martes, 22 de abril de 2008

Vuelve la campana, caracoles

Ayer estuve en Tokio (sí, a mí también me sorprende cómo estoy dando de sí la milagrosa beca que apareció en mi cuenta. ¡Por fin he aprendido a administrarme!). Llevaba unos días mirando mi fondo de armario y viendo los rotos de mis vaqueros, así que ayer me dije “hoy es el día consumista, tienes que comprarte ropa”. Lo de ir a Tokio no fue puro capricho, caracoles; resulta que la semana pasada leí que los japoneses habían vuelto a introducir el pantalón de campana para la siguiente temporada y no pude resistirlo. Llevo años sin poder vestir como me gusta por culpa del pitillo y de esos pantaloncitos cortos (generalmente de cuadros). Además, así podría practicar el japonés, que lo aparqué a mi regreso de Kumamoto y no lo he tocado hasta ayer.

Dejando a un lado la gastronomía, puedo unirme a las voces de los intelectuales que pregonan a los cuatro vientos que, por culpa de la globalización, ahora todas las ciudades son iguales. En efecto, estuve en Tokio y compré en Pull & Bear, Berskha y Zara; eso sí, compré pantalones de campana. Supongo que no tardarán en llegar a España y entonces podré nadar entre vaqueros de pata tan ancha como el mar pero, de momento, me apaño con los que he adquirido en Japón.

Fui sola porque mi madre y mi hermana tenían que hacer sus labores y el resto de mis amigos está repartido por la geografía universal también con un buen número de ocupaciones. Este hecho no me supuso mayores problemas porque no me caigo del todo mal y disfruto de mi compañía, no obstante, he de confesarles que tuve un momento de crisis cuando me disponía a entrar en el probador de Pull & Bear:
(traduzco al español la conversación mantenida entre la dependienta y yo)

- Disculpe, señorita, no puede pasar al probador con la mochila, déjesela a alguien.

- ¿A alguien? ¿A quién? ¿Me la guardas tú?

- ¿Estás sola? Pues no sé dónde podrías dejarla pero está prohibido pasarla al probador.

- ¿Dónde la dejo? No puedo creer que no tengáis prevista esta extraña situación: que una persona venga sola con una bolsa o mochila a comprar. Además, ¿para qué carajo agujereáis la ropa con los cacharros antirrobo?

-¿Estás sola entonces?

- Que sí, coño, he venido sola. ¿Qué insinúas? Vaya, tengo muy buenos amigos, no me faltan amantes y mi familia me quiere con locura. No, no estoy sola pero, sí, he venido sola a comprarme unos vaqueros y cuando me dejes llevar a cabo mi empresa iré ─también sola─ a tomarme un café en el bar de enfrente y después ─sola─ volveré a mi casa y le diré a mi gente “¿Qué tal? Yo vengo de perder los nervios con una estúpida dependienta del Pull & Bear de Tokio que me ha condenado a comprar unos pantalones sin probármelos por haber ido sin un acompañante que me sujetase la mochila.”

- Yo no tengo la culpa, sólo soy una empleada. Pasa al probador, yo te guardo la mochila.

- ¡Pues ahora no quiero yo, hombre! No se puede ir así por la vida, eh.

- Pero si no te he dicho nada, son las normas de la empresa. Siento que estés sola.

- Esta chica es tonta o qué… Que te he dicho que tengo a mi gente, ¿es que no escuchas? Para comprar ropa no necesito a nadie. Bueno, o eso pensaba, ahora resulta que tendré que pedirle a Otto que salga del periódico para sujetarme la mochila mientras me pruebo los que podrían ser mis futuros modelitos

Y, lo que te digo, ahora voy a comprar los pantalones sin probármelos, ea.

- Mira, mi turno termina dentro de 10 minutos si vas al bar de enfrente nos vemos allí y te invito a ese café que te quieres tomar.

Me di la vuelta sin decirle nada, salí de Pull & Bear y entré en el bar de enfrente. Estuve con Monitaka, que así se llama la dependienta, hasta que volví al aeropuerto. Me repitió que eran las reglas de la tienda, que ella no quería ofenderme. Yo le pedí disculpas por haber perdido los nervios, es lo que tienen las crisis, aparecen cuando menos te lo esperas. Minutos antes de entrar a por los pantalones me sentía una persona de lo más realizada y libre, sobre todo, libre y, en un ratito, me sentía totalmente indefensa y sola, muy sola.

Monitaka me contó que estaba casada y tenía dos hijos. Disfrutaba al máximo de su familia y su trabajo le gustaba aunque el trayecto de hora y media que tenía que recorrer cada día alguna que otra vez le resultaba una tragedia. Alguna que otra vez, de camino a casa, su cara reflejaba la misma desazón que la mía minutos antes, cuando discutíamos en la puerta del probador. La misma extraña soledad.

Monitaka tiene a Antoniokio y a sus churumbeles. Yo, repito, tengo una familia para quitarse el sombrero, grandes amigos y no me faltan amantes pero, claro, siempre hay un pero.

