sábado, 24 de mayo de 2008

De huegla, ¿por qué no?



Coleguis, nos vamos de huelga otra vez.


Eso sí, antes de que nos adentremos en el parón del silencio, les animo a que lean esta delicia narrativa:


“Todas las tardes, Kafka sale a dar un paseo por el parque. La mayoría de las veces, Dora lo acompaña. Un día, se encuentra con una niña pequeña que está llorando a lágrima viva. Kafka le pregunta qué le ocurre, y ella contesta que ha perdido su muñeca. El se pone inmediatamente a inventar un cuento para explicarle lo que ha pasado. “Tu muñeca ha salido de viaje”, le dice. “¿Y tú cómo lo sabes?”, le pregunta la niña. “Porque me ha escrito una carta”, responde Kafka. La niña parece recelosa. “¿Tienes ahí la carta?”, pregunta ella. “No, lo siento”, dice él, “me la he dejado en casa sin darme cuenta, pero mañana te la traigo”. Es tan persuasivo, que la niña ya no sabe qué pensar. ¿Es posible que ese hombre misterioso esté diciendo la verdad?

[…] Ahí es donde la historia empieza a llegarme al alma. Ya es increíble que Kafda se tomara la molestia de escribir aquella primera carta, pero ahora se compromete a escribir otra cada día, única y exclusivamente para consolar a la niña, que resulta ser una completa desconocida para él, una criatura que se encuentra casualmente una tarde en el parque. ¿Qué clase de persona hace una cosa así? Tres semanas. […] A lo largo de tres semanas Kafka fue diariamente al parque a leer otra carta a la niña. La muñeca crece, va al colegia, conoce otra gente. Sigue dando a la niña garantías de su afecto, pero apunta a determinadas complicaciones que han surgido en su vida y hacen imposible su vuelta a casa.
Poco a poco, Kafka va preparando a la niña para el momento en que la muñeca desaparezca de su vida por siempre jamás. Procura encontrar un final satisfactorio, pues teme que, si no lo consigue, el hechizo se rompa. Describe al joven del que se enamora, la fiesta de pedida, la boda en el campo, incluso la casa donde la muñeca vive ahora con su marido. Y entonces, en la última línea, la muñeca se despide de su antigua y querida amiga.

Para entonces, claro está, la niña ya no echa de menos a la muñeca. Kafka le ha dado otra cosa a cambio, y cuando concluyen esas tres semanas, las cartas la han aliviado de su desgracia. La niña tiene la historia, y cuando una persona es lo bastante afortunada para vivir dentro de una historia, para habitar un mundo imaginario, las penas de este mundo desaparecen. Mientras la historia sigue su curso, la realidad deja de existir."


Brooklin Follies, Paul Auster

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya me estoy imaginando el tipo de carta:

"Querida niñita, me he tenido que ir de tu lado porque una mañana, tras un sueño intranquilo, me encontré sobre mi cama convertida en un monstruoso insecto, y, claro, temía asustarte con mis antenas puntiagudas y mis patas peludas. Decidí embarcarme hacia América convencida por un insecto fogonero que trabajaba en un transatlántico. Pero para sacar el billete tuve que realizar tantos trámites, compulsar tantos documentos, visitar a tantos abogados, solicitar tantas cédulas de identificación que no sé por qué movida fui acusada de no sé qué historia de tráfico de artistas del hambre. No diré que estoy libre de culpabilidad, para qué te voy a engañar, pero los artistas iban todos en su jaulita y con paja suficiente para hacerse el catre.
El proceso que ha de enjuiciarme sigue su curso, yo continúo viviendo en la ciudad, muy cerca de ti, no creas. Así que quizá nos veamos, cerca de un desagüe."