, con sus fandangos. Con su saudade (según la RAE, su nombre significa "soledad, nostalgia, añoranza").

Nos acompañó el fin de semana siguiente en Suráfrica y me hizo un favorzaco enorme escribiendo la correspondiente crónica mientras yo me recuperaba favorablemente en el hospital:
http://unmundomejorparaloscaracoles.blogspot.com/2008/05/qu-no-arreglar-la-paella-de-mi-madre_25.html

Desde entonces, Saudade y su soledad, nostalgia, añoranza nos acompañan en cada viaje. y su guitarra con las infinitas versiones de "Imagine", claro, también nos acompaña su guitarra.

Un saludo y, lo dicho, ¡gracias por su visita! :)

Anónimo dijo...

jejeje es que eres buenísima... Muchas gracias. Se me había escapado ese detalle...

Saludosssss y gracias a tí por entretenerme tanto.