Mal de muchos, que tire la primera piedra.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Vuelve la campana? ¿Y a ti te importa? ¿Otto trabaja en el Tokio Tribune? ¿Hace falta llevar escolta para ir a comprar ropa? ¿No hay ningún psicólogo en la sala que se ocupe de analizar tanto alarde de familia y amantes?

Yo no entiendo nada.

Y me siento identificado con Hassan ¿por qué será?

Isabel dijo...

COMENTARIO SOBRE EL TEXTO:
Conservo todos mis pantalones de campana. Y los de mi padre cuando era joven. Cuenta con ellos!!! Y desgataos y to!

COMENTARIO DE TEXTO:
La escritora en este caso ha querido decir (no, mierda, los textos no dicen), expresa mediante una serie de figuras literarias como metáfora, juegos de palabras, hipérbaton e hipérbole(¿me sé alguna más?)quiere dejar claro su debilidad por los pantalones de campana y de pana. (como no he entendido nada de lo de Tokyo y ni sé donde está, lo evito).
Mi opinión es que los pantalones de pana y de campana son muy bonitos y me recuerdan a las fotos de mis padres en Benidorrrr cuando fueron a celebrar su viaje de novios. A la autora también le gustan mucho y se los ha llevado de la tienda aunque no los ha podido probar porque la dependienta es gilipollas, pero como la autora es muy lista se los llevará a su casa y si no le gustan volverá a cambiarlos. En esta ocasión no se llevará la mochila (en contra de su propio decálogo) para poder probárselos allí mismo.
El texto está escrito muy bien y es muy bonito porque utiliza muy bien las figuras literarias citadas más arriba.

INTENCIÓN REAL DEL COMENTARIO
Dejarme de gilipolleces, hacerte reír, ir a echarme la siesta. Recomendarte una película: Juno. No sé qué título le habrán puesto los traductores españoles pero en Italia se llama así. Te la recomiendo porque tiene diálogos cojonudos y tu entrada me los ha recordado. No vayas a pensar que es un peliculón, digamos que es simpática y divertida.

COMENTARIO FUERA DE LUGAR:
¿cómo van los temas, los temarios, las unidades didácticas y programaciones?

COMENTARIO FINAL
abrazo en contacto

Anónimo dijo...

¿La escritora no dice, expresa? ¿Qué diferencia hay entre decir y expresar? ¿Por qué los textos no dicen? ¿Cómo pronunciar el título de la peli: a la española o a la inglesa? ¿Qué más dice ese decálogo?

Más preguntas, no, dios mío. Ahora entiendo menos.

Sonia dijo...

I'm a vampire, I'm a vampire, I'm a vampire, I'm a vampire, I'm a vampire, I'm a vampire, I'm vampire, I'm a vampire...

And so it is.

Álvaro Ramírez dijo...

A ver si con la beca milagrosa te acercas a Kaunas, que tambien hay Pull & Bear y las dependientas son mucho más majas (en todos los sentidos).

Te diría un montón de cosas (sorry, but I can't send you an e-mail. I will try this week...) pero sólo te digo esto.

Sveikata.

Anónimo dijo...

"(...) había arrancado una fruta purúrea de un árbol sinuoso y en su boca había masticado siete granos tomados de su pálida corteza."

Y yo pregunto: ¿Que Fernández Mallo quiere hacer qué? ¿Que Ruiz Zafón ha vendido cuánto?

De verdad, lo juro, no entiendo nada.

Sonia dijo...

Lo releo y sigo riéndome porque tengo una amiga cuya madre hace un "[sandwiche di presunto]" que te cagas y que es capaz de montar ese pollo en un [pulanbiar], de asaltar a dicha dependienta y recordar un café para el resto de su vida.

La imagino mirándose en el reflejo de los escaparates con un "pero" clavado y siento empatía con ella. Sonrío, a la vez, ante la posibilidad de que alguien pueda estar mirándola (o mirándome) en ese momento íntimo que se da entre uno mismo y el espejo.

Lo releo y pienso que recordaré el nombre de Monitaka para el resto de mi vida y que me acompañará cada vez que intente buscarme en cualquier cristal de la calle. Y ni te digo cuando vuelva a ir a un pulanbiar...

¿Quién? dijo...

Aunque esté fuera de lugar, isabel, te cuento lo último acerca de las oposiciones: el plan es presentarnos en el edificio de oposiciones (al final de la calle calatrava, cero) y decir "hola, somos las majas de Filología Hispánica; pertenecemos al sector alternativo de Ciudad Real, que diría Kathrin, y queremos una plaza fija a partir del curso 2009-210. Gracias".

Así que a Kaunas, eh... se lo comentaré a Amelia. De momento ve recomendándome alguna de esas cafeterías 24 horas que dices inundan tu ciudad.

Hay que ver lo que le gusta la zizaña a p., eh.

espejos/escaparates infinitos, no